¿Qué se juega el 17 de diciembre?

La necesaria dramatización del momento electoral hace que a veces perdamos la calma. Pensar que se gana todo o todo se pierde en unas elecciones es pensamiento mágico. Algo importante se juega, sí, pero hay que saber qué es.

Por Daniel Ramírez, doctor en Filosofía

Un candidato de la derecha conservadora en las costumbres y neoliberal en la economía, se enfrenta a un candidato de continuidad de la coalición social-centrista liberal en las costumbres pero bastante conservadora en cuanto a la política social. El primero apoyado por la ultraderecha heredera de la dictadura y el segundo por la democracia cristiana y una parte de la izquierda. Todo el problema al parecer es cómo hacer para que el segundo cuente con el apoyo de un movimiento emergente, el Frente Amplio, que ha presentado un proyecto de transformaciones importantes y ha obtenido un resultado sorprendente, que sobrepasa el doble del pronóstico de las encuestas (¿Quién encarga, realiza y/o manipula las encuestas?).  

Para el FA, el programa de Alejandro Guillier y el balance de la NM son bien insuficientes; si estos representaran claramente el progreso social y la transformación de la sociedad no habría problema, una alianza y un programa de unidad ya se habrían esbozado. Sin embargo, como la mayoría de quienes siguen al FA son de izquierda, sensibles a la injusticia, demócratas y progresistas, es de esperar que una buena parte de ellos votarán por el candidato centrista para impedir la vuelta de la derecha de los negociados y su destrucción social, incluso haciéndolo saber, como ha hecho responsablemente Beatriz Sánchez. ¿Será suficiente? Parece difícil.

Si en cambio todo el FA apoyara e hiciera claramente campaña por Guillier sería muy posible una victoria. Ello abriría tal vez una nueva fase histórica del país. Simplemente porque es altamente dudoso que la coalición ganadora se olvidara que esta vez la victoria no se debe en absoluto a un deseo de continuidad sino claramente a una opción por acelerar los cambios.

Cuanto antes debieran manifestarse signos de una inflexión hacia temas que el FA ha acertadamente puesto en la mesa: fin de las AFP y verdadera seguridad social; Asamblea Constituyente, única manera de devolver al pueblo la soberanía sobre su futuro; resolución justa del problema de pueblos originarios; sustantiva aceleración en las reformas de la educación que tanto necesita el país; orientación más social de la fiscalidad, en medio de tanta desigualdad; y opciones más claramente ecologistas. No todo, por supuesto, pero al menos algo importante entre todo esto debería manifestarse. (¿Lo harán?). Y esto es lo que se juega para la NM, que por lo demás está obligada a evolucionar.

El FA entonces debería estaría dispuesto a jugar el juego y no a medias (¿Lo harán?); aun cuando su lugar como movimiento emergente y original sería tal vez más complejo si esta “nueva Nueva Mayoría” realmente avanzara.

Aquí se presenta un obstáculo intelectual mayor: la antigua idea, originada en el materialismo dialéctico, de “agudizar las contradicciones”. Considerar que lo peor (ahora) es mejor (a la larga). Un FA de oposición a un gobierno derechista recalcitrante parece una situación mucho más cómoda. Entregar sus fuerzas para empujar a una gastada coalición social demócrata hacia más avances, cuando esta efectivamente estará realizando algunos, parece complicado: oponerse a ciertas cosas, apoyar otras…

Pero es una opción decisiva: 1) La ilusoria claridad del rol de oposición facilitado por la famosa agudización de las contradicciones, sabiendo que, aunque fuera cierta una ventaja estratégica para el propio movimiento, ello implicaría un costo social grande para el país. 2) Un riesgo y un desafío: encontrar su vía en una situación compleja.

Esto es lo que se juega en estas elecciones para el FA.

Cuando alguien tira decididamente para atrás y otro tímidamente para adelante, decir que “da lo mismo” es en realidad optar por lo primero esperando que la famosa agudización de las contradicciones favorezca la radicalidad propuesta. Es decir que… no da lo mismo. Si bien el mal menor nunca ha sido un bien, lo peor nunca será lo mejor. Hay que decirlo con claridad: la intensificación de las contradicciones nunca ha mejorado nada, es la idea más errada del marxismo en su versión más arcaica.

No hay que temer el desafío: encontrar su vía en una situación compleja es algo que el FA ya ha sabido hacer, logrando instalar durablemente una nueva propuesta. Con una bancada parlamentaria joven, desligada de negociados, con la corta pero eficaz experiencia en modelos participativos, con el apoyo en movimientos sociales, artísticos e intelectuales, y en nuevas prácticas políticas, es seguro que seguirá encontrando su camino. Podrá contar a su haber el apoyo leal (sin negociar puestos) a quienes con todo lo criticable habrán afirmado su voluntad de avanzar hacia un país más justo, y haber contribuido a detener el avance pretendidamente irresistible de la derecha retrógrada, su reino del dinero sucio con el reguero de pobreza, frustración y violencia que ello traería.

Y como no todo se gana o se pierde en unas elecciones, ya se verá si las promesas se cumplen. La política se ira reconfigurando, el panorama de alianzas irá cambiando, las ideas, las prácticas, la discusión fecunda, la puesta en cuestión de lo que somos como país podrán seguir avanzando y en gran medida gracias a Beatriz Sánchez y al FA. Este último habrá pasado una difícil prueba de maduración política. Ello será su dignidad presente. Su futuro estará más abierto que nunca.

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