Ataques suicidas de ISIS provocan matanza en aeropuerto de Kabul en medio de evacuaciones

Poco después, fuentes no oficiales del sistema de salud afgano y del Gobierno estadounidense dijeron a varios medios que el saldo de muertos ascendía al menos a 60

Dos suicidas con explosivos y hombres armados con fusiles del Estado Islámico (EI) atacaron hoy a una multitud en la entrada del aeropuerto de Kabul, donde mataron al menos a 13 militares estadounidenses e hirieron a otros 18, dentro de un saldo total aún no definido de decenas de fallecidos, entre ellos niños, en los últimos días de un masivo operativo de evacuación que ha atraído a miles de extranjeros y afganos que quieren salir de Afganistán tras la toma de poder de los talibanes.

Horas después de los atentados, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, prometió tomar represalias.

«Para los que cometieron este ataque, no perdonaremos, no olvidaremos, los cazaremos y los haremos pagar. Defenderé a mi gente y nuestros intereses con toda la fuerza que tengo (…) Responderemos en nuestro tiempo con la fuerza y en el lugar que decidamos», advirtió.

Pese a la multiplicación de las criticas por la retirada, Biden ratificó que Estados Unidos abandonará Afganistán y que lo hará en la fecha prometida, el 31 de agosto: «Es tiempo de terminar una guerra de 20 años».

Los dos ataques suicidas de hoy llegaron en medio de un clima de advertencias de países occidentales que temían atentados en el aeropuerto internacional de la capital afgana por parte del grupo yihadista EI, que en Afganistán se ha nutrido de extalibanes con una visión del islam aún más extremista que la oficial del movimiento afgano.

Hombres con la ropa empapada de sangre y mujeres llorando intentaban salir del lugar tras el ataque en la puerta del aeropuerto, mientras algunos heridos eran transportados en camillas. Un niño se aferraba al brazo de un hombre con una herida en la cabeza, según imágenes que circulaban por redes sociales.

«Cuando la gente escuchó la explosión el pánico fue total. Los talibanes empezaron a disparar al aire para dispersar a la gente», contó un testigo que pidió no revelar su nombre a la agencia de noticias AFP.

Poco después de los ataques, varios medios extranjeros reportaron otras dos explosiones en la capital afgana, pero el vocero del movimiento talibán, Zabihullah Mujahid, descartó que fueran atentados y sostuvo que fueron explosiones controladas de las fuerzas estadounidenses para destruir municiones, según la agencia de noticias Sputnik.

Un vocero militar estadounidense confirmó luego esta versión.

En conferencia de prensa virtual, el general Kenneth F. McKenzie, jefe del Comando Central de Estados Unidos, advirtió que esperan que «los ataques del EI continúen», aunque adelantó que no pedirá refuerzos ni suspenderá las evacuaciones, que según ratificó esta semana el presidente Joe Biden terminarán el 31 de agosto, el plazo máximo acordado con los talibanes durante el Gobierno anterior de Donald Trump.

«Pero no hay manera de controlar a las personas que van a abordar los aviones, si no es de manera física, a una muy corta distancia», aclaró al explicar por qué los soldados estadounidenses pueden ser sujeto de nuevos ataques.

Los talibanes, que controlan las afueras del aeropuerto, cifraron los muertos en «entre 13 y 20» y los heridos en 52, condenaron los ataques y dijeron que «tuvieron lugar en una zona donde la seguridad está en manos de las fuerzas estadounidenses».

Poco después, fuentes no oficiales del sistema de salud afgano y del Gobierno estadounidense dijeron a varios medios, entre ellos la cadena de noticias BBC, que el saldo de muertos ascendía al menos a 60.

El Ejército estadounidense solo anunció las víctimas entre su tropa: 13 fallecidos, entre ellos 10 marines, y 18 heridos, según la cadena de noticias CNN.

