Chile en el Consejo de Seguridad de la ONU: ¿Más de lo mismo?

ONUEs particularmente significativo que nuestra diplomacia multilateral bajo la conducción del canciller Heraldo Muñoz siga las turbulentas borrascas de los “halcones” Zbigniew Brzezinski y Condoleeza Rice, que durante la crisis con Ucrania se han dedicado a impartir doctrina y exigir, sin apenas matices, mano dura con Putin y sanciones de todo tipo para socavar el apoyo popular de que goza el mandatario moscovita.

Escribe Francisco Michel

Desde el pasado 1º de enero y hasta el próximo 31 de diciembre de 2015, nuestro país formará parte del selecto grupo de naciones que forman parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que es uno de los órganos más importante del organismo internacional, por cuanto la Carta de la Organización le confiere, entre otras altas funciones, la responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacional.

Como se sabe, el Consejo de Seguridad se compone de quince miembros, cinco permanentes (China, Francia, Federación de Rusia, Reino Unido y Estados Unidos) y diez no permanentes, entre los cuales se encuentra durante el presente y el próximo año nuestro país. Entre sus atribuciones el Consejo puede decretar embargos, imponer sanciones o autorizar el uso de la fuerza en caso de conflictos internacionales y sus resoluciones deben ser cumplidas obligatoriamente por los Estados miembros.

Por ello la participación de Chile en el Consejo de Seguridad debe ser seguida con especial atención y en este contexto, la situación de Ucrania y la posición que ha adoptado nuestro país ante la crisis que tiene enfrentados, por un lado a Estados Unidos y la Unión Europea y, por el otro, a la Federación de Rusia, ofrece en nuestra opinión valiosos elementos de juicio que permiten prever con cierta certeza cuál será la posición que Chile mantendrá como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, bajo la conducción de las nuevas autoridades que han asumido la conducción de nuestra Cancillería.

La semana pasada, el embajador chileno en Naciones Unidas, Octavio Errázuriz, afirmó que debido al veto de Rusia el Consejo de Seguridad se había visto impedido de cumplir su misión, tras votar nuestro país a favor del borrador de resolución planteado por Estados Unidos. Asimismo, Errázuriz señaló que la celebración del referéndum sobre el estatus de Crimea no se ajustaría a la constitución de Ucrania y consideró que sólo corresponde al pueblo de Ucrania decidir su destino.

Errázuriz, quien fuera designado embajador en Ecuador por Pinochet el año 1985 y desempeñara importantes cargos en Cancillería bajo la dictadura militar, se reintegró a la diplomacia bajo la administración de Piñera, luego de que fuese separado de su cargo de embajador el año 2001, después de una larga y reconocida trayectoria internacional. Sin embargo, sería ingenuo pensar que lo sostenido por Errázuriz en la ONU reflejan solo sus opiniones personales.

Es cierto que nuestro actual Embajador en la ONU durante años se desempeñó como Encargado de asuntos internacionales de Renovación Nacional, para posteriormente reincorporarse a Relaciones Exteriores bajo el pasado gobierno, pero sus expresiones condenando el referéndum organizado tras la declaración de independencia del Parlamento de Sinferópol, que fue seguida por el respaldo masivo al referéndum del domingo recién pasado en el que la población ucraniana apoyó mayoritariamente la autonomía de Crimea, coinciden con la posición sostenida por los “halcones de Washington”.

Desde nuestra perspectiva, no cabe duda que el rechazo de Chile a la decisión de las autoridades de Crimea y nuestra oposición al veto ejercido por Rusia en el Consejo de Seguridad, lo que impidió que se aprobase el proyecto de resolución condenatoria propuesto por Washington, son una clara señal del “alineamiento” incondicional de nuestro país con la posición e intereses de Estados Unidos, lo cual –por lo demás- no debe causar sorpresa toda vez que el canciller Heraldo Muñoz es reconocidamente un hombre de Washington.

Es claro que las fronteras no son sagradas y la historia de Ucrania en los siglos XX y XXI lo demuestra con claridad. Crimea se integró a Ucrania en 1954, por decisión personal y arbitraria del ex líder soviético, Nikita Jruschov, cuando lo esencial era la pertenencia a la patria común soviética. Tan sin importancia debió parecerle a Jruschov, ucraniano de nacimiento, esta alteración de las fronteras, que ni siquiera es citada en sus memorias. En esas páginas, el purgado ex líder del Kremlin se describe a sí mismo como “un cosaco en libertad, varado en la tierra” en espera de la muerte y se refiere a Crimea como su lugar de vacaciones y como sede del proyecto de una planta industrial para la cría de aves de corral. De la transferencia de Crimea a Ucrania, ni una palabra, pues no debió parecerle para nada relevante.

