¿El rey de España renunció por culpa de una organización secreta?

WalterAlgo huele mal en Dinamarca». La shakespeareana frase pronunciada por el príncipe Hamlet al enterarse de la muerte de su padre, podría aplicarse a Felipe de Borbón, quien sucederá al rey Juan Carlos, que ayer anunció que abdicará a la corona española. La renuncia de Juan Carlos está íntimamente ligada a la reunión anual celebrada este fin de semana en Dinamarca del Club Bilderberg, una organización secreta de la oligarquía política, económica y militar que es una suerte de gobierno supranacional y al que pertenece, entre otras personalidades, la Reina Sofía.

Por Walter Goobar (Info News)

Según el periodista ruso-canadiense Daniel Estulin, autor de una serie de libros sobre esta especie de gobierno invisible, secreto y trasnacional que hasta el domingo sesionó en Copenhage, Bilderberg «es un sistema que se perpetúa a sí mismo, una telaraña virtual de intereses financieros, políticos, económicos e industriales entrelazados alrededor de su núcleo, el modelo fondo ultramontano veneciano».

Se trata de un cónclave con 140 participantes de 22 países occidentales (es decir Europa Occidental, Estados Unidos y Canadá). No hay invitados de Europa Oriental, los Balcanes, Asia, Latinoamérica, África y Medio Oriente (con la excepción de Turquía).

Entre los asistentes de este año figuran también la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde; la vicepresidenta de la Comisión Europea, Viviane Reding; el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen; y directivos de firmas como Deutsche Bank, Shell, BP, Fiat, Airbus, Alcoa y Goldman Sachs.

El interés de Estulin por el Club Bilderberg se despertó cuando encontró en sus documentos algunos conceptos que ya le eran conocidos. El abuelo de Estulin fue miembro de la KGB (el servicio secreto de la ex Unión Soviética) y gracias a esa tradición familiar, que dice le ha proporcionado fuentes “en los servicios secretos más importantes del mundo”, oyó hablar de la destrucción de la demanda, una idea que volvió a encontrar en informes del Club de mediados de esta década, y que es el objetivo que se han marcado los verdaderos dirigentes del mundo.

Estulin rechaza las ideas conspirativas sobre este selecto club al que algunos han bautizado «Los amos del Universo», y sostiene que “la idea tras cada encuentro Bilderberg es la creación de lo que ellos llaman la aristocracia de propósito, entre élites europeas y norteamericanas, con el objetivo de gestionar el planeta de la mejor forma posible».

Bilderberg es una reunión de personas que representan una cierta ideología, un medio para reunir a las instituciones financieras más poderosas y depredadoras de todo el panorama económico mundial. Y, hoy por hoy, «esta combinación de intereses es la peor enemiga de la humanidad». En otras palabras, Bilderberg es un cártel gigante, más poderoso que cualquier nación de la Tierra, destinado a controlar las necesidades vitales del resto de la humanidad.

Se trata de un club de poder y de saber. Ellos deciden cuándo y cómo aumentar el precio del petróleo, cuándo debe acabar una guerra y dónde debe empezarse la siguiente, quién debe ser el próximo candidato a presidente o por qué conviene provocar una crisis global, como la iniciada en 2008.

Un ejemplo: los miembros del Club conocían desde 10 meses antes la fecha exacta de la invasión a Irak; también lo que iba a pasar con la burbuja inmobiliaria. Con información como esa, se puede hacer mucho dinero en toda clase de mercados.

El objetivo final de estos grupos, es crear una empresa mundial cuyo poder esté por encima de los diferentes gobiernos del mundo. Y para ese propósito hay dos cosas que les estorban. La primera, el Estado-Nación: «Con las instituciones internacionales como la UE y con los tratados de libre comercio, están eliminando todo poder nacional, con lo que evitan intermediarios». La segunda es la clase media.

