Soledad Teixidó: el rostro de la sustentabilidad empresarial

Soledad TeixidóFundadora y presidente ejecutiva de PROhumana, fundación que desde 1997 promueve activamente el desarrollo e internalización de una cultura de Responsabilidad Social Empresarial y Ciudadana en Chile, habla de su emprendimiento y el rol social que cumple su labor.

Por Equipo El Periodista

“Arte, leer, yoga, fotografiar, reflexionar y pensar creativamente, crear objetos, viajar, cine y documentales”, dice la página web de PROhumana que son los intereses de su presidenta ejecutiva, Soledad Teixidó, quien ideó, fundó y proyectó esta ONG a partir de 1997 “cuando Chile se encontraba en un contexto social y político en el que cada miembro de la sociedad actuaba desde un prisma individual”.
No había mucho al respecto y la RSE no se conocía o tenía un sentido limitado y sólo de reacción.

Hoy, casi dos décadas después, su trabajo se corona anualmente con una ceremonia de premiación de aquellas empresas que lideran el ranking PROhumana, evento al que acuden desde la Presidenta de la República hasta las máximas cabezas empresariales del país. Más de 400 personas, ministros de Estado y subsecretarios, además de Michelle Bachelet, se dieron cita el año pasado en el Hotel W para un hecho inédito: que cuatro empresas fueran distinguidas con el máximo galardón: el sello de Platino, alcanzado por Bci (1°),Chilectra (2°), Natura (3°) y Falabella (4°).

“Alcanzar este nivel de acreditación significa que se encuentran en estándares cercanos a la excelencia en su gestión sustentable”, señaló Soledad Teixidó en la ocasión.

Y, si bien, el mérito es de las empresas, no hay duda alguna que también es su logro porque desde PROhumana ha promovido activamente el desarrollo e internalización de una cultura de Responsabilidad Social Empresarial y Ciudadana en Chile.

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Por ello, ha sido reconocida, no solo acá, también en el extranjero como líder en el programa internacional de liderazgo (KILP) de la W. K. Kelllogg Foundation entre 1995 -1998, beca que le permitió viajar por 25 países y conocer experiencias de desarrollo sustentable. También es miembro del Stakeholder Council del Global Reporting Initiative, GRI. En el ámbito nacional, los años 2002, 2003, 2004 y 2006 figuró entre las cien mujeres líderes de Chile, reconocimiento que otorga Economía y Negocio de El Mercurio y Mujeres Empresarias.

“Una de las características del trabajo profesional de Soledad Teixidó ha sido el sustentar que el cambio de nuestras sociedades se construye a través del dialogo y de la confianza, y que todos los actores de la misma, están en proceso de desarrollo. Esta propuesta se vincula con el sentido último de la Fundación el cual es la promoción humana, es decir, el que todas las personas que están comprometidas en desarrollar una cultura de RS se promuevan como seres humanos, no importando el sector o grupo al que pertenezcan”, sintetiza la web de PROhumana.

Así esta mujer, que se ha desempeñado en los campos de la investigación y aplicación en las temáticas de filantropía, Responsabilidad Social Empresarial, participación, redes y educación para la democracia, entre otros, ha logrado que su emprendimiento social responda a la inquietud que tuvo desde niña y que le hizo preguntarse qué quería hacer con su vida. La respuesta, a diferencia de sus amigas, fue que no quería casarse o ser madre. E inició su camino. Sentía, desde muy chica, que había mucha pobreza e injusticia social. Había nacido en dictadura y su colegio tenía madre superiora. “Un día descubrí que la educación podía ser un agente de cambio muy importante para generar equidad. Creía, entonces, que ella lo era todo. Mi experiencia, además, me decía que la educación era la que te sesgaba. Y por eso entré a estudiar Párvulos, porque pensaba que desde las bases tenía que ser de calidad para construir a un ser humano integral”.

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Y ahí está, feliz con sus logros, porque le han permitido “entender que es posible construir sociedades más humanas e igualitarias en alianza con diferentes grupos y personas”, dice, pero que sabe que pueden ampliarse y profundizarse. Porque hay mucho por hacer.

Atrás quedaron esos años de juventud donde creía que era mejor ser hombre porque como mujer sentía que tenía muy pocas oportunidades. “Y mi ambición era hacer un cambio en el mundo”, dice. Cuestión que todavía hoy mantiene.
Luego de egresada como Educadora de Párvulos de la UC y abanderarse con modelos de educación alternativa, creyó que era el momento de entrar a trabajar en un ministerio y preocuparse de las políticas públicas. Pero, sin un CV potente, era difícil hacerlo. Optó por lo duro y se fue a los 26 años a cursar un Master en Fundamentos Sociales de la Educación en la University of Maryland, EEUU, pensando que a su vuelta las puertas se le abrirían en el Mineduc. Pero no fue así.