Mucho antes, en virtud del Tratado de Kuchuk Kaynarca, firmado el 19 de abril de 1783, entre Rusia y el gobierno otomano, se acordó que los turcos recuperarían de forma automática la soberanía de Crimea -entonces turco-musulmana y conquistada por Rusia- en el caso que la península se declarase independiente o fuese integrada en un tercer país. Sin embargo, tras la revolución bolchevique de 1917, los tártaros vivieron en la República Socialista Soviética Autónoma de Crimea, que fue desmantelada por orden de Stalin en 1945, cuando fueron acusados de forma colectiva por colaborar con los nazis. Entonces, decenas de miles de tártaros fueron detenidos o expulsados de sus tierras, deportados a Asia Central y sus hogares fueron entregados a los rusos que habían perdido sus casas en la guerra, como parte del programa de rusificación de Crimea.

Desde entonces ha habido un importante cambio demográfico en la población de la península: si hace 200 años el 98% de la población era tártara, la invasión rusa, las deportaciones masivas y por fin el regreso de algunos miles de tártaros tras la caída de la URSS, ha hecho que, según el censo de 2001, los tártaros hoy sean sólo el 12% de la población, frente a una mayoría ruso-ucraniana. De manera que no solo las fronteras de Ucrania y en especial de Crimea han experimentado constantes transformaciones, también su población y estatus soberano ha cambiado con frecuencia durante el devenir histórico reciente.

En este contexto, numerosos analistas internacionales se preguntan por qué para Estados Unidos y la Unión Europea la autodeterminación e independencia de Kosovo respecto de Serbia sí resultó aceptable y contó con el total apoyo, tanto de Bruselas como de Washington y sin embargo, ello es por completo inaceptable en el caso de Crimea. Como se recordará, Kosovo formaba parte de Serbia, con profundas raíces en esa tierra y por ello Belgrado esgrimía su derecho a conservarla como parte integral del país, pero hoy es un estado independiente porque la legalidad internacional puede ser tan flexible como lo deseen las grandes potencias y así lo impuso la OTAN por la fuerza y no por lo que debería haber sido el factor decisivo clave, esto es, porque así lo querían por abrumadora mayoría sus habitantes, en un 97% de etnia albanesa.

El caso es que hoy la independencia de Kosovo es reconocida por 109 países, entre ellos Chile y sin embargo nuestro país se ha alineado dócilmente a los dictados de Washington y se ha sumado al coro de voces condenatorias que se elevan al cielo clamando contra la independencia de Crimea, mientras mantienen un total y cómplice silencio ante el cambio de poder ocurrido en Kíev, surgido, no de unas elecciones libres, sino de una revuelta o revolución callejera que, aunque fue consecuencia de los innegables errores y abusos de poder de Yanukóvich y su pandilla, ha llevado a un cambio de régimen sin pasar por las urnas, es decir, sin utilizar el único método homologable en democracia.

Por ello es particularmente significativo que nuestra diplomacia multilateral bajo la conducción del canciller Heraldo Muñoz siga las turbulentas borrascas de los “halcones” Zbigniew Brzezinski y Condoleeza Rice, que durante la crisis con Ucrania se han dedicado a impartir doctrina y exigir, sin apenas matices, mano dura con Putin y sanciones de todo tipo para socavar el apoyo popular de que goza el mandatario moscovita, a fin de aislarle diplomáticamente por aprovecharse de la indecisión y la debilidad que imputan a Obama. En suma: por reverdecer el espíritu de la Guerra Fría.

De manera que si proyectáramos el irrelevante y poco feliz papel que hemos jugado hasta ahora en la crisis ucraniana, todo indicaría que nuestra política exterior durante la presidencia de Michel Bachelet seguirá por similares derroteros a aquellos por los que deambuló el ex canciller Alfredo Moreno, si bien los intereses comerciales de nuestros empresarios dejarán de ser prioritarios, para ser sustituidos por los siempre prioritarios intereses geopolíticos de Estados Unidos.

2 Comentarios
  1. hernan dice

    La política exterior de Chile parece mostrar una gran continuidad desde el Régimen Militar hasta el presente, respaldando la política del Departamento de Estado tanto en lo regional de A.L como en lo internacional, en especial respecto al círculo pacífico en el perímetro chino; así parece indicarlo el asentamiento de bases y de estaciones de radioastronomía. Ello es prioridad estratégica geopolítica para Washington. Por lo tanto no es extrañe que apoye en el círculo caucásico. La actual mandataria es egresada de institutos militares de USA. Los vínculos con la Embassy, CIA y NSA seguramente se harán más estrechos, con el beneplácito de todos los sectores de la N.M, entre los cuales no se observan disentimientos al respecto. Es notorio que en Francia, a la cual USA ha asignado un nuevo rol en la U.E y Africa, el PC apoyó la invasión de Malí.

  2. Alonso dice

    Me parece que Rusia comprendió al fin que la guerra fría (una obstinación de “Occidente” con el reino ruso de hace unos mil años aproximadamente) nunca terminó,y que lo que haga o deje de hacer siempre será objetable para éstos. Por tanto, Vladimir Putin, consciente de ello y su representación, simplemente hará lo que tiene que hacer no más, y si la verdad es pro rusa, esa será la verdad entonces.
    Mientras tanto Chile, con estos líderes, va a la cola de una imperio que se desmorona inexorablemente.

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