El agua no debe ser propiedad privada

ysernEscribe Juan Luis Ysern de Arce

*Obispo Emérito de Ancud

Presidente de Caritas Chile

Hoy se levanta con justa razón un grito de protesta social frente a una legislación que “concede” derechos sobre el agua, sin “reconocer” ni respetar previamente los derechos existentes en las comunidades que las usan, y sin atender a las prioridades vitales que deberían definir la gestión de los recursos hídricos a lo largo del territorio.

La posesión o el uso de un objeto en forma pacífica por mucho tiempo y, más aún, por tiempo inmemorial, generan derechos que deben ser reconocidos. No hacerlo y “concederlos” a personas o entidades privadas es un despojo, un robo, que se hace a quienes desde siempre son poseedores pacíficos del derecho. Esto, no por concesión de la ley, sino por derecho inherente a la vida.

Desde la década de los ‘80 vemos cómo se privatizan ríos, manantiales, aguas subterráneas o glaciares, y ya incluso hay quienes proponen, sobre la base del dogma del mercado, la privatización de las costas o de lechos marinos. Esto no sólo constituye un atropello a las comunidades y economías locales y ribereñas que viven y dependen de esos manantiales o costas, sino que afecta la integridad de la sociedad y el mandato divino de ordenarnos en pos del bien común, la generosidad y el goce con respeto de la Creación. El enfoque adecuado de la legislación y de las prácticas económicas debe tender al uso de esos bienes públicos de forma que no perjudique a los demás y que permita el desarrollo de diversos emprendimientos productivos al interior de cada cuenca hidrográfica del país, lejos de las tendencias a los monocultivos que ya se observan en varias partes de nuestro país.

El actual régimen privado que impera sobre el agua tiende a la desintegración de estos imperativos sociales, y por ello ya vemos cómo se multiplican hechos de injusticia, que muchas veces son los que originan violencia, cuando empresas despojan de suministro de agua a las comunidades, e incluso compiten entre corporaciones o sectores productivos por este recurso vital.

El Papa Benedicto XVI en su reciente Encíclica “Caridad en la verdad” nos dice: “El acaparamiento de los recursos, especialmente del agua, puede provocar graves conflictos entre las poblaciones afectadas. Un acuerdo pacífico sobre el uso de los recursos puede salvaguardar la naturaleza y, al mismo tiempo, el bienestar de las sociedades interesadas. La degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana: cuando se respeta la “ecología humana” en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia. Para salvaguardar la naturaleza no basta intervenir con incentivos o desincentivos económicos, y ni siquiera basta con una instrucción adecuada. Éstos son instrumentos importantes, pero el problema decisivo es la capacidad moral global de la sociedad”.

En el contexto de los cambios climáticos que ya se expresan en el territorio y agudizan la vulnerabilidad de nuestras comunidades hermanas, la Iglesia Católica asume la necesaria misión de promover una nueva cultura del agua, en vista de que nuestra sociedad incorpore la máxima participación ciudadana y avance en la materialización de un nuevo marco legal, que reconozca y respete los derechos que todos tenemos sobre el agua. Nuestro primer paso será unir a amplios representantes de la sociedad civil organizada en un seminario internacional sobre el agua (www.derechoalagua.cl), para comenzar a expandir el mensaje del Papa Benedicto XVI en cada rincón de Chile.

1 comentario
  1. Juan Segura dice

    No puede ser m{as acertada la interpretación que hace monseñor. El egoísmo y la avaricia de las transnacionales y sus yanaconas locales ha producido ya el despoblamiento de la zona precordillerana de las regiones XV, I y II, corriendo el mismo peligro la III, por el ejercicio de poder($) qde las transnacionales mineras, que han comprado conciencias para obtener concesiones de agua que no les pertenec{ian. En todas partes del mundo, los capitalistas de los siglos XVI, XVII , XVIII, XIX, XX y XXI(ahora) han ocupado tierras ajenas, ignorando, con la razón de las armas,a sus legítimos propietarios, matando, segregando y reduciendo su autonomía y su libertad, como si fueran animales.
    Hoy el gua y los flujos de ella son privados (de los ocupantes)y ellos deciden qué hacer con ella.
    Los gobiernos que han traicionados a sus pueblos han privatizado sus medios de subsistencia, aduciendo la necesidad de ser «modernos y desarrollados», ¿Nos quieren»Felices» por decreto? ¿Por mandato de los «ocupantes dueños del agua y de las tierras?
    Los actuales dueños del capital, del gobierno de
    Chile SA y de los medios de comunicación as{i lo han decidido….Amén

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