El 11: ayer, hoy y mañana

SilvaEstamos (presente) en un dilema político cuyas posibles soluciones (futuro) pueden ser intrincadas e inciertas. Para colmo, el dilema está fuertemente vinculado con el 11 de hace cuarenta años (pasado).

Por Matías Silva, abogado

El 11 de septiembre de 1973, a la hora en que la mayoría de los chilenos dormíamos, se inicia el golpe de Estado.

A cuarenta años de distancia es difícil encontrar a alguien que diga que se trata de un acto heroico o romántico por parte de los golpistas (salvo Moreira).

¿Hay algo que festejar? Cualquier chileno con razonables atributos de sensibilidad daría una respuesta negativa a esta pregunta que remite al inicio de la dictadura militar que asoló al país durante 17 años y cuyos ecos pueden sentirse aún con claridad -muchas veces con dolor- en la vida de la sociedad chilena.

De esto quiero hablar hoy, de la herencia de este fatídico día. De estos 40 años. Si bien el pasado, el presente y el futuro constituyen categorías temporales, lo cierto es que el imaginario histórico y social se define más bien como una experiencia histórica, esto es, como un tiempo vivido. En este sentido, todo ahora, tal como señala Benjamin, actualiza su pasado histórico como “otro ahora” un presente diferido que adquiere una nueva significación en una circunstancia actual.

Ese otro ahora no ha desaparecido de la subjetividad colectiva, está allí cristalizado en recuerdos, testimonios, imágenes, instituciones y claramente en nuestra Constitución Política de la República.

Esto implica que estamos (presente) en un dilema político cuyas posibles soluciones (futuro) pueden ser intrincadas e inciertas. Para colmo, el dilema está fuertemente vinculado con el 11 de hace cuarenta años (pasado). La pregunta o dilema es el siguiente: si en democracia son las mayorías electorales las que eligen un gobierno, ¿cómo en Chile logran las minorías electorales acceder a la conducción del Estado?

La respuesta es simple: gracias al golpe de estado que desplaza al gobierno precedente. Se abandona la democracia y el problema está resuelto. La complejidad surge cuando se busca ocupar los puestos públicos electos por la mayoría bajo dos condiciones contradictorias: ser una minoría y no reemplazar la democracia, ahí está la esencia del modelo chileno.

Desde 1990, cuando se inicia el proceso de democratización, la contradicción se impuso como uno de los mayores dilemas de los grupos con mucho poder (fácticos los llamaba Allamand) y poca gente, que había gobernado el país durante un largo período. Es bien fácil identificarlos con una etiqueta que a ellos les molesta, la derecha. Si Usted quiere ser un poco más claro, puede llamarle también oligarquía o clase dominante. Se llamaron a sí mismos también como neoliberales, pero lo cierto es que de liberales cero, más bien son una falacia liberal.

Este grupo político tuvo, tiene y tendrá una capacidad de influir y, en lo posible, determinar políticas públicas. Ya sea en su más elemental forma, la obra pública (autopistas que permiten el traslado rápido de la pega a la casa), hasta la menos evidente pero más importante, la especulación. El ejemplo perfecto lo tuvimos durante la dictadura, en la cual los militares fueron los instrumentos de enriquecimiento de este grupo.

Ahondando en la pregunta anterior, cómo un grupo político como éste con un electorado capturado y con la necesidad de ocupar el poder estatal puede sobrevivir en nuestra democracia.

Como en aquellas malas películas de terror de finales de los 60, se trata de utilizar el cuerpo de otro que si tiene la posibilidad de recoger el voto mayoritario. Todo consiste entonces en buscar el cuerpo perfecto que sirva de conductor eficaz de sus intereses. Un cuerpo político capaz de vencer electoralmente y a su vez desarrollar políticas públicas que convengan a este sector. El acuerdo tácito de Correa, Boëninger y Guzmán así lo permite.

Así han pasado 23 de años de democracia, donde lo más rebelde que tuvimos antes del año 2006 (revolución pingüina) era el “no estoy ni ahí” del Chino Ríos. Contamos con una clase política que legitima una democracia protegida, que sospecha de la participación y que al final de cuentas, legitima también un modelo de sociedad que es exclusiva y excluyente

Del último discurso de Allende, la gran mayoría recuerda la frase que evoca la apertura de las grandes alamedas. Para mí hay otra frase del discurso que me parece más presente hoy, “Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”. 2006 y 2011 es manifestación de lo anterior. Nuevas generaciones retomando el proceso democrático, reclamando participación, anhelando mayor justicia social y reclamando un nuevo pacto.

No desconozco que los protagonistas son otros, también otras son las voces. Otro es el país y otro es el mundo. Este presente, que busca un futuro distinto -“otro ahora”- está arraigado fuertemente con un pasado, con el pasado anterior a aquel 11. Es como si un delgado hilo uniera dos momentos distintos separados por 17 años de dolor más 23 años de silencio.

El llamado Allendista de hoy es a construir nuevos horizontes democráticos, más incluyentes y participativos. Democratizar al país, esto implica poner la institucionalidad de un estado responsable como garantía de la dignidad humana, en un Chile democrático todos cabemos.

Todo esto pasa por una nueva Constitución, por un nuevo pacto que recoja las infinitas aspiraciones de un nuevo tiempo, de una nueva historia, mirando el pasado, viviendo el presente y construyendo otro ahora para mañana, donde sí pueda pasar el hombre libre.

1 comentario
  1. WASHINGTON HERRERA dice

    Tienes toda la razón Matías en tu análisis del 11/73,es como los planes de emergencia de las catástrofes de este país, un antes, durante y un después. Lo sucedido en esa madrugada era ya anunciado como el terremoto que venia, las fuerzas políticas se desataron no en un dialogo de amistad o de los de acuerdos, sino, en el de la sobrevivencia, lo reconoció así el Diputado Moreira el otro día, «eran ellos o nosotros», viene un durante por 18 años, en los cuales en base a la frase del escudo nacional, se mantuvo a raya a quienes no aceptaban el nuevo orden, pero la Constitución de 81 fijo plazos en la ruta política de este país, la cual determinaba que en un plazo de 8años se debía llamar a una consulta nacional, el SI y el NO, fue la consigna, en que la población se pronuncio y vino un después, que poco a poco se trata de restablecer la Democracia perdida.
    Las Nuevas Generaciones comienzan aflorar, los políticos del pasado comienzan a despedirse, dejando leyes de los acuerdos, que hoy no son aceptadas por los nuevos lideres políticos de este S.21,cuestionan el proceder de la Concertación y de sus lideres representativos, pero hay que ser honestos la transición se debía hacer de alguna forma, no era cambiar de la noche a la mañana las leyes de amarre, había que negociarlas y dejar tranquilo en parte a los que se iban para su casa.
    Hoy, la nueva visión que se tiene es mejorar las condiciones políticas de este país, pero nuevamente surge el como se hara,se tendrá que cambiar la Carta Magna, que rige a este país o se tendrá que hacer ajustes a ella, ya tenemos una ad puerta, como es el Binominal, pero hay que leer la letra chica, los políticos son zorros viejos y ducho en la materia no dan palos a ciega, si logran pasarla habrá complacencia por lo ganado.
    El Pasado es Pasado, lo de Allende dejo una enseñanza para el futuro, los ideales, los sueños hoy en día no resultan, sino se esta preparado, sucedió con su gobierno, los lideres de esa época no estaban preparados para enfrentar un mundo en cambio, tanto en lo comercial, industrial y la tecnología del futuro.

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