Periodismo chatarra: Titulares que embaucan

Por Patricio Segura Ortiz, periodista.

El problema de la mentira en la política no es sólo tik tok, las redes sociales o la tecnología.  Tampoco sólo las personas: quienes creen que todo es cancha y quienes no tienen interés en la evidencia. Siempre y cuando concordemos en el embuste como problema, como medio ilegítimo (y en algunos casos ilegal) de acción política.  Porque si no estamos de acuerdo en aquello, leer esta columna no tiene sentido.

Ya lo dijeron Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, en “Cómo mueren las democracias”, la tensión entre libertad de expresión y la responsabilidad al participar en el debate público no emergió esta mañana.  Extremar el control a lo que expresan los ciudadanos puede llevar a totalitarismos y estados policiales, mientras que lo contrario a un sistema social que pierde la búsqueda del interés público. “En 1798, los federalistas aprobaron la Ley de Sedición, que, si bien en teoría penalizaba las declaraciones falsas realizadas contra el Gobierno, era tan imprecisa que en la práctica criminalizaba cualquier crítica realizada a la Administración” recuerdan sobre el origen institucional de Estados Unidos.

No, no son sólo la tecnología y las personas. El dilema también pasa por el rol que cumplen en este crítico escenario quienes de facto se suponía estaban mandatados a aportar al fortalecimiento de las democracias desde la información: la prensa y los medios de comunicación.

Para cierto periodismo -si se puede llamar así- el paradigma del todo vale sigue vigente, el que ya existía en otras épocas claro está, aunque con menos amplificación. Sus motivos siguen siendo los clásicos.  Para vender más, como lo hizo la prensa amarillista que en el siglo XX campeó de la mano de tabloides como New York Post y National Enquirer en Estados Unidos, con el caso brutal del Daily Mirror del Reino Unido publicando en 2004 una imagen falsa de soldados británicos torturando prisioneros en Irak.  O para incidir en lo público, como lo hiciera Randolph Hearst a través de The New York Journal inventando un ataque español al acorazado estadounidense Maine, lo que originó a fines del siglo XIX la Guerra Hispano-Estadounidense por el control de Cuba, Filipinas, Guam y Puerto Rico.

Una precisión: Las noticias e informaciones falsas son una contradicción, un oxímoron si se quiere. Un artefacto conceptual sólo posible en estos relativos días.

El objetivo de los titulares en las noticias (no las columnas) siempre ha sido llamar la atención, pero también dar cuenta de los elementos fundamentales del texto que reseñan.  Omitir información clave o tergiversar con el objeto de asegurar un click es una artimaña.

Ésta es la pasta de dientes que fue retirada del mercado chileno tras alerta del ISP” tituló hace pocos días T13.  TVN no lo hace nada de mal: “Luto en la música: Muere icónica voz del R&B asiático” informó después.  Y CHV aportó esta otra: “Conmoción y luto en el fútbol chileno: Confirman fallecimiento de joven talento”.

El elemento común de todos estos titulares es que obligan al lector a ingresar a la información. No es que tenga que hacerlo para complementar lo que ya se le develó en el titular, y así contar con más antecedentes.  Tendrá que hacerlo para saber el centro de la noticia: de quién o qué se trata.  

El motivo de estas triquiñuelas es vender más. El click, pero principalmente lo asociado al acto: tráfico e ingresos publicitarios.  Idea en línea con uno de los mantras de la sociedad de mercado: lo importante es que el cliente compre. Es la cuestionable técnica del “clickbait”.

Pero también está la práctica con fines ideológicos.

Ejemplo de ello es el medio En Cancha. Aunque su foco es lo deportivo, las únicas informaciones que salen del esquema son las que amplifican una supuesta crisis económica de Chile.  Bueno, no sólo de Chile, pero como los titulares no lo aclaran, inflama la impresión que nos hundimos en el desastre.

“Crisis económica lleva a reconocida empresa de decoración a la quiebra: Cerrará más de 20 locales” nos alertaba el 17 de junio.  Tras hacer click y pasar varios párrafos y publicidades mediante, vemos que se trata de la empresa At Home, de Estados Unidos. 

Y así, en los últimos meses, van sucediéndose “Popular empresa de viajes se va a la quiebra: cientos de reservas podrían cancelarse” (FTI Touristik GmbH, Alemania), “Importante proveedor de Internet se declaró en quiebra: adeuda $223 millones de dólares” (Tilson Technology Management, EEUU), “Importante empresa automotriz se declara en quiebra por millonaria deuda: más de 50.000 trabajadores en riesgo” (Marelli Holdings Co. Ltd., EEUU), “Querida empresa láctea con casi un siglo de historia, al borde de la quiebra: 90% de su producción paralizada”  (SanCor, Argentina), “Popular fabricante de pizzas se va a la quiebra y subasta su centro de producción en más de US$1.375 millones” (Rustic Crust, Estados Unidos).

Lo cierto es que para saber que esto no ocurre en Chile (el medio es local) uno debe darse un tiempo. De no hacerlo, nos quedamos con la idea de la debacle que vive el país.

Los dos fenómenos mencionados confluyen en lo que la investigación social ha denominado “mercado del odio”.  Son las técnicas que con el afán de vender más se aprovechan de ciertas tendencias que llaman la atención (el conflicto, la violencia, el morbo, los mensajes de odio), pero de paso van construyendo sentidos comunes.

Hace pocos días TVN reiteró el formato: “Pandilla irrumpe en velorio de alto riesgo de presunto rival para balear a familiares: 7 muertos” tituló, sin más contexto, el 31 de julio.   Casi 200 veces compartida, con comentarios del tipo “Tan acogedor este país bajo el gobierno de Boric”, “Que horror” y “En que convertiste ESTE PAIS merluzo”.  

¿El problema? El hecho ocurrió en Guatemala.

Lo fácil es hacer esta forma de periodismo chatarra. Lo difícil, aprender a identificarlo.

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