
Sichel se desdice y cede ante traspaso de colegios al SLEP: señales de inconsistencia en su gestión
Lo que hace unos meses era una cruzada en defensa de la educación pública descentralizada, hoy se diluye entre cálculos administrativos y pérdida de margen político.
El alcalde de Ñuñoa, Sebastián Sichel, sumó su nombre a la lista de autoridades comunales que, pese a declaraciones iniciales enérgicas contra el traspaso de colegios públicos a los Servicios Locales de Educación Pública (SLEP), terminaron por desistir de esa postura. Lo que parecía una posición firme y articulada junto a otros líderes opositores, como Mario Desbordes en Santiago, se desmoronó en cuestión de meses.
En enero de este año, el propio Sichel calificaba el modelo SLEP como una amenaza para la calidad de la educación pública.
«Los resultados de la PAES solo ratifican una cosa: los colegios de Ñuñoa no se deben ir al SLEP (…). Este método solo seguirá deteriorando la educación del país», afirmaba entonces, exigiendo al presidente Boric y al Congreso detener la implementación del modelo en su comuna.
Incluso llegó a alinear esfuerzos con figuras como que postulaban a ser ediles, como Marcela Cubillos, Felipe Alessandri o Jaime Bellolio, para impulsar una “contrarreforma” que impidiera el traspaso de colegios desde municipios con buenos resultados académicos.
Sin embargo, la firmeza del discurso no resistió la presión de los hechos. En medio de un conflicto con el gremio docente local de su comuna y tras no llegar a acuerdo en una negociación salarial, el municipio liderado por Sichel optó por enviar un oficio al Ministerio de Educación solicitando continuar con el traspaso de los establecimientos al SLEP La Quebrada, que también agrupa a La Florida y Peñalolén.
La justificación del cambio de rumbo fue clara: el petitorio de los funcionarios “superaba lo pactado con la administración anterior” y ponía “en riesgo la sostenibilidad del sistema educativo local”. El municipio responsabilizó a “las malas prácticas de algunos funcionarios” por la ruptura del diálogo.
La decisión, sin embargo, no puede leerse únicamente como una consecuencia de un conflicto puntual. Más bien, revela una inconsistencia preocupante en la gestión del edil ñuñoino. Lo que hace unos meses era una cruzada en defensa de la educación pública descentralizada, hoy se diluye entre cálculos administrativos y pérdida de margen político.
Mientras tanto, otros alcaldes opositores —como Catalina San Martín (Las Condes), Jaime Bellolio (Providencia), Felipe Alessandri (Lo Barnechea) y Camila Merino (Vitacura)— mantienen su negativa al traspaso, con argumentos similares a los que enarbolaba Sichel: buenos resultados académicos, gestión eficiente y desconfianza en el modelo estatal.
La marcha atrás del jefe comunal de Ñuñoa no solo debilita la postura colectiva de la oposición en este tema, sino que instala dudas sobre la solidez de su liderazgo. ¿Fue precipitado el anuncio de rechazo al SLEP? ¿Faltó estrategia para enfrentar el conflicto con los docentes? ¿O simplemente se sobreestimó el poder de resistencia ante una política nacional ya en marcha?
En política, cambiar de opinión no siempre es sinónimo de debilidad, señalan sus críticos, pero cuando ese viraje es tan rápido y tan radical, y no se acompaña de una explicación profunda o autocrítica, los costos políticos son inevitables.
Sebastián Sichel, quien alguna vez aspiró a La Moneda, hoy enfrenta en Ñuñoa una prueba más modesta, pero no menos relevante: demostrar que sus decisiones son algo más que frases para la galería.