¿Privatizar?

fco-martorellFrancisco Martorell

Nos suena raro y hace ruido cuando alguien habla de privatizar. Es que la palabra, además de la carga que tiene en los tiempos en que vivimos, nos recuerda cuando el Estado fue diezmado y los que encabezaron el proceso de venta se quedaron con parte importante de las empresas o conformaron sus directorios.

En Argentina, los militares que encabezaron el golpe de 1976 con Jorge Rafael Videla, acuñaron la frase de que achicar el estado era agrandar la nación. Pero sólo hicieron lo primero.

Acá, afortunadamente, los que gobernaron con mano de hierro durante 17 años, no pensaban lo mismo, al menos en algunas empresas, y Chile pudo seguir siendo dueño de Codelco, el Metro, TVN, la Enap y Ferrocarriles, entre otras, incluso algunas sanitarias que hoy están en manos privadas gracias a la Concertación.

La carga emotiva que significa para los chilenos que el cobre sea “su” sueldo y que se luchó tenazmente para chilenizarlo primero y nacionalizarlo después, con el concurso de todas las fuerzas políticas, hace que sea una maniobra muy arriesgada incluir en una plataforma electoral la posibilidad de privatizar Codelco, aunque sea en un porcentaje mínimo, o tocar las otras empresas mencionadas.

Sin embargo, un periodo electoral es útil si el país debate propuestas y hace que circulen libremente las ideas, sin descalificaciones a priori. Rechazar, así porque sí una iniciativa, sin entrar a juzgar el fondo de ella, antes de ver qué tiene de bueno y cuánto de negativo, impide que el país crezca y se vigorice.

Hay ideas del pasado que fueron buenas y otras que siguen siéndolo, pero si no se las cuestiona o confronta con la realidad actual, tienden a ser dogmas y ellos no siempre son positivos.

La idea debe nutrirse. He ahí la fortaleza de un país. El valor de la oferta del candidato Enríquez-Ominami, quien propuso vender en Bolsa paquetes accionarios muy reducidos de algunas empresas estatales, es que le ha puesto a su programa la simpleza que requiere el debate y no se ha quedado sólo en la retórica. Habla de un decálogo y de medidas concretas. No palabras vacías.

Poco y nada se puede debatir sobre la superación de la pobreza o un país más justo y con mayor libertad de expresión. Desde la izquierda, sin embargo, algunos que veían con buenos ojos la postulación del diputado socialista, levantaron voces airadas. “¡Codelco no!”. Pero ¿por qué no? Ahí está el quid del asunto y el espacio que necesariamente se abre en una campaña electoral para discutir sobre el modelo del país que queremos. Para ello, primero, es necesario jugar con todas las cartas arriba de la mesa, significando esto que hay que decir toda la verdad. Enríquez sólo habló de un 5 por ciento de Codelco y de un 10 en las otras empresas. El control seguirá en manos estatal. ¿No será más seguro, por ejemplo, que ese 5 por ciento esté en manos de las AFPs para que éstas no tengan que invertir en el extranjero y poner en riesgo a millones de afiliados? Tal vez. Hay que pensar.

¿Significa ello, además, que el 10 por ciento que va hoy a las FFAA no irá más? ¿Requiere o no Codelco y las otras empresas una inyección de capital? ¿Van a ser más o menos eficientes con la participación privada? ¿Cuánto vale ese 5 por ciento? ¿Será rentable venderlo cuando la empresa genera en pocos años esa cantidad?

Son preguntas que surgen y que deben ser respondidas, con altura de miras, por aquellos que se oponen o alientan la propuesta, para que el que la planteó, enriquezca su idea o la deseche y permita el surgimiento de una nueva. El tema no es sólo respecto a las privatizaciones o el aborto, como ayer lo fue el divorcio o la píldora del día después, sino para todas las ideas.

El país y el dinamismo de una campaña electoral requiere de dirigentes que se atrevan a proponer cosas que están en las agendas y en las sobremesas y que, muchas veces, los políticos las desechan para no perder en las encuestas. Ojalá esta elección, sin descalificaciones, permita avanzar en temas país y votar, en definitiva, por algo más que una cara o un programa vacío.

