París en primavera: un viaje a la luz, al sabor y al encanto del Sena

Descubre la capital francesa en primavera desde el elegante Hotel Norman, a pasos del Arco de Triunfo y los Champs-Élysées. Cena en el premiado restaurante Thiou, navega por el Sena y déjate seducir por la ciudad luz en su estación más encantadora. Una experiencia que combina estilo, sabor y magia parisina.

Llegar a París en primavera es como entrar en una pintura impresionista: los colores florecen, el aire huele a pan recién horneado y las calles, con su ritmo pausado pero vital, te abrazan con historia.

Me alojé en el hotel Norman, un pequeño lujo escondido a solo cuatro cuadras del Arco de Triunfo, en la rue Balzac. Su ubicación es estratégica: estás a pasos de los escaparates eternos de los Champs-Élysées y, si caminas unos quince minutos más, te encuentras de frente con la torre Eiffel, majestuosa como siempre.

El Norman no es solo un hotel. Es un refugio con estilo, discreto pero con carácter, donde el diseño contemporáneo dialoga con el confort absoluto en sus espacios comunes y las 37 habitaciones que se levantan en rue Balzac 15 . Pero lo que lo convierte en una experiencia en sí misma es su restaurante Thiou, de la chef que lleva es apodo, merecedor de una mención Michelin en 2024. Allí probé uno de los mejores magret de canard que he comido: perfectamente sellado, jugoso y acompañado de una salsa con un equilibrio cítrico que me sorprendió. Costó 36 euros, y vale cada uno. Para terminar, una crème glacée por 14 euros fue el broche dulce de una cena memorable. El desayuno es un imperdible, especialmente por sus omelettes y selección de panes. Lo incluye la tarifa, no es bufet, pero sí de una calidad insuperable.

La carta de Thiou combina de manera magistral los clásicos de la cocina tailandesa con los mejores productos franceses, que evolucionan con el tiempo y en función de la temporada. Los platos insignia son imprescindibles, como los nems de langostinos, el «tigre llorón», los raviolis de gambas, o incluso sorpresas como el chucrut de col cocinada al estilo tailandés.

Es cierto, París no es barata, pero tampoco mucho más cara que Santiago o Sao Paulo si uno quiere comer bien. Tambié hay menús por menos de 20 euros en pequeñas brasseries encantadoras, con sopa de cebolla, quiche o boeuf bourguignon, y hasta vino incluido. Hay que saber mirar y animarse a entrar.

O quedarse afuera, mirando al pasar de la gente, como hacen los parisinos.

Otra opción, muy francesa es entrar a una tienda, ojalá de barrio, comprar una baguette, un poco de queso, vino y jamón serrano, y devorarla en un parque o en el puente Alejandro III, mirando el Sena. La aventura culinaria no superará los 10 euros.

Bateaux por el Sena

Una experiencia que recomiendo con el corazón es navegar por el Sena. En primavera, el verde de los árboles acaricia las aguas y los reflejos de la ciudad se duplican en movimiento. Durante una hora, París se ofrece desde otra perspectiva: la Asamblea Nacional con sus columnas imponentes, el Louvre reflejando siglos de arte, y los andamios de Notre-Dame como símbolo de la fuerza de la ciudad. La entrada a la catedral aún es gratuita y, aunque aún no se puede ver completamente recuperada, hay algo conmovedor en observar cómo renace.

Un paseo espontáneo cuesta 19 euros desde el muelle, pero por internet se puede conseguir por 17, lo cual también asegura un lugar. Hay barcos cada hora y muchas empresas, así que es fácil organizarlo incluso sobre la marcha.

En mis caminatas también descubrí otro París: el de los parques a la orilla del Sena, con sus explanadas llenas de jóvenes leyendo, músicos callejeros, parejas tomando vino. La ciudad se siente viva, accesible, y en constante celebración de sí misma.

Imperdible como siempre el barrio de Montmartre y una visita a Sacre Cour, luego bajar por algún mercadillo al aire libre, perderte en alguna diagonal y caer en la Iglesia de la Madeleine. De ahí, solo unos pasos te separarán de la Plaza de la Corcordia.

París hay que caminarla, para perderse y encontrarse, cad tanto, con alguna maravilla del arte antiguo o moderno.

Por las noches, cuando el calor del día baja y se siente esa brisa fresca que da ganas de seguir caminando, me lancé a descubrir rincones: el Marais con sus bares vibrantes, la plaza de la République llena de actividades culturales al aire libre, o simplemente el placer de perderse entre calles sin nombre ni rumbo.

París en primavera no se visita, se vive. Y hospedarse en el hotel Norman es la mejor forma de hacerlo con estilo, con buen gusto y en el corazón palpitante de la ciudad luz. Volveré. Sin duda.

(Lee el reportaje completo en la edición de junio de EP Viajes)

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