El Cardenal no tiene candidato

conejerosLuis Conejeros

Ex presidente Colegio de Periodistas

Probablemente el proyecto de ley del Gobierno será aprobado por amplio margen y disponer de métodos de anticoncepción y contracepción pasará a ser un ‘derecho’ garantizado por el Estado. El cambio ideológico y práctico no es menor.

El Arzobispo de Santiago ha advertido a los políticos católicos que hay “principios no negociables”, en relación al debate sobre la distribución de la “píldora del día después”.

En su estilo, que no siempre presenta la cara más acogedora de la Iglesia Católica, Francisco Javier Errázuriz, se encarga de transmitir la visión más directa de lo que la Iglesia entiende es su misión: la defensa de la vida y los valores más permanentes.

En esta tarea, algunas veces el Cardenal no ha tenido las expresiones muy felices. Recordado es su escrito en El Mercurio, a propósito de la defensa de la “selección” en los colegios. Errázuriz relató que visitó un establecimiento “de alumnos muy inquietos. Su directora me explicó la causa del desorden. El colegio privilegiaba el ingreso de niños que habían sufrido recientemente la ruptura de su hogar. (…) Visité otro colegio que tiene como uno de sus objetivos transversales dar a los alumnos una visión profunda del matrimonio para toda la vida, de la sexualidad y de la familia. Los alumnos me llamaron la atención por su espíritu de iniciativa, por la armonía de su personalidad y por su voluntad de servir generosamente al país. La gran mayoría provenía de hogares estables con numerosos hermanos, y siempre habían vivido con sus progenitores”.

Para muchos, las expresiones del Obispo fueron tan desafortunadas en aquella oportunidad como comienzan a serlo con motivo del debate de la píldora. Es cierto que para quienes somos católicos la defensa de la vida y la dignidad de la persona en cualquier circunstancia es un principio que excede lo puramente religioso. Pero también es cierto que aquellos principios y valores en el siglo XXI se enseñan y transmiten, convencen y convocan, porque no se pueden imponer ni obligar por ley.

En lo hechos, hoy el Cardenal no tiene candidato presidencial. Piñera y Frei se han manifestado de acuerdo con la distribución universal de la “píldora”. Probablemente el proyecto de ley del gobierno será aprobado por amplio margen y la disponibilidad de métodos de anticoncepción y contracepción pasará a ser un “derecho” garantizado por el Estado. El cambio ideológico y práctico no es menor.

La mayoría de los políticos se escudará en argumentos técnicos para decir que la píldora no es abortiva. Aunque en realidad a la mayoría le importe poco. Lo concreto es que deben dar una señal de respaldo a sus candidatos que ya fijaron postura. También entienden que sus propios electores son hoy más liberales, menos religiosos y menos interesados en imponer sus convicciones al resto.

Este es uno de aquellos temas en que los políticos lideran a la población. Están siguiendo las tendencias mayoritarias y leyendo con atención los estudios que muestran una base social que se está moviendo rápido hacia concepciones desideologizadas y desaprensivas de la vida en sociedad.

A mi juicio, en mucho este movimiento tiene que ver también con el creciente desprecio de los chilenos de la vida en comunidad. La Concertación ha tenido un creciente desprecio por la sociedad civil organizada, y los apoyos a este sector han quedado en organismos y operadores de baja calificación. En el Chile del bicentenario el individualismo es la clave de la vida en sociedad.

Los católicos, en consecuencia, debemos comprender que poco de lo que creamos será valorado por el resto como una pauta general. Que nuestros parlamentarios votarán en el futuro sin mayor apego a los valores tradicionales y más conectados con tendencias mayoritarias de opinión y que el individualismo reinante, tan valorado por los sectores más conservadores en materias de emprendimiento y economía, nos lleva como país a negar la posibilidad de imponer esos “principios no negociables”. Es el individualismo creciente el que la iglesia debe combatir, allí está la base de su pérdida de influencia en el ámbito público.

Edición Nro 174 de El Periodista.

2 Comentarios
  1. Andres Jose Vial dice

    No tenía…

  2. Marcelo Sánchez Ahumada dice

    Estimado Luis :

    No obstante no compartir contigo la necesidad política de la Iglesia de defender los principios y fundamentos que representa, le basta proclamar el evangelio no adaptarlo según las tendencias, si creo que apuntas a un hecho fundamental y que es la reducción individualista de la acción de ella en el ámbito de su feligresía y cuanto más su reclusión en la esfera del culto. Lo hemos visto en los recientes acontecimientos post-terremoto en que hemos extrañado a nuestros pastores en medio de los que sufren , llevando consuelo a los migrantes vulnerables, a los discriminados y abandonados a su suerte, llevando la eucaristía a los enfermos y alejados, estando en terreno iluminando a las autoridades frente a las necesidades de los débiles , organizando la ayuda y no actuando en mero subsidio de organizaciones de inspiración católica y una amplia red de voluntarios laicos y mayoritariamente no practicantes se han volcado a la comunidad como quisiéramos que nuestra jerarquía lo hiciera o al menos inspirara. Más nos parece evidente la preocupación por la reconstrucción de los templos que el más valioso patrimonio inmaterial que existe: El Alma.
    La acción de la Iglesia es necesariamente comunitaria, no es iglesia la jerarquía ni el clero, sino todos somos convocados al sacerdocio en la comunidad, nace de la santísima trinidad y no puede obviarse el rol de la base que en el seno de la parroquia alimenta la vida espiritual pero también se hace cargo del rol social que le cabe. El individualismo es la antítesis de la Iglesia, comunitaria, abierta, como también, que duda hay, es el origen de la pobreza, la soledad, el hambre, distribución desigual de los recursos, el daño ambiental y todo aquello que nos lesiona como sociedad.
    La iglesia no puede pretender imponer el evangelio, debe proponer e iluminar pero por lo mismo tampoco tiene la facultad de cambiar la Ley Natural y mucho menos el Kerygma (anuncio del mensaje de Cristo), los laicos debemos por los caminos que nos convoca el orden social y jurídico defender nuestras convicciones y principios morales, lo hemos aceptado así cuando la Iglesia se separó del Estado y aceptamos esas reglas no como una imposición sino como parte de la revelación Divina ratificada el en Concilio Vaticano II y en las sucesivas encíclicas.
    Las tendencias sociales no dictan la norma ética y moral , sin embargo en una sociedad como la nuestra no debe apuntarse a frenar una ley sino a cambiar la tendencia , con el ejemplo en la conducta, con la participación comunitaria , con la solidaridad sustentada en la caridad , origen y fruto de la acción del Cristiano en la sociedad.

    Saludos,

    Marcelo

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