Peligrosas garrapatas

Juan Pablo CardenasEscribe Juan Pablo Cárdenas S.

“Estas alimañas (los operadores políticos) al meterse en el torrente sanguíneo de los procesos políticos y líderes son capaces de llevarlos al delirio o a la extrema inanición”

En lo único que existe consenso electoral es en que ninguno de los candidatos presidenciales se impondrá en la primera vuelta. Se acepta, además, que Sebastián Piñera tiene suficiente ventaja frente a sus tres adversarios, aunque nadie está completamente seguro de que en la definición final éste pueda imponerse frente a su definitivo contendor. La incertidumbre a un mes de las elecciones tiene extremadamente nerviosos a los “operadores políticos”, es decir a ese conjunto transversal de personajes expertos en manipular cifras, procurar recursos económicos y provocar toda suerte de conciliábulos para “despostar” los triunfos políticos en cargos públicos y negocios para los amigos, correligionarios, socios e inversionistas en “cajas electorales”. Obteniendo siempre una buena tajada en beneficio propio.

Estos personajes se me hacen unas verdaderas garrapatas. Al depender y aferrarse incisivamente a líderes y dirigentes, son capaces de causarles a éstos una verdadera anemia moral e ideológica. Llegan a ser tan poderosos que en la historia de la política mundial y criolla se han visto sucumbir a promisorias figuras que le han cedido terreno a sus infaustas influencias. Como eficientes parásitos, ciertamente no buscan a los dirigentes de mediana o circunstancial existencia. Más bien pululan allí donde hay cuerpos bien nutridos, liderazgos indiscutibles y longevo futuro.

Los operadores políticos han sido la perdición de grandes gobernantes y sueños. Los horrores del totalitarismo, los excesos del colonialismo, Watergate, la corrupción de innumerables gobiernos latinoamericanos no podrían explicarse sin estas alimañas que al meterse en el torrente sanguíneo de los procesos políticos y líderes son capaces de llevarlos al delirio o a la extrema inanición. Buena parte de esa “alegría” que se prometió al término de la Dictadura se ha desbaratado por las operaciones inescrupulosas de estos personajes. Por lo mismo es que mucho de lo que se expresa como novedad en estos comicios tiene explicación en la necesidad de hacer transparente el llamado “servicio público” infectado por estas sabandijas.

Es de pésimo pronóstico, entonces, la última irrupción de los operadores políticos tras consolidar negociaciones para una segunda vuelta electoral y un eventual gobierno. En sus últimas entrevistas, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, interviene descaradamente en política interna para justificar esta suerte de operaciones, apelando a que en la elitización del oficio público finalmente todos se conocen entre las cuatro candidaturas o han sido parte de lo mismo…

Sabemos que la política debe estar abierta a acuerdos y alianzas. Las democracias más sólidas son aquellas que, en el ejercicio del más amplio disenso, son capaces de alcanzar grandes acuerdos y consolidar gobernabilidad. Ojalá la política fuera capaz de consensuar a partir de este proceso electoral una posición efectiva respecto de la situación mapuche, las demandas educacionales y laborales, la ejecución de una Asamblea Constituyente, así como la recuperación de nuestras riquezas básicas, entre otros acuciantes temas de nuestra sociedad trizada y desigual. Pero no, de lo que se trata es pasar por encima de estas preocupaciones y sólo arreglar un nuevo ajuste cupular, prebendas partidistas y, lo peor: que sigan vigentes los mismos y fatigados rostros.

Antes o después de la Primera Vuelta nos parece conveniente que las candidaturas debatan y consoliden acuerdos ideológicos y programáticos. Si ello hubiera ocurrido antes, en la izquierda no existiría la actual dispersión de opciones y candidatos. Muy posiblemente, se habría consolidado una alternativa que no tuviera que mendigar cupos y espacios públicos a sus adversarios. Cuanto a un sistema electoral hecho a la medida de los que quieren perpetuarse y que volverá otra vez a probar su perversión institucional.

Los candidatos ofrecen “cambio” en sus propuestas propagandísticas. Con ello se hacen eco de un sentimiento general de hastío que es francamente saludable de este proceso electoral, pero en riesgo de frustrarse con estos tenebrosos zurcidores del continuismo político.

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