Ilegítima institucionalidad chilena insensible con los pobres

 

arrepentimientoLa Constitución que tiene Chile, hecha por la dictadura, propicia y protege el acumular entre los privados y clase política.

Padre Eugenio Pizarro

Cristo murió y resucitó para instaurar entre los hombres y mujeres una verdadera fraternidad; para superar las injusticias, las desigualdades y el «pecado social», para construir el Reino instaurado e inaugurado por Él.

La misión evangelizadora de la Iglesia y de cada cristiano es crear fraternidad; cada vez que amamos en forma efectiva: hasta el extremo, estamos haciendo un avance del Reino de Dios; estamos dando testimonio de la resurrección del Señor. Estamos celebrando la Eucaristía de la vida, uniendo nuestra fe con nuestra vida, según los signos de los tiempos.

Esta misión de crear fraternidad es difícil y conflictiva en nuestro mundo, porque se enfrenta con los obstáculos puestos por el egoísmo de unos pocos poderosos, que defienden sus intereses, privilegios sociales y culturales; que hacen y son obstáculos con sus abusos de poder.

Esta minoría y su práctica egoísta es la antípoda a la sociedad de la civilización del amor y del compartir instaurada por Cristo con su Muerte y Resurrección y en su Eucaristía.

Se ha globalizado en el mundo, un sistema económico, egoísta, acumulador, concentrador de poder y riquezas. Este sistema hace el «pecado social». Se ha institucionalizado un sistema perverso que acarrea sufrimientos en tantos y tantos sectores de la humanidad; es una violencia institucionalizada que hace una tentación a la violencia. Violencia que no queremos. Se trata del sistema neo liberal o «capitalismo salvaje».

Es valioso y permanente el pensamiento escuchado en una predicación: «Una comunidad capitalista no tiene derecho a celebrar la Eucaristía porque está creando un monstruo que no podrá ser absorbido por la comunidad».

El predicador se refería a ese «capitalismo salvaje, duro e inhumano» que afecta y destruye a tantos sectores del mundo. Aquel que apoya esta crueldad vive en pecado mortal por la injusticia que comete especialmente con los pobres.

La Constitución que tiene Chile, hecha por la dictadura, propicia y protege el acumular entre los privados y clase política en el poder, haciendo no sólo el «pecado social», la injusticia y la marginación, sino también un negociado corrupto entre ellos: Un pecado contra Jesús en el hermano. Es un pecado contra Jesús, Pan y Bebida Eucarística, que debe compartirse fraternalmente según la necesidad de cada chileno.

Debido a la negociación política, con dictadura cívica-militar, para recuperar el poder, todavía está vigente esta institucionalidad ilegítima y protectora de los privados y clase política. ¡Es una institucionalidad ilegítima insensible ante los pobres y marginados! Y resulta que los ilegítimos en el poder llaman en forma inconducente a pronunciarse sobre una Nueva Constitución. ¡No tienen ni derecho ni autoridad moral para hacer este llamado! ¡No dan confianza al pueblo!

Creo que debe hacerse una Elección Libre de una Asamblea Constituyente, regida y administrada por el SERVEL. No debe haber intromisión del poder ilegítimo (Ni Ejecutivo ni Parlamento), más aún cuando hemos comprendido que se ha ninguneado al pueblo, se le ha utilizado en las protestas y elecciones, se le ha traicionado con la negociación en Calera de Tango de clase política, ansiosa de que le devolvieran el poder, con dictadura y derecha, eliminando los «extremos». Y hoy estamos en pleno descubrimiento del avenimiento corrupto de políticos candidatos, de sus Partidos, con los privados y ricos poderosos, ambos protegidos por Constitución del 80. Una minoría por ilegítima institucionalidad tiene secuestrada a una mayoría. Esa mayoría traicionada y sin verdaderos canales de participación, es y debe ser siempre el sustento de una verdadera democracia. Con Pinochet hubo una avalancha de privatizaciones en manos de empresarios coludidos con fuerza y poder foráneo, y ahora, más aún, se descubre que la colusión es también con políticos, llegando a una inmoralidad de corrupción, que daña profundamente al pueblo, porque la evasión de impuestos es un saqueo al pueblo soberano: es dinero y riqueza de todos los chilenos. Entonces, por esta institucionalidad ilegítima, sin moral, Chile no es de todos los chilenos. Por esto mismo, la mayoría, el pueblo soberano, no ejerce soberanía. Por tanto, Chile no es democrático. Una verdadera democracia descansa y es sustentada por el ejercicio real de la soberanía del pueblo.

