El Abstencionismo

SilvaMe encanta tener amigos viejos. Mis amigos viejos son distintos a mis viejos amigos del barrio, del colegio o de la universidad. Mis amigos viejos son aquellos que bordean o pasaron los 80 años y que por lo tanto están llenos de historias. Uno de estos amigos viejos, me contó poco antes de morir, que existió alguna vez en Latinoamérica un país llamado Chile.

Por Matías Silva Alliende, abogado

Este país que casi se caía del continente hacia el Pacífico, se ufanaba de tener un sistema político estable y respaldado por la gente. Este amigo viejo me relataba que en las campañas electorales los niños agitaban banderas de cualquier color al borde de una calle para ver cuántos autos sonaban con las bocinas, era parte de un juego cívico.

Pero muchas cosas ocurrieron, este amigo viejo tuvo que soportar la pasada de su hija por Villa Grimaldi y su posterior partida a un largo exilio en Argentina. Al regreso de su hija, mi amigo viejo murió, sin ver como el sistema político chileno del cual él tanto se enorgullecía ha transformado el clima de las campañas políticas en un gran fastidio.

Sucede entonces que hoy nos encontramos con un país en donde en la primera vuelta, participando nueve candidatos, la abstención sumó 51 por ciento de votantes de un padrón electoral de 13,5 millones, con una participación de sólo 6,7 millones de sufragantes, la cifra más baja de todas las elecciones en el país desde el retorno a la democracia en 1990.

Al parecer existe el riesgo de una alta abstención el próximo 15 de diciembre, incluso mayor a la primera vuelta. Entre los fenómenos que señalan para explicar el abstencionismo destacan la instrumentación del voto voluntario, que por primera vez se utilizó en unos comicios presidenciales, y el desinterés de los chilenos por la política, especialmente entre la juventud.

Yo no quiero ser como Tejeda, que días antes del 17 de noviembre calificó a los jóvenes abstencionistas con epítetos de grueso calibre en El Mostrador (Leer Carta al bola que no vota, publicada el 11 de noviembre). Yo creo firmemente en el voto como herramienta de la democracia, como dice Auster, “para aquellos que no somos creyentes la democracia es nuestra religión”. Puedo entender -no compartir- el argumento del abstencionismo de rechazo, que se traduce en la no identificación con ninguno de los líderes o los programas políticos en competencia. Este tipo de abstención, que podemos llamar activa se traduce en un acto de desobediencia cívica cuando traspasa el límite de la decisión individual para convertirse en un movimiento que promueve la inhibición participativa o abstención activa, con el objeto de hacer pública la oposición al sistema político. En nuestro país estaría representada por el lema de “no presto el voto”.

Junto con lo anterior, me parece que en Chile aparece otro tipo de abstencionismo, motivado por la flojera o la ley del mínimo esfuerzo unido a la falta de convicción respecto del voto y también a la falta de conocimiento acerca de las importantes consecuencias de la abstención. Este tipo de abstencionismo no baila reggaetón arriba de un camión, no ha hecho una sola promesa de campaña, no tiene propuestas, ni tampoco tiene cuenta de Twitter. A pesar de lo anterior, encabeza las encuestas y es el más popular. Esta abstención, carente de fundamentación política me parece más reprochable.

Quiero señalar, que es una falta de rigurosidad afirmar que la alta abstención se debe sólo a una ilegitimidad del sistema político en su conjunto, o a la falta de legitimidad del sistema de elección de nuestros representantes. La abstención, si uno mira todos los estudios al respecto, se desprende que ha sido un tema en todas las elecciones desde 1990 en adelante.

En otras palabras, la abstención se debe principalmente a la despolitización de la sociedad chilena a causa de las reformas políticas de la dictadura -que sobreviven en una larga transición- que modificaron por completo la manera como la sociedad civil se relacionaba con el Estado y sus instituciones, y por lo tanto, con la política.

La abstención va a seguir siendo tema cada cuatro años, más allá de prestar o no el voto, la abstención se traduce en un coto a la democracia. La abstención electoral no se combate con procedimientos rigurosos, sino fomentando desde los propios poderes públicos la participación generalizada en los asuntos de interés público, siendo la participación electoral una modalidad participativa más, aunque la más importante.

Se enfrenta también a la abstención a través de la democratización efectiva de los partidos políticos, otorgando sentido efectivo al acto electoral, estableciendo un sistema de apertura y eliminación de listas cerradas o bloqueadas, en definitiva, profundizando la democracia y recuperando el prestigio de la institución representativa por naturaleza, el Congreso Nacional.

En democracia, se admite y tolera la abstención como una forma política (abstencionismo de rechazo) -ese el error de Tejeda- Pero en democracia se debe luchar también por todos los medios por reducir el abstencionismo como flojera a través de mecanismos que faciliten el acceso a las urnas, así como fomentar la participación activa en la vida pública.

Si a los ciudadanos no les interesa participar, si el resultado de las elecciones les es indiferente, nos estaremos acercando a la idea de que la democracia no sirve. Y cuando llegamos a la idea de que la democracia no sirve, caemos entonces en las soluciones más fáciles, las dictaduras. Yo prefiero las cosas difíciles, como decía Bukowski “La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes”.

2 Comentarios
  1. hernan dice

    Vivimos una economía de mercado en la cual el voto es otra mercadería más.
    A la mayor parte de la gente no le interesa, como sería por ejemplo Tome Pepsi y sea Feliz.
    ¿De qué se quejan?

  2. pablo hales dice

    buen artículo. creo que podría profundizar en las causas de este «abstencionismo». yo creo que es parte central del diseño del sistema pinochetista guzmanista laguista.
    esa es la idea, que los menos posibles participen.
    así mantenemos nuestro coto… pero acá como coto de caza.

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