Pandemia en Chile: Desafíos al Estado y a las políticas públicas

Estamos enfrentando un momento complejo en la historia de la humanidad.

Por Verónica Figueroa Huencho, académica mapuche

Sin duda no es la primera pandemia que enfrentamos a nivel mundial, pero sí la primera que nos afecta gravemente en la era de la información y las tecnologías.

Las comunicaciones, la oportunidad con la que se entrega la información, el alcance de sus contenidos, se tornan claves para propiciar comportamientos racionales en la ciudadanía, de manera de asumir el autocuidado y la protección de nuestros entornos como una responsabilidad individual, con sentido comunitario. Sin embargo, esa entrega de información es la cara visible de un engranaje complejo que pone en tensión al Estado, a su rol, a su institucionalidad y a las reglas del juego que se han definido por décadas.

La subsidiariedad del Estado, el protagonismo del sector privado en la toma de decisiones, la precariedad en el reconocimiento de derechos valorados por la ciudadanía, la diversidad cultural de nuestra sociedad, entre otros, demuestran más que nunca las limitantes de los acuerdos de convivencia que nos rigen, y nos recuerdan la necesidad urgente de un cambio constitucional. Esta dimensión estructural de la gobernanza que nos afecta en la cotidianeidad tiene, además, una contrapartida en la forma en la que se deciden e implementan las políticas públicas, donde el centralismo y la homogeneidad racionalista que ha caracterizado a los Estados-nación weberianos, ha obstaculizado una mirada holística y sistémica de la realidad.

Desde la mirada del Estado-nación, la pandemia que ha provocado el COVID-19 se entiende como una crisis sanitaria, y no cabe duda de que es así. Sin embargo, requiere de un abordaje multidisciplinario y multidimensional del Estado para identificar todos los ámbitos en los que se ven afectados la vida de la ciudadanía, pues es la unidad de medida del valor público, de la concreción del bien común. La ciudadanía requiere hoy información oportuna, confiable, clara, simple. Necesitan certezas para asumir sus economías domésticas, donde la seguridad laboral es un eje fundamental. Requieren medios apropiados para enfrentar las cuarentenas en sus hogares, donde la desigualdad muestra su peor cara. Necesitan que se les trate como personas, que sus derechos no se vulneren, que se respeten. Quieren atención digna. Quieren que se reconozca su diversidad. Y esto no significa paternalismo del Estado, sino que éste se transforme en el garante de su dignidad.

Contamos con personas formadas, capaces de asumir este rol en el Estado, en el apoyo al gobierno. Si bien no subsanarán los vacíos que se abordarán en el debate Constitucional, pueden aportar en la identificación de ámbitos estratégicos, para que se actúe de manera anticipada a la emergencia de los problemas, para que la proactividad sea parte de una agenda política y de gestión.

Ponerse en los zapatos de la ciudadanía hoy deja de ser un cliché, para convertirse en la dimensión humana del Estado.

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