Era 1993, no tenía filiación política y los puestos estaban ocupados desde mucho antes.

Entró a Participa, donde la invitaron a trabajar en la realización de un currículum para Educación Cívica. Al poco andar, sencillamente, se dio cuenta que su trabajo no avanzaba porque el tema no estaba en la agenda.

“Un día de enero, muerta de calor, sentada en mi escritorio, entra alguien y me dice: ‘oye, ¿a ti te interesan las cosas de pobreza, no? Me lo dijo así, como quien pregunta si te gustan los labiales rojos. Y le respondo, claro, que sí. Y me cuenta entonces que llegó una beca de la Fundación Kellogg, a la cual se podía postular, que entregaba plata para la realización de proyectos. Postulé el mío, pasaron 3 meses y me dijeron que estaba seleccionada y que debía viajar a una entrevista en Bogotá. Me la gané, entre otras cosas, porque les llamó la atención que yo hablara de los derechos de los hombres y de las mujeres, algo raro en esos años porque no existía esa mirada integral. Me pasearon por el mundo, fue como un doctorado –vivencial– en desarrollo”, cuenta.

En esos tres años su proyecto fue generar un modelo de gestión educacional en La Pintana. Vio la precariedad y aprendió de ella. “Comprendí, codo a codo, lo que significaba generar educación de calidad para un país con injusticia social. Me di cuenta que era muy difícil pero que había que hacer algo. También, en la práctica, constaté la escasez de recursos”.

En paralelo, comenzó a mirar qué estaba pasando en el mundo y descubrió que había empresas que estaban haciendo prácticas muy interesantes y que tenían una mirada de construcción global. Sabía que en Chile, también, las empresas hacían importantes donaciones a la educación. “Se me ocurrió, entonces, hacer una investigación para determinar cuál era el aporte que estaba haciendo el mundo privado a la educación y si este, realmente, tenía incidencia en la calidad. Tuve la buena fortuna que la Fundación Ford y también la Kellogg, con el auspicio de la Universidad Bolivariana, me financiaran una investigación sobre la filantropía y la RSE. Resultó muy interesante, construimos un marco teórico y descubrimos que había muchos recursos del mundo privado. También observé que la acción empresarial estaba generando grandes impactos ambientales. Es decir, algo estaba pasando y venía con fuerza”, rememora Teixidó.

La Fundación Avina, por su parte, golpeó su puerta literalmente y, considerando su liderazgo, le ofreció recursos para un nuevo proyecto, continuar con el tema e instalar la cultura de sustentabilidad en Chile.

En dos años, de mucho trabajo y sin nombre, surgió casi espontáneamente la necesidad de darle una identidad a una labor que se basaba únicamente en la confianza. Surgió entonces PROhumana. “Tuve que aprender que si quería seguir avanzando en mi idea de cambiar el mundo tenía que, de alguna manera, institucionalizarme. A mí me gusta andar por la caletera, porque a veces voy más rápido, aunque de repente también entró a la autopista, pero lo mío, de una forma u otra, es mirar desde la caletera”. Ello, sin embargo, no significa que no le guste el orden, por el contrario, al igual que los números y las matemáticas, le encantan, planifica y se pone metas ambiciosas. Dice que le ha servido mucho el medio año que estudió Ingeniería.

Recuerda del comienzo que fueron de mucho sacrificio, golpeando puertas, con poco presupuesto y llamando muy temprano a las oficinas de los empresarios para que respondieran ellos y no sus secretarias, a veces barreras infranqueables. “Me veían empeñosa, se sensibilizaban y me decían que fuera al día siguiente a tal hora. Lo hacía. Me presentaba, sin tarjeta y les decía que les venía a hablar de la nueva empresa del siglo XXI. Pensaban que era socialista o creían que había un interés religioso detrás. La responsabilidad social empresarial era un concepto que hace 20 años les sonaba como de otro planeta. Lo más importante fue entregarles confianza, descubrí que si construyes confianza y cumples, realmente puedes cambiar el mundo”. Estaba en lo suyo.

“Nuestra propuesta fue innovadora para el momento histórico y nos perfiló, desde el comienzo, como una organización que asumía un rol promotor y transformador. ¿Cómo? Generando conocimientos colectivos, pues una de nuestras premisas era que lo que no se puede gestionar individualmente adquiere mayores posibilidades de concretarse cuando es realizado de manera colectiva, es decir, cuando se desarrolla en y para la comunidad”.