En medio de los rumores sobre un saldo de víctimas que convertiría a este atentado en uno de los más letales de los últimos tiempos -sin dudas para Estados Unidos, el más sangriento de la última década en Afganistán-, el EI se adjudicó la responsabilidad de los dos atentados suicidas en un mensaje publicado en el canal de la milicia extremista en Telegram y precisó que un atacante, a quien identificaron, detonó un chaleco explosivo entre los afganos y las fuerzas estadounidenses cerca de una de las puertas del aeropuerto de Kabul, conocida como Abbey Gate.

El segundo ataque sucedió a solo unas cuadras de allí, a metros de la entrada del hotel Baron.

Un exmilitar británico que presenció el ataque desde un auto en el que llegaba al aeropuerto de Kabul dijo que vio a uno de los agresores armado con un fusil AK-47.

«De repente oímos disparos y nuestro vehículo fue atacado, (y) si nuestro conductor no hubiera dado la vuelta, habría sido baleado en la cabeza por un hombre con una AK-47», dijo en un tuit Paul Farthing, que esta semana fue noticia en el Reino Unido por su intención de evacuar a animales de un refugio que abrió en Afganistán.

Los atentados no son una novedad en Afganistán, pero esta vez desnudaron la inusual situación que atraviesa el país con la transición de poder y la retirada en proceso de Estados Unidos.

Por un lado la milicia islamista talibán «condenó enérgicamente los ataques», según escribió en Twitter su vocero, Zabihullah Mujahid, y, por otro, el general McKenzie aseguró que no tiene ninguna evidencia de complicidad de este grupo extremista. «Compartimos un objetivo común: que nos vayamos el 31 de agosto», explicó.

Los ataques son los primeros de su tipo contra civiles afganos y ciudadanos extranjeros desde que los talibanes reconquistaron el poder en Afganistán al tomar Kabul el 15 de agosto pasado, coronando una vasta ofensiva lanzada en mayo en coincidencia con el inicio de la retirada militar de Estados Unidos, derrotado tras 20 años de guerra.

En la última semana, el aeropuerto de Kabul fue escenario de algunas de las imágenes más dramáticas del fin de la guerra más larga de Estados Unidos.

Un vuelo tras otro ha salido de allí para sacar a quienes temen represalias por haber colaborado o trabajado para las fuerzas extranjeras o que los talibanes vuelvan a imponer el brutal régimen que caracterizó a su anterior Gobierno hasta que fue derrocado por una invasión internacional liderada por Estados Unidos, en 2001.

Los talibanes han insistido en que todas las tropas extranjeras deben salir de Afganistán para el 31 de agosto, la fecha fijada por Estados Unidos para completar su retirada, y que las evacuaciones deben cesar también ese día.

Los atentados de hoy cosecharon el repudio unánime de la comunidad internacional y profundizaron el compromiso de Estados Unidos y sus aliados de continuar y completar las evacuaciones antes de fin de mes.

Los talibanes, por su parte, también ratificaron que no aceptarán una postergación del plazo acordado.

«Exigimos la retirada de los estadounidenses en el plazo determinado y en la fecha determinada. No tenemos previsto extender los plazos de su estancia en Afganistán», afirmó a la prensa su vocero Zabihullah Mujahid.

La Casa Blanca informó hoy que 101.300 personas fueron evacuadas ya de Afganistán desde fines de julio, 95.700 de ellas desde la toma del poder por los talibanes y 5.000 por parte de Estados Unidos en las últimas 24 horas.

Algunos países, de todo modos, ya habían terminaron con sus evacuaciones y empezado a retirar a sus soldados y diplomáticos antes de los atentados, y Alemania hizo lo propio hoy, anunció su ministra de Defensa, Annegret Kramp-Karrenbauer.

La tensión es tal tras los ataques que el secretario general de la ONU, António Guterres, llamó hoy a una reunión de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad para discutir la caótica situación en Afganistán.(Télam)

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