Italia forma gobierno y se apunta a lo imposible

La política es el arte de lo imposible. Puede que ese conocido aforismo saliera de los labios de Maquiavelo, porque lo cierto es que el nuevo Gobierno de Italia —fruto de una coalición de fuerzas, extraña e increíble donde las haya— lo ha aplicado hasta sus últimas consecuencias.

Por Francisco Herranz

Por un lado, el Movimiento Cinco Estrellas (M5S), un heterogéneo grupo anti-establishment de izquierdas, afincado especialmente en las regiones meridionales. Por otro, la Liga Norte, un partido de extrema derecha con tendencias separatistas que es fuerte en las provincias septentrionales.

Casi son como el agua y el aceite. Es decir, dos sustancias que se repelen mutuamente y no pueden vivir juntas. Pero, tras las recientes elecciones parlamentarias del 4 de marzo, ambas formaciones políticas se han apuntado al arte de lo imposible y han sorprendido a todos los politólogos al negociar y suscribir un plan conjunto de gobierno. El programa de coalición, bautizado como «el contrato por el gobierno del cambio», es un documento bipartidista que desglosa 38 puntos clave, algunos de ellos muy polémicos.

El texto, de 58 páginas de extensión, incluye, entre otras medidas, la expulsión inmediata de los 500.000 inmigrantes ilegales que actualmente viven en Italia (páginas 26-27), una fuerte reducción de la presión fiscal con una tarifa plana del Impuesto sobre la Renta a las Personas Físicas o «flat tax» (página 19), la creación de una renta básica de 780 euros mensuales para que los italianos desempleados (página 34) se reinserten en la vida social y laboral del país, así como la subida de las pensiones hasta la citada cantidad.

El capítulo número 10 (página 18), que gira alrededor de la política exterior, tiene una parte muy destacable. Dice así textualmente: «Se confirma la pertenencia [de Italia] a la Alianza Atlántica, con Estados Unidos como aliado privilegiado, con apertura a Rusia, percibida no como una amenaza sino como un socio económico y comercial potencialmente siempre más relevante. En este sentido, es oportuno retirar las sanciones impuestas a Rusia, para que sea rehabilitada como interlocutor estratégico en la resolución de crisis regionales (Siria, Libia, Yemen)». En otras palabras, la coalición no oculta su actitud abiertamente amistosa hacia Moscú.

Con respecto a sus relaciones con el Viejo Continente, también son bastante claros. Esta insólita alianza política cree que resulta necesaria «la rediscusión de los tratados de la Unión Europea y del cuadro normativo principal a nivel europeo» (página 17) y quiere que se revise «la estructura de la gobernanza económica europea» (página 54), especialmente la política monetaria única —el euro—, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, y el pacto fiscal, porque considera que esa gobernanza es «absolutamente asimétrica» y está «basada en el predominio del mercado» más que en la «importante dimensión económica y social». No le falta razón en este aspecto concreto.

Este amplio y ambicioso programa de gobierno ha desatado la perplejidad y la desconfianza en Bruselas, en los mercados de valores internacionales y entre la patronal italiana, sobre todo, porque ponerlo en marcha puede suponer un coste adicional de 100.000 millones de euros.

Al frente de este proyecto con aires populistas va a estar un abogado que da clases de Derecho Privado en la Universidad de Florencia, desconocido para la inmensa mayoría de los italianos. Su nombre: Giuseppe Conte. Es una evidente figura de consenso entre el líder del M5S, Luigi di Maio, y de la Liga Norte, Matteo Salvini. El profesor y jurista, de 53 años, llegó en taxi al Palacio del Quirinale, sede de la Presidencia de Italia, para ser confirmado dos horas después por el jefe del Estado, Sergio Mattarella, como presidente del Consejo de Ministros.

En su primera alocución pública, el primer ministro «in pectore» se comprometió a ser «el abogado defensor del pueblo italiano» con empeño y responsabilidad. Y en un claro mensaje dirigido a los intranquilos mercados y observadores internacionales, Conte declaró que abogará por la «colocación europea» de Italia.

En cualquier caso, la mera posibilidad de esta «unión del agua y el aceite» constituye un hecho inédito en la historia moderna de la tercera economía más grande de la Eurozona, una economía con un sistema bancario débil y una fuerte deuda pública. «Que un técnico represente a un gobierno político es una circunstancia sin precedentes que expone al Gobierno a riesgos muy altos», subraya Maurizio Molinani, director del diario La Stampa, editado en Turín, ciudad cuna de la marca de automóviles Fiat.

Molinari estima que los italianos votaron en contra de los partidos tradicionales (Forza Italia y el Partido Socialista) y a favor de las fuerzas antisistema que han dado voz, en el norte, a la cuestión interterritorial (la Liga Norte) y, en el sur, al mundo de los desempleados (el Movimiento Cinco Estrellas), revolucionando de esa manera el juego de equilibrios de la mayoría parlamentaria. En el fondo subyace el obstáculo de las profundas desigualdades que soporta la sociedad italiana, un desajuste que ha ido aumentando progresivamente en los últimos años.

«Esto es un laboratorio, en cierto modo. Nadie sabe qué pasará, porque es un gobierno sin precedentes, y las dos partes de este gobierno son virtualmente incompatibles», reconoce Sergio Fabbrini, profesor de Ciencias Políticas y director de la Escuela de Gobernanza de la Libre Universidad Internacional de Estudios Sociales Guido Carli (LUISS, por sus siglas en italiano).

«La cuestión principal es ¿cómo se gobierna un país como Italia, un gigante industrial, con un gobierno populista, en una gran democracia con las restricciones de la Eurozona?», se interroga Fabbrini.

El director del diario La Stampa también se pregunta si el programa de coalición contiene «respuestas eficaces para afrontar el problema de las desigualdades sociales». Habrá que verlo con mucho interés. (Sputnik)

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