Nueva prohibidencia y la memoria desencarnada

_MG_1466La acción de los locatarios de Providencia debiese ser una señal de alarma. Una que nos haga preguntarnos si junto al aparente –aunque probablemente aún insuficiente– alejamiento del ‘olvido’ que como país hemos vivido con respecto a nuestro pasado reciente en los últimos años, no hemos estado viviendo otro proceso –más sutil y silencioso pero no por ello menos poderoso– en que la memoria va siendo desencarnada.

Por Rodrigo Mayorga, Historiador, profesor y estudiante de Ph.D. en Antropología y Educación en Teachers College, Columbia University

La imagen, antes de llegar a los medios, se viralizó en las redes sociales como suele ocurrir. Aquella de los locatarios de Providencia, protestando hace un par de semanas ante la municipalidad y sosteniendo un lienzo que comparaba a Josefa Errázuriz con Augusto Pinochet Ugarte. Las reacciones, por supuesto, no se hicieron esperar.

La mía, como la de tantos otros, fue preguntarme indignado cómo a alguien se le podía ocurrir que eran comparables la restricción del horario de venta de alcoholes por una alcaldesa elegida democráticamente con las acciones de un gobierno que llegó al poder por la fuerza y que desde allí persiguió, torturó y asesinó a miles de opositores.

Pero una vez que la indignación bajó un poco recordé que, en general, la gente tiende a encontrarle sentido a sus actos.

Uno de los problemas del debate público actual es, exactamente, esa presunción de que todos los que no piensan como uno son estúpidos. ¿Qué lleva entonces a un grupo de personas adultas a creer que el despliegue de un símbolo como éste en un espacio público no sólo es legítimo, sino que puede ser útil a sus intereses? Y es que probablemente (y espero no equivocarme) si me sentara con uno de los locatarios de Providencia y le preguntara si le parece que la ordenanza y la Dictadura militar son comparables, me diría que no. Imagino que me diría que no era eso lo que querían decir. Que pretendían plantear que la ordenanza municipal atenta contra derechos que deben ser resguardados en una democracia. Que el Pinochet del lienzo simboliza, en forma abstracta y deshistorizada, la idea de ‘Dictatorial’ que se quiere asociar con este acto de la alcaldesa. Más aún, es posible que tras la reconsideración de la medida ocurrida la semana pasada y la decisión municipal de votar una nueva ordenanza de alcoholes, me dijera que además la comparación fue ‘útil’ y que ‘logró su objetivo’. Y para muchos, una vez solucionado el conflicto, todo esto no será más que una anécdota. Sin embargo, es una anécdota peligrosa. Enfrentarla supone cambiar nuestra pregunta e interrogarnos por las condiciones sociales que permiten existir a una lógica como ésta.

Hace un mes, el ex coronel del Ejército, Cristián Labbé –coincidentemente ex alcalde de Providencia –, fue detenido, acusado de crímenes en el regimiento de Tejas Verdes durante la Dictadura Militar. En el revuelo que causó el evento, no fueron pocas las voces que se levantaron acusando que se ‘mantenían vivos los odios del pasado’ y que debíamos ‘mirar hacia adelante y no hacia atrás’. A simple vista, esta actitud de abogar por el ‘olvido’ del pasado reciente nacional parece el opuesto absoluto a la actitud de los locatarios de Providencia, con su rostro de Pinochet impreso cual dura acusación gráfica. Sin embargo, son más parecidas de lo que uno podría creer. Porque mientras la primera niega la Historia y el pasado, abogando por construir un futuro ‘nuevo’ sobre una tabula rasa que en verdad no existe, la segunda parece confrontarlo, mas lo que realmente hace es desencarnarlo, convirtiéndolo en una serie de categorías conceptuales y ejemplos simbólicos, listos para ser utilizados instrumentalmente por quien lo desee. Ambas se orientan hacia un mismo efecto: hacer intangible el pasado, sea por medio de la negación y el olvido o, más peligroso aún, por su transformación en metáforas abstractas.

