
Mi vuelo de Nippon Airlines se eleva desde Narita, Tokio, rumbo a Qingdao, China. Dejo atrás ocho días intensos visitando clientes, viendo el estado de los negocios de Camanchaca, analizando el mercado y uso de ingredientes marinos en las dietas, y aprendiendo de una cultura milenaria.
💼 Los negocios por acá
El panorama es muy bueno y en crecimiento a pesar de la madurez del mercado; nuestros productos son muy bien apreciados por los japoneses —los mayores consumidores per cápita de productos del mar en el mundo—.
Visitamos clientes con más de 700 restaurantes y más de 4.400 supermercados. Participamos además en la IFFO 2025, donde analizamos la situación de los ingredientes marinos, con una combinación favorable de oferta y precios para la harina y el aceite de pescado.
Una de las conversaciones más interesantes fue sobre el omega 3, ese nutriente esencial que nuestro cuerpo no puede producir por sí solo. El DHA y el EPA —presentes en el aceite de pescado— contribuyen de manera decisiva a la salud mental y cardiovascular.
Aprendimos que se recomiendan 300 mg diarios de DHA, y que en nuestro cerebro hay cerca de 3,5 gramos de DHA ayudando a conectar neuronas.
¡Una maravilla de la naturaleza que sale del mar y está a nuestro alcance!
🏯 Pero lo más extraordinario…
Más allá de los negocios, lo que realmente me conmovió fue la cultura japonesa y que si los chilenos aprendiéramos un poco de esta gente, podríamos ser un país realmente civilizado y desarrollado.
Hay tres cosas que quisiera incorporáramos en nuestra “rústica cultura chilena”:
1.- Respeto profundo y genuino por los demás
En Japón el respeto no se declama, se vive. Está en los gestos, en las miradas, en el tono de voz.
Las personas no se gritan, no se interrumpen, no se adelantan ni empujan. Al contrario, se hacen reverencias para expresar aprecio y se disculpan con humildad ante el más mínimo roce o gesto inoportuno. Hasta las ambulancias y policías con sirenas, circulan de forma cuidadosa.
¡Cuánto nos falta eso en Chile!
Nos cuesta pedir perdón, reconocer errores, ceder el paso.
A veces nos enorgullecemos de “ser vivos”, de buscar atajos, de imponernos.
Pero el verdadero progreso —personal y social— pasa por la humildad.
Como nos enseñó Jesucristo, el más grande fue el que más se dejó abajar.
2.- Orden, limpieza y pulcritud como virtudes
En Japón la limpieza es una forma de respeto: hacia uno mismo, hacia los demás y hacia el entorno.
No hay basureros en las calles porque la gente no genera basura.
No existen rostros sucios, ni ropa descuidada, ni autos mugrientos, ni calles con papeles.
La fealdad se evita porque se asocia a la degradación, a la incivilidad.
En Chile, en cambio, muchas veces parece que celebramos el desorden y la suciedad, como si fueran una forma de protesta o de identidad.
Visitar los parques y jardines japoneses es ver la belleza de la pulcritud: no hay una hoja fuera de lugar, ni una brizna de basura.
Es un respeto silencioso por la naturaleza que deberíamos aprender con urgencia.
3.- Respeto por el pasado y las tradiciones
Japón venera a sus antepasados, preserva sus templos, celebra sus costumbres, respeta y vive sus tradiciones; hay amistad con el pasado.
En cada rincón de Kioto o Tokio se respira historia, se siente continuidad, se honra la memoria.
En Chile, por desgracia, a veces pisoteamos lo poco que tenemos.
Vandalizamos monumentos, ensuciamos muros, despreciamos nuestra herencia.
Algunos creen que destruyendo el pasado construiremos un futuro mejor.
¡Pero es todo lo contrario!
Un país sin respeto por su historia, sus próceres y sus tradiciones, es un país sin raíces, y sin raíces no hay crecimiento.
🌸 Una invitación desde la humildad
No viviría en Japón, porque quiero a Chile, de allí son mis padres.
Pero cuánto mejor sería nuestro país si adoptásemos algunas de sus buenas costumbres.
Si queremos progresar, “agachemos el moño” —como decimos en Chile—, abajémonos, humillémonos un poco, y aprendamos de otros más sabios, más disciplinados, más exitosos.
Seamos respetuosos hasta el extremo, pulcros por convicción, y orgullosos de nuestras tradiciones.
Esa combinación ayudará mucho a ser un país mejor, más digno y más feliz.
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