Ante este cuadro no cabe la dirección y administración de Elección Libre de una Asamblea Constituyente en políticos, Partidos políticos, gobierno y parlamento actuales. Deben elegirse constituyentes de las Regiones (no de políticos y Partidos actuales), ojalá de organizaciones sociales , culturales y populares. Una vez elegidos representantes de cada Región, tres por cada una, con mayoría simple, gana el que gana, aunque sea por un voto. Se constituye Asamblea Constituyente, dependiente del Registro Electoral, con abogados probos, honestos y constitucionalistas, quienes escuchando al pueblo, transcriben en leyes, artículos, decretos, etc.lo expresado por la voluntad popular de Asamblea. Lo acordado es un proyecto de Nueva Constitución, que debe ser aprobado o rechazado por un Plebiscito con plenas garantías, también supervigiladas por Registro Electoral. Así tendremos la seguridad que la Nueva Constitución es expresión de la voluntad del pueblo soberano y no de una élite como ha sido hasta ahora.

Han pasado más de cuarenta años del Golpe Cívico- Militar, y casi 27 años de gobiernos posteriores al tiempo del dictador. Ni el Ejecutivo ni el Parlamento han cambiado ese poder de colusión entre privados poderosos y clase política en los Partidos y en el Parlamento no representativo, elegido con una ley binominal injusta y excluyente, y por tanto también ilegítimo. Lo más que han hecho, faltando al amor fraterno, a la manera de Jesús, es retoques cosméticos.

Más que nada, tanto Ejecutivo como Parlamento, han seguido «legitimando» lo ilegítimo. Y las reformas prometidas por gobierno actual no han tenido resultados. Nunca podrán resultar con institucionalidad ilegítima y con el sistema económico perverso o «capitalismo salvaje» como lo llamó el Papa.

Dicen, después de trámites fallidos e inconducentes, que las reformas tendrán un camino apenas gradual.

En una reciente encuesta la autoridad ilegítima del Ejecutivo alcanza un 74% de rechazo y desaprobación, casi igual, aunque más aumentada, que la no votación de ciudadanía o soberanía nacional. Me parece, y lo digo por amor a Chile y los pobres, que hay que rechazar soberanamente, como pueblo, ese intento espurio y extraño de hacer por ese camino una Nueva Constitución.

¡Tienen que haber autoridades legítimas y nuevas convocando a una Nueva Constitución! Es lo expresado anteriormente.

Debo agregar algo más: para sostener esta institucionalidad perversa e ilegítima, me parece que hoy de una u otra forma, se está aplicando todavía la mal llamada Doctrina de Seguridad Nacional, que es la inseguridad misma para millones de hogares y de hermanos nuestros.

Ahora, ante cualquier discenso  popular, es aplicada, en forma solapada, esa Doctrina de Inseguridad Nacional, aduciendo y calificando todo, rápidamente, como actos terroristas; se aplica, oprimiendo al pueblo, una llamada «ley antiterrorista», que ha sido rechazada por el ordenamiento jurídico internacional. Todo esto es la antípoda al mandamiento nuevo.

Ante esta situación, la Iglesia tiene la misión profética de anunciar el amor de Jesús, y denunciar el «pecado social», convocando a la justicia y al amor fraterno. No es fácil cumplir esta tarea. Pero los discípulos de Cristo no son más que su maestro. Es ya bastante que sean como su maestro.

Mientras existan las injusticias y las desigualdades entre nosotros, los hombres y mujeres no pueden hacerse hermanos ni vivir la fraternidad ni reconciliarse. Por eso es un pecado. Es un desafío a la conciencia cristiana y a la misión de la Iglesia, luchar contra ello, a causa de la exigencia del mandamiento nuevo del amor a la manera de Jesús: exigencia de crear fraternidad, para que el mundo crea que Cristo resucitó. El amor, hasta el extremo, de los cristianos, y no «en la medida de lo posible» , es manifestación del don del amor de Jesús Resucitado y en la Eucaristía.

He querido hacer este aporte, buscando prestar un servicio, porque amo a Chile. Soy sacerdote y ciudadano chileno. No lo hago como un político más. Lo hago no con política partidista y proselitista. Busco el bien común. Y en este sentido hago política distinta a la partidaria. Hago política, buscando el bien de la «polis», y es la expresión más eximia de mi amor a mis hermanos, especialmente a los más pobres.

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