Investigadores realizan censo de árboles en Santiago y estudian efectos de la contaminación en las especies

Si bien ha habido un aumento en la cantidad de especies nativas ubicadas en la Región, éstas sólo alcanzan al 14 por ciento del total de los árboles de Santiago. Junto a la estimación de más de 6 millones de árboles, la investigación determinó que los diferentes contaminantes atmosféricos afectan a las especies, disminuyendo su crecimiento.

Evaluar el estado del sistema vegetal urbano en términos de su estructura, determinar sus cambios desde el año 2002 y medir el efecto de los contaminantes urbanos sobre la fotosíntesis de las plantas. Esos fueron los objetivos de un proyecto encabezado por el investigador Jaime Hernández, académico de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza, aplicado en la Región Metropolitana.

¿Los resultados? En Santiago dominan las especies exóticas, y sólo un 14 por ciento de los árboles de la capital son de origen local, siendo el quillay el más preponderante. Si bien esta cifra representa un aumento considerable en relación a las cifras del 2002 donde sólo constituían un 4 por ciento, la tendencia mundial es que en ciudades similares esta cifra asciende al 58 por ciento.

A esto se suma que la distribución de tamaños muestra un crecimiento de los valores medios pero un aumento poco significativo de las clases más jóvenes. En tanto, los mayores aumentos en cuanto a especies lo representan el quillay, jacarandá, ligustro y liquidámbar; y las disminuciones han sido del arce, falso acacio y el ciruelo rojo.

La importancia de la biodiversidad

A pesar del actual porcentaje de especies nativas, el profesor advirtió que «eso no quiere decir que debemos llenar toda la ciudad de quillay, porque no debería haber un más de 10 por ciento de una sola especie», esto, por el componente de biodiversidad necesario, y con ello, el aseguramiento de lo que se denominan «servicios ecosistémicos», definidos como «los beneficios que obtenemos los seres humanos por parte de los árboles».

Si bien la función más común es la sombra en el verano, el académico advirtió que son muchos más los beneficios que éstos nos otorgan. «Los servicios ecosistémicos son múltiples. Tenemos el secuestro del carbono al limpiar el aire y almacenarlo como biomasa en sus hojas; está la regulación de las correntías y retención de agua en temporadas de lluvia; su rol para la biodiversidad urbana, por ejemplo, para las aves; y en términos humanos y culturales, hay mucha gente que su salud mental está asociada a vivir en un lugar donde tenga posibilidades de contacto con árboles, algo más allá de la recreación».

En ese sentido, indicó Hernández, los quillayes y las especies nativas «van a ofrecer algunos servicios ecosistémicos y otros en menor proporción, entonces necesitamos combinar varias especies». Sobre esto mismo, recalcó el experto, «la idea no es hacer una guerra contra las especies exóticas, pero sí tenemos que darle más importancia a lo nativo, porque claramente hoy está desbalanceado».

Incluso, agregó, «si la proporción fuera mitad – mitad sería más positivo que si sólo fueran especies nativas, porque las especies locales no son tan diversas tampoco, por lo que, si las combinamos con las exóticas, se ofrece una mayor cantidad de servicios ecosistémicos combinados».

Respecto al quillay, relevó el experto, «es una especie bastante rústica, que no requiere mucha agua, que resiste bien las condiciones ambientales de la ciudad, y es una especie emblemática que deberíamos usar más»; pero, cómo advirtió, «los árboles no deben ser vistos como aspiradoras de contaminación, también se enferman».

El impacto de la contaminación en las especies

«Mucha gente piensa que una de las soluciones más importantes para descontaminar la ciudad es poner más árboles y la verdad es que desde mi punto de vista eso no es una solución sostenible en el tiempo. La medida más importante es dejar de emitir los contaminantes en primera instancia. O sea, actuar en la causa y no en el efecto», planteó enfático el experto, información que refrenda con los resultados de otro de los aspectos del proyecto Fondecyt «Vegetation knowledge-based indicators for urban sustainable planning (2014-2016)»: cómo afecta la contaminación a las especies vegetales, particularmente en el quillay y la robinia, las principales especies nativas y exóticas, respectivamente.

Lo que hacen los árboles es captar algunos de esos contaminantes, como el PM 10 y el PM 2,5, pero –advirtió el especialista- «como son seres vivos, su fisiología se afecta». Independiente que las hojas puedan retener partículas, «eso significa que parte de la esa cubierta vegetal va a tener un bloqueo, disminuyendo la luz solar disponible para hacer fotosíntesis, lo cual significa que los árboles tienen menos recursos o ‘alimentos’ para seguir funcionando». Por otra parte «los estomas, que son las aberturas de la hoja por donde ingresa el oxígeno necesario para la fotosíntesis, también se obstruyen, disminuyendo la cantidad disponible de este elemento para el proceso». Esto provoca que los agentes contaminantes afecten entre un 13 y 49 porciento de la fotosíntesis.

Ante este escenario, aclaró el profesor Hernández, «los árboles sí van a seguir funcionando, pero se van a enfermar y se van a estresar». Con este estudio «nos dimos cuenta que los contaminantes sí afectan, sobre todo en invierno». Ante este resultado, «si bien las especies no se van a morir, sí van crecer menos y se van a estresar. Por así decirlo, ‘van a tener gripe’ durante todo el invierno'».

Otro de los hallazgos es que es mucho más importante el efecto acumulado en el tiempo, por lo cual, «si hay árboles que están en comunas o en barrios que tienen altos niveles de contaminación permanente durante el tiempo, se van a ver más afectados. En cambio, los contaminantes gases, como el ozono, el CO2, afectan tanto en la concentración que tienen en el día como en el efecto acumulado en el largo plazo».

Algunas propuestas

Como indicó el experto, ante este escenario y los resultados de la investigación, queda en evidencia la necesidad de «una política que busque balancear la cantidad de nativos versus los exóticos, considerando que sea más diversa la cantidad de servicios ecosistémicos».

Por otro lado, apuntó a que, para la ubicación de especies en el territorio urbano, «además de escoger por criterios paisajísticos, por su porte y color, hay que empezar a elegir por otros criterios como las condiciones fisiológicas y ecológicas, que sean las adecuadas para un determinado lugar».

Finalmente, el académico explicó que es necesario estudiar el impacto de los contaminantes en otras especies presentes en la zona.

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