Bajo esa perspectiva, la acción de los locatarios de Providencia debiese ser una señal de alarma. Una que nos haga preguntarnos si junto al aparente –aunque probablemente aún insuficiente– alejamiento del ‘olvido’ que como país hemos vivido con respecto a nuestro pasado reciente en los últimos años, no hemos estado viviendo otro proceso –más sutil y silencioso pero no por ello menos poderoso– en que la memoria va siendo desencarnada. Si es que acaso por miedo, por excesivo celo o por falsa ecuanimidad, la forma en como estamos abordando esta memoria en nuestras escuelas, en nuestras discusiones y en nuestros espacios públicos está contribuyendo a mantenerla presente en tanto ideas y conceptos, pero no en tanto experiencias humanas. Y cuánto perdemos como sociedad cuando eso ocurre.

Por eso, la pregunta de fondo no es “¿En qué estaban pensando los locatarios de Providencia cuando se les ocurrió que ese lienzo era una buena idea?”. Más relevante aún es preguntarse “¿De qué forma nos estamos relacionando con nuestra memoria de la Dictadura, para que un grupo de interés pueda llegar a apropiarse de un proceso traumático y brutal y convertirlo en un símbolo instrumental en una campaña?”. Esto no implica que el acto de los locatarios no amerite indignación y molestia. Al final, no hace sino contribuir al proceso que estamos denunciando. Pero no podemos quedarnos sólo en la indignación. Sólo ampliando la discusión y buscando las condiciones estructurales del problema será posible seguir avanzando por un Chile donde se erradique el olvido y donde la Memoria de un trágico pasado –encarnado en las memorias de todos aquellos que lo sufrieron y lo vivieron– sea verdaderamente beneficiosa para la construcción de nuestra sociedad en el presente.

1 comentario
  1. WASHINGTON HERRERA dice

    Te encuentro toda la razón en tu enfoque a lo sucedido en Providencia, cuyos comerciantes de locales que expenden desde licores y de atención a un publico ávido de pasarlo bien, hasta ultimas horas de la madrugada, lamentablemente tu como historiador esto no es nuevo en nuestra Republica y basta leer las crónicas de barrios sobradamente conocido por toda la Bohemia, a estado presente en nuestra Sociedad con locales legalmente autorizado o de aquellos llamados clandestinos, que decir de los prostíbulos con patente o sin ella, negocios que dejan utilidades para sus emprendedores suficiente para pasarlo bien, es por eso su desesperación y reclamaran por todos los medios de estas medidas que no los benefician.
    En relación en asociar a la Alcaldesa y sus concejales, como dictadores en el municipio y mas compararlo con el régimen de Pinochet es nefasto, ya que cualquier ordenanza hoy en día debe ser sometida a estudio y votación en el consejo municipal, ahora esta medida debe ser estudiada con todos los municipios del país, en donde se debe regular esta actividad, ya que afecta a nuestra población a lo largo de nuestro país, los locales que atienden deben estar sometido a una normativa de funcionamiento durante la semana, especialmente en los días de trabajo, en que la mayoría de la población que trabaja en fuentes laborales distantes a sus hogares, como los niños y jóvenes que deben estudiar deben respetarse sus horas de descanso y que decir de aquellos que llegaron a la 3ª edad, los cuales por sus enfermedades crónicas necesitan descanso, un ej. Estaba en una población de Recoleta y un local de este tipo, no dejo de tocar música hasta la madrugada a todo volumen, en la cercanía de los edificios de esta población.
    Ahora no debemos ser mas papista que el papa y no permitir el funcionamiento de estos tipo de locales, la población los necesita para tener sus momentos de expansión, como también del turista que viene a disfrutar de las bondades de este país y por lo tanto hay consensual autoridad y locatarios esta actividad, especialmente en las zonas de turismo como es nuestra Capital y otras a lo largo de Chile.
    En relación a los matices políticos dados en recordar el pasado histórico, lo sucedido en nuestro país, eso depende de las voluntades de todos nosotros en que no hay que desconocer que tenemos sectores que lo recuerdan con añoranza y otros con pena y para ello las generaciones deben ir pasando y las nuevas deben evaluar lo sucedido, para que en este país no vuelva ocurrir la poliralizacion de las fuerzas políticas.

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