Postitulada en “Dimensión Educativa de Proyectos Sociales” del CIDE, Teixidó aclara que la sustentabilidad de una empresa debe lograrse tanto en rentabilidad como en desarrollo social y cuidado ambiental. “Cuando coopera con sus trabajadores y el medio ambiente, porque paga sueldos justos, respeta a sus proveedores y a su entorno social, se convierte en un ente valorado: está contribuyendo a un capitalismo inclusivo que respeta al individuo y permite construir, junto al Estado y otros actores, una sociedad con una democracia participativa, paz social y desarrollo humano sustentable”, agrega quien fue definida por la revista Paula como una “Filántropa por naturaleza”.

Respecto al género, todavía es consciente que, a pesar del éxito de su emprendimiento, a las mujeres les cuesta más. No se enoja con ello, pero sí algo con los prejuicios y las descalificaciones. “Para muchos yo conseguía todo por ser buenamoza, y en su momento, por ser joven. Se emitieron juicios descalificadores, dañinos y sin ningún respeto sobre mi persona y logros. Pero uno como mujer es intuitiva y sabe cómo manejar esas tensiones. Tuve que convencerlos inteligentemente de que mi único fin era una propuesta de sociedad y me gané mi lugar y respeto finalmente”, dijo a la Revista Paula.

Consultada sobre cuánto de lo que ha logrado, finalmente, tiene que ver con que es mujer, Teixidó responde que la ha ayudado la flexibilidad que tiene el género en estos temas, saber adaptarse y ver desde qué lugar le hablan, como diría Humberto Maturana. Pero, dice, si hubiera sido hombre “me habrían escuchado más”. Y agrega: “Lo he tomado como un dato de la causa, si me quedo en el reclamo no soluciono nada. Tengo una personalidad muy resiliente. De repente me da lata que hablen hombres que nada tienen que ver o saben del tema, pero se me pasa rápido. Lo importante es lo que estamos haciendo y hemos generado. Yo no he negociado eso, que algunos piden, que uno sea una mujer más masculina para tener éxito. No voy a perder el ser mujer, femenina, empática, mis características, que me encantan por cierto, para que un hombre te considere válida. Eso es un problema de él y, afortunadamente, las nuevas generaciones han cambiado favorablemente”.

En relación a PROhumana y cuánto de esta Fundación, que hoy se define como Do Tank, está identificada con ella, Teixidó dice que han logrado diversificar ciertos liderazgos para que se reconozcan otras voces desde la entidad. “Ahí, dice, es muy importante que el emprendedor se eche para atrás y deje hacer a su equipo”. Siempre ha pensado, asegura, que para que una institución se refresque, es necesario que el fundador o el emprendedor abandone la primera línea o busque otra iniciativa, incluso dentro del área. “Mi sueño es que ojalá esta Fundación, a la cual tanta gente ha contribuido, no se vaya conmigo a la tumba. Tiene que seguir, aunque siempre digo que sería bueno que un día se acabara, porque ello significaría que somos una sociedad sustentable. Lo mejor que puede pasar es que cerremos porque ya no es necesario trabajar la sustentabilidad. Hoy vemos que hemos avanzado porque hay nuevas voces hablando de lo que antes solo mencionábamos algunos”.

Y eso la llena de orgullo porque siente que, en algo, han aportado a la justicia social y a la equidad. “Cambiamos un lenguaje en el mundo empresarial”, dice. Pero sabe, también, que todavía tienen muchos desafíos por delante. “Falta mucho, porque hablamos de una transformación cultural profunda y valórica”, concluye.

Este reportaje forma parte del proyecto “Ellas” y fue realizado con el aporte del Fondo de Medios 2014 del Ministerio Secretaría General de Gobierno.

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1 comentario
  1. Sylvia Castillo Araya dice

    Interesante reportaje a la acción de Soledad Teixidó, sólo puntualizo que los tres años en que,becada por la Fundación Kellog, trabajó en La Pintana, tal como relata, lo hizo asistiendo una vez por semana a la Escuela Hueñicito, ubicada en avda. Tucapel, sector Mapuhue de la comuna, escuela de la cual soy directora.
    Hubo un trabajo en el que ella realizó su propio proyecto,y después siguió otros caminos, cada cual en lo suyo.
    Sólo puntualizo algo que olvidó seguramente en los años de extenso trabajo, que Hueñicito fue base para su desarrollo, «codo a codo» con la desigualdad e inequidad de nuestra sociedad, efectivamente, la vulnerabilidad de los niños, es alta, 96.8 %.
    Atentamente.
    Sylvia Castillo A.
    Profesora.

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