Y usted ¿vendería el 5 por ciento de Codelco?

3 Comentarios
  1. manuel acuña ortiz dice

    Simple y directa su columna, sin embargo hay algunas situaciones que necesariamente deben considerarse para seguir en este debate en serio.Lo primero es revisar lo que se hizo durante el proceso de privatizaciones en Chile, que paso por ejemplo con huachipato, con Soquimich empresas hoy en manos de quienes en su momento fueron empleados publicos, lo mismo en el sector electrico. Respecto del cobre hay alli una privatizacion encubierta, cuando el gobierno de Salvador Allende con el apoyo de todos los sectores politicos decidio la nacionalizacion de la gran mineria del cobre, el estado producia sobre un 80% del total de cobre en Chile, hoy este porcentaje no supera el 30%, el resto esta en manos de trasnacionales con garantias unicas en el mundo. Si se necesita inyectar recursos a Codelco, quitemosle la mochila que significa entrgar como aporte adicional al presupuesto de las FFAA el 10% de las VENTAS de Codelco, lo que no es poco, mas aun cuando hoy se hace imprescindible invertir en inteligencia y no en mas armamento.Tambien deben revisarse los aportes del estado para seguir sustentando el sistema previsional de privilegio del que gozan las FFAA y que no se cubren con el Presupuesto de Defensa como ocurre con el presupuesto del resto de los Ministerios.¿Sera que aun seguimos prisioneros de un sistema que genero la mayor brecha social en nuestro pais? Por estas y otras razones Codelco debe seguir siendo patrimonio de los chilenos y manejada por el estado.

  2. Alonso dice

    ¿Cuántas empresas con «chimenea» nuevas existen desde que abrazamos el sistema de «libre mercado», sin considerar las que exportan nuestros recursos naturales ni las dedicadas a explotar el dinero?
    Salvo pocas y honrosas excepciones, a este un nuevo «empresariado» solo le interesa el dinero fácil y no el desarrollar los proyectos e innovar en otros: Capitalizaron los bienes logrados con el esfuerzo de toda una Nación incluyendo nuestros ahorros personales, y luego los han vendido al mejor postor. Es decir, no existe capacidad de sacrificio ahora para obtener mayor crecimiento y posicionamiento mañana, de los mismos que predican que es el mejor sistema para «crecer».
    (Si obviamos la fantasía de los créditos y aterrizamos las deudas e hipotecas, la gran mayoría es igual de o más pobre que antes. Nuestro crecimiento es solo una ilusión basada en cachivaches. Los que realmente crecen cada vez más son los imperios financieros y sus siervos incondicionales)
    Por eso insisten tanto en las privatizaciones.
    La idea de las privatizaciones comporta el dejar absolutamente vulnerable a la Nación, como interés fundamental del poder, y no el eufemismo de la eficiencia.
    Con acuerdo nacional, habría muchas formas de mejorar la eficiencia, y si alguien tiene dinero para comprar tales empresas, ¿no sería más patriótico crear nuevas empresas?
    A la luz de los acontecimientos mundiales, cuando no somos productores de petróleo, se hace patente el error de privatizar, por ejemplo, una empresa estratégica como Endesa, traspasada a manos extranjeras y sujetas a cálculos de mercado de corto plazo. La antinomia petróleo – electricidad va a definir el futuro de los países pequeños, puesto que es improbable que suelten las patentes de los combustibles o fuentes de energía abundantes y baratas (¿Cómo podemos, «voluntariamente», competir en los cinco mil metros cuando, quienes nos incitan a ello, nos llevan una ventaja de cuatro mil?).
    Estoy hablando de prevenir las graves eventualidades que enfrentará la humanidad en el futuro y no de ideología.¿O el sentido de Patria se lo enseñan solo a las clases sociales bajas?

  3. Antonio dice

    Francisco:
    Concuerdo con la idea expuesta. De la misma manera, creo, sería prudente exponerla al revés, es decir, por qué no volver a estatizar lo que fue ENDESA?, por qué no volver al estado lo que fue SENDOS, SOQUIMICH,y tantas otras empresa que fueron privatizadas en la oscuridad más profunda?.
    Qué opinas, Francisco

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