
Byung-Chul Han: el filósofo que incomoda al mundo digital y defiende el valor de las manos
Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, el pensador surcoreano-alemán desmiente su supuesta ostentación y reivindica la vida sencilla, el trabajo manual y la lentitud como antídotos frente al vacío del capitalismo digital.
El filósofo Byung-Chul Han (Seúl, 1959) habla despacio, piensa en espiral y detesta los teléfonos inteligentes. No porque reniegue de la tecnología —que analiza como pocos—, sino porque cree que ella nos ha convertido en su herramienta, y no al revés. Esa es, justamente, una de las ideas centrales de su pensamiento, que lo ha transformado en un referente mundial del malestar contemporáneo y en uno de los autores de filosofía más leídos de este siglo.
Este año, Han fue distinguido con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, un reconocimiento que lo une a figuras como Jürgen Habermas, Günter Grass y Hans Magnus Enzensberger. Pero lejos del estereotipo del intelectual glamoroso, Han quiso aclarar algo tras recibir la distinción:
“Me lee mucha gente, pero no soy millonario. No se hace uno rico con la filosofía, sobre todo cuando mis libros se piratean con tanta facilidad”, dijo a El País entre risas contenidas, desde su retiro en Berlín.
Un pensador que cultiva jardines y toca el piano
Autor de obras como La sociedad del cansancio, La expulsión de lo distinto y La sociedad paliativa, Han construyó su prestigio analizando los efectos psicológicos y culturales del capitalismo neoliberal: la autoexplotación, la hiperconexión, el culto al rendimiento y la pérdida del sentido.
Sin embargo, lejos de los clichés del intelectual posmoderno, el filósofo vive entre dos pianos antiguos —un Steinway y un Fazioli— y un pequeño jardín que cuida con sus propias manos. “La felicidad viene del trabajo manual”, explica. “Para Heidegger, el pensamiento era una forma de trabajo con las manos; para Paul Celan, también lo era la buena poesía. Sin mano no hay ni felicidad, ni pensamiento, ni acción”.
Molesto por las crónicas que lo retrataron como un hombre ostentoso, Han pidió corregir la imagen:
“Mis pianos son viejos, suenan bien, pero no valen tanto. Tengo un pequeño jardín, nada más. Vivo en Spandau, lejos del centro de Berlín, porque ahí el precio es más bajo. No soy un hombre rico”.
El filósofo sin agenda
Con un tono calmo, Han reconoce que su mayor riqueza es el tiempo. “Probablemente soy el único catedrático que vive sin agenda. No doy charlas, no tengo compromisos. Solo algunas reuniones de vez en cuando”.
Ese tiempo libre lo dedica a pensar, a escribir y a escuchar música. Bach, Schumann y Schubert son su trinidad personal. “Mi pensamiento se alimenta de su música”, confiesa. En una lectura pública en Leipzig, acompañada por una pianista, la intérprete le dijo al final: “Esto no ha sido una lectura, ha sido una misa”.
Una crítica a la sociedad digital
En su discurso en el Teatro Campoamor de Oviedo, durante la ceremonia del Princesa de Asturias, Han no defraudó. Con la sobriedad que lo caracteriza, arremetió contra el dominio tecnológico que gobierna la vida moderna:
“Nos hemos convertido en herramientas del smartphone. Creemos que somos más libres que nunca, pero en verdad vivimos bajo un régimen despótico neoliberal que explota precisamente la libertad”.
Para Han, los medios de comunicación actuales también han sido absorbidos por la lógica de las redes sociales, más interesados en el escándalo que en la reflexión. “Muchos medios ya no cuidan el contenido, solo buscan provocar. El pensamiento, en cambio, necesita silencio, lentitud y distancia”.
El pensador de la autoexploración
Su estilo —breve, poético y provocador— lo ha transformado en una suerte de “rockstar de la filosofía”. Pero él rechaza esa etiqueta. “Cuando pienso no soy nadie; cuando toco el piano no soy nadie. Si no soy nadie, no puedo ser coqueto”, dice con ironía.
Su filosofía propone una resistencia íntima y silenciosa frente al vértigo del presente: volver al jardín, al trabajo con las manos, a la contemplación. En tiempos donde el algoritmo dicta el ritmo del pensamiento, Byung-Chul Han invita a detenerse.
“El ganado no sale del establo porque ahí está el alimento”, advirtió en tono de parábola. “Pero si uno quiere ver el mundo, debe salir del establo, aunque no sepa qué encontrará afuera”.
Byung-Chul Han no busca seguidores ni trending topics. Busca silencio, belleza y sentido. Y aunque no sea millonario, parece poseer la fortuna más escasa de todas: el tiempo para pensar.
Fuentes: El País, agencias.
Los comentarios están cerrados, pero trackbacks Y pingbacks están abiertos.