El Club Bilderberg jugó un papel decisivo a lo largo de toda la Guerra Fría y su cúpula estaba integrada por personajes que salieron del viejo aparato nazi de la Segunda Guerra Mundial como su fundador, el príncipe Bernardo de Holanda, miembro de la SS, y Walter Hallstein, primer presidente de la Comisión Europea y abogado de Adolfo Hitler. El pasado de estos personajes fue ocultado y ellos se convirtieron en el núcleo duro de las estructuras antisoviéticas de la Guerra Fría en Occidente.

«No hay agenda detallada, no hay resoluciones, no hay votaciones, ni declaraciones», señala el portal del club, que describe las discusiones como «privadas e informales». La reunión de este año trató sobre el retorno del mundo bipolar: la búsqueda de mecanismos para neutralizar a Rusia y a Vladímir Putin y la crisis ucraniana, según afirmó Estulin en el canal RT de la televisión rusa. El Club Bilderberg está preocupado por el papel que desempeñe Rusia en el país vecino, dado que Moscú no permitiría nunca que Ucrania «cayera en las garras del poder occidental», indicó Estulin.

De todos modos, diversos observadores coinciden en que en el encuentro de este año surgió una clara escisión entre lo que se denomina el «Bilderberg europeo» y el «estadounidense». El del Viejo Continente pide que Rusia tenga un protagonismo mayor en el tema ucraniano porque considera que sin Moscú «no habrá ningún tipo de cambio importante en Ucrania». Por otro lado, el Bilderberg estadounidense apuesta por buscar otra forma de sacar adelante a Ucrania sin demasiada participación de Rusia.

Si bien la posibilidad de la renuncia de Juan Carlos era desde hace tiempo un secreto a voces en España, fue la reunión del Club Bilderberg en Dinamarca la que terminó por bajarle el pulgar al monarca que desde hace décadas alternaba sus correrías con el papel de lobbysta todoterreno de las empresas y los intereses españoles. Bastaba que el rey levantara el teléfono y se comunicara con algún compañero de juerga de las pertromonarquías del Golfo, para que España tuviera asegurado todo el combustible que necesitaba su capitalismo tardío. Acaso ¿no llamó a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para terciar en favor de Repsol ante la inminente reestatización de YPF? Basta recordar el «¿Por qué no te callas?» a Hugo Chávez para entender qué papel jugaba el monarca en este lado del Atlántico.

Además de la embajada norteamericana en Madrid, que no ocultaba su preocupación por el desgaste de la clase política y la Casa Real, sacudidas por una seguidilla de escándalos de corrupción, uno de los brazos ejecutores de esta conspiración palaciega fue la propia reina Sofía. El domingo retornó del encuentro de poderosos en Dinamarca y el lunes precipitó la caída de su marido.

La periodista Pilar Urbano, que además de miembro del Opus Dei es una especie de vocera oficiosa de la reina, explicó en una entrevista publicada el 30 de enero pasado; “El reto del príncipe será hacer frente a la demanda de redefinir el Estado, a cómo se distribuye territorialmente España. Esto ya fue apuntado por el rey en su última entrevista. El rey trajo la democracia a España. A lo mejor Felipe tiene que traer la monarquía federal y hacer que la Casa Real sea más transparente. Porque el rey no puede ser un misterio divino. Tenemos que saber donde está». Y a renglón seguido Urbano acotó: “Las monarquías tranquilizan a los poderosos porque dan estabilidad. Todas estas cosas se discuten en el Bilderberg. Un rey en una España en crisis da más garantía de estabilidad que una república, donde puede venir otra persona distinta.»

Para entender la referencia al Club Bilderberg hay que recordar que, según documentos desclasificados de la CIA, el club fue, en su época, el lobby más activo que presionó a Franco para que nombrase al entonces príncipe Juan Carlos como sucesor al frente de la Jefatura del Estado, reinstalando la monarquía en España. Ayer repitieron la historia con Felipe, que ya ha mostrado sus dotes como lobbysta de Google y los Juegos Olímpicos 2020, entre otros.

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