GovTech a la chilena: trámites digitales, identidad y servicios públicos del futuro

El reto es ordenar prioridades y construir capacidades duraderas.

La conversación sobre GovTech en Chile dejó de ser una promesa y pasó a ser una necesidad concreta. La ciudadanía exige servicios simples, tiempos de respuesta claros y resultados verificables. El Estado, por su parte, enfrenta restricciones presupuestarias, legados tecnológicos y una demanda creciente por transparencia. El reto es ordenar prioridades y construir capacidades duraderas.

En este escenario aparece también la presión del entorno digital más amplio, donde conviven comercio electrónico, contenidos, juegos y—como parte del ecosistema de enlaces y búsquedas—sitios de apuestas como https://parimatchchile.cl/, lo que obliga a definir reglas de identidad, edad y protección del usuario para cualquier interacción en línea, también en lo público.

Trámites digitales sin fricción

La meta es que un trámite tome minutos, no horas. Para eso, hay que repensar el proceso completo y no solo “ponerlo en la web”. Tres principios ayudan: reducción radical de campos, reuso de datos existentes y resolución en un solo canal. En la práctica, esto implica catálogos únicos de procedimientos, APIs para validar datos en tiempo real y pagos integrados. Cada formulario debe ser legible en móvil, con persistencia de sesión y guardado automático. El seguimiento del estado, con plazos y mensajes claros, reduce visitas y consultas.

La simplificación no es cosmética: se deben eliminar requisitos redundantes mediante regulación y revisar los costos administrativos. Una regla útil es que cada documento exigido debe tener un dueño institucional y una justificación pública. Si no la tiene, se suprime.

Identidad digital y confianza

La identidad es la llave maestra. Un sistema estatal de identificación digital, con atributos verificables y autenticación multifactor, permite firmar solicitudes, recibir beneficios y autorizar el acceso a datos personales. La privacidad debe estar en el diseño: consentimiento granular, registro de auditoría visible al ciudadano y posibilidad de revocar accesos. La firma electrónica simple para trámites cotidianos y la firma avanzada para actos de mayor responsabilidad ofrecen un balance razonable entre seguridad y usabilidad.

Un “wallet” ciudadano que almacene credenciales verificables—certificados de estudio, licencias, permisos—evita copias en papel y facilita validaciones entre organismos. El criterio es que el dato se consulta en la fuente, sin volver a pedirlo al usuario.

Interoperabilidad: que los sistemas se hablen

La interoperabilidad no es un proyecto, es una política de Estado. Requiere un marco de estándares comunes (formatos de datos, metadatos, seguridad, versionado) y un bus de servicios que conecte a las instituciones. Cada organismo publica y consume APIs con contratos claros, límites de uso y acuerdos de nivel de servicio. Un catálogo nacional de datos describe conjuntos disponibles, bases legales de tratamiento y finalidades permitidas. Con esto, un ministerio puede verificar la situación de una persona sin exigir certificados, y hacerlo de forma auditable.

Las herramientas técnicas deben ir acompañadas por gobernanza: comités de datos por sector, responsables de interoperabilidad en cada servicio y mecanismos de resolución rápida de incidentes.

Servicios proactivos basados en “eventos de vida”

El estándar al que vale aspirar es el servicio proactivo. Cuando ocurre un evento de vida—nacimiento, inicio de empleo, jubilación, cambio de domicilio—el Estado debería activar paquetes de servicios preconfigurados. Por ejemplo, tras el nacimiento, se gatillan automáticamente la inscripción, la atención de salud y beneficios asociados, sin que la familia complete múltiples formularios. La detección de eventos proviene de registros base y cruces autorizados, siempre con salvaