Javier Marías: “Descuiden, no me voy a ganar el Cervantes”

En estas líneas, el autor de “Negra espalda del tiempo” y “El hombre sentimental”, señala que es ridículo que un escritor se dedique a dar lecciones, reconoce que su nueva obra continúa siendo la prolongación de “esa gran novela” que está escribiendo hace más de 40 años y advierte que un libro con moraleja es desastroso.

(Por Montserrat Martorell desde Madrid) El 14. Ese es el número de Javier Marías (1951). Eso porque “Así empieza lo malo”, es la decimocuarta novela del escritor español.

Frente a un centenar de periodistas en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el autor de “Los enamoramientos”, “Mañana en la batalla piensa en mí” o “Corazón tan blanco”, afirmó que, de ganarse el Premio Cervantes, no lo recibirá: “cuando rechacé el Premio Nacional de Narrativa, dije que no aceptaría ningún galardón, ni invitación del gobierno. ¿Quién paga el Cervantes? Pues ya tiene su respuesta».

Junto con lo anterior, indicó que su nueva obra –una novela de personajes, de la vida privada–, es una prolongación de esa «gran novela» que está escribiendo desde que comenzó su carrera a los 19 años con la publicación de “Los dominios del lobo”.

Marías, que se refirió al aborto, la posguerra y la transición española, confesó que “es ridículo que en el siglo XXI un escritor se dedique a dar lecciones, tomar partido o algo que se le parezca. En mis novelas intento presentar a los personajes y no juzgar. No son novelas morales ni tienen tesis finales, pero sí, de vez en cuando, se presentan dilemas o ambigüedades morales, pero como novelista trato de no meterme mucho ni juzgar esas conductas. Una novela con moralina o moraleja es desastrosa. La literatura es lo opuesto a los juicios. Allí se explican una serie de hechos, se cuenta normalmente algo: una historia, un delito, un crimen y finalmente se dicta una sentencia. En las novelas se cuenta algo también, se muestra, se explica quizás y lo que no debe haber nunca es una sentencia o veredicto ni nada que se le parezca. Yo intento mostrar una historia, ambigüedades morales, dilemas… no creo que haya muchas novelas que realmente valgan la pena que no tengan algún elemento de ese tipo, pero intento abstenerme de juzgar”.

Por otra parte, reconoció que es difícil escribir prosa, que a él todavía le cuesta, que el tipo de escritura preciosista que consiste en que el lector dice “olé” cada vez que lee un párrafo, “no me gusta, me revienta” y agregó que“cada vez soy un peor lector y tolero menos ciertas cosas”.

En una conferencia distendida en la calle Alcalá de la capital española, añadió que “hay personas a las que les perdonamos todo”, aseveró que “la gente está muy loca”, que “a nadie les gusta contar las humillaciones que ha sufrido, pero ahora todos quieren ser víctimas” y confesó que no vuelve a sus libros: “sería una pérdida de tiempo releerlos. Hay demasiada buena literatura para perder el tiempo haciendo eso porque además te obliga a pensar: “yo creo que escribía mejor antes… eso da una sensación no grata. Desanima un poco”.

Además, reflexionó que “hay autores a los cuales se puede concebir en otra lengua distinta de la que emplearon, en aquella que posibilitó sus libros… algunos quizás no, algunos la temática de sus libros está tan pegada a su propia lengua o país al que pertenecían, que es más difícil, como sería quizás en el caso de Faulkner… es difícil imaginar a un Faulkner que no hubiera escrito en inglés, pero es fácil imaginar a un Proust que hubiera escrito en italiano o español. Incluso, posiblemente, se podría imaginar a un Joseph Conrad con facilidad que hubiera escrito en cualquier otra lengua… de hecho, hay que recordar, que él eligió el inglés, un idioma que no había aprendido hasta los 21 años. De manera, que es un elemento importante: la lengua posibilita que escribamos los libros que escribimos, pero no me parece lo fundamental”.

Respecto a los escritores de lengua española, reconoció que “hay autores por los que uno siente cierta afinidad y otros por los que no siente ninguna. Aunque la lengua sea la misma. Quizás la lengua literaria todavía se mantiene bastante cercana, pero yo he observado que la lengua más coloquial va teniendo diferencias cada vez mayores y veo un gran deterioro de la lengua española en el uso que se hace tanto en los países latinoamericanos como en España. Ninguno estamos libres de culpa. Me da la impresión que en los países americanos, quizás por su mayor vecindad con Estados Unidos, la invasión de anglicismos espantosos e innecesarios es todavía mayor que en España y aquí ya es muy grande… pero creo que la hermandad que uno siente con determinados escritores, más que por compartir la misma lengua, se da por las afinidades literarias. Hay autores latinoamericanos por los que siento afinidad y otros que no. De la misma manera, que hay autores españoles, incluso madrileños (yo soy madrileño), por los que siento cierta afinidad y otros que me son tan ajenos como que fueran noruegos. O quizás un noruego me sea más próximo”.

Por último, recordando al escritor Fernando Savater, señaló que adhería a su postura respecto a los enemigos: “detesto perderlos o que se mueran porque son estimulantes a veces. Te obligan a intentar ser cada vez mejores. Permiten que la gente siga adelante. Ahora, el resentimiento es grave y puede ser un estímulo, pero negativo. Se debe prescindir del rencor porque puede ser un estímulo, pero también un enorme lastre para la vida personal y colectiva”.

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