Construir según el clima: Chile por fin entiende su geografía

Por Mónica Budge, jefe de Productos Especiales de Vidrios Lirquén.

Por años, Chile ha tenido una forma casi uniforme de construir viviendas, como si el desierto de Arica y los bosques lluviosos de Aysén compartieran las mismas necesidades térmicas. Una especie de negación geográfica que ha terminado cobrándonos caro: casas frías en el sur, calurosas en el norte, y un derroche energético que hoy ya no podemos permitirnos.

Por eso, la nueva reglamentación térmica que entrará en vigencia este 28 de noviembre marca un punto de inflexión. No es una simple actualización técnica. Es, en realidad, un cambio cultural en la manera en que entendemos la relación entre arquitectura, territorio y calidad de vida.

El Ministerio de Vivienda y Urbanismo decidió ampliar de 7 a 9 las zonas climáticas del país para efectos de construcción. Puede parecer un ajuste menor, pero detrás de esa decisión hay un reconocimiento profundo: Chile no es un país, es un mosaico climático. Desde el aire seco del norte hasta la humedad helada del extremo sur, cada región impone desafíos que ya no pueden resolverse con recetas genéricas.

Lo que busca esta nueva normativa es simple en el papel, pero complejo en la práctica: que cada vivienda responda a su entorno. En el norte, por ejemplo, las viviendas deberán enfrentar un escenario dual: calor extremo durante el día y temperaturas bajas en la noche. La reglamentación apunta a mejorar la aislación para retener el calor nocturno, pero también a incorporar tecnologías como vidrios con control solar y fachadas bien orientadas, que eviten la sobreexposición al sol. En el centro, donde los climas cambian de un valle a otro, la clave estará en combinar estrategias pasivas —orientación, ventilación, protección solar— con materiales más eficientes. Y en el sur, donde el frío y la humedad son una constante, la exigencia será reforzar la envolvente térmica para evitar las pérdidas de calor y las condensaciones que tanto deterioran las viviendas.

La industria deberá adaptarse: constructoras, arquitectos, proveedores y profesionales deberán repensar materiales, capacitarse y asumir que construir bien cuesta más al principio, pero ahorra mucho más a largo plazo. No se trata solo de cumplir una exigencia, sino de entender que cada metro cuadrado mal aislado se traduce en más contaminación, más gasto energético y menos bienestar.

Chile, por fin, empieza a construir con conciencia climática. Tal vez nos ha tomado demasiado tiempo reconocer que el territorio dicta sus propias reglas, pero nunca es tarde para aprender a escucharlo. Y si este cambio logra que una familia del sur viva más abrigada sin prender estufas todo el día, o que en el norte no se necesite aire acondicionado para sobrevivir al verano, entonces habremos dado un paso —no solo técnico, sino civilizatorio— hacia una forma más sensata y digna de habitar nuestro país.

Los comentarios están cerrados.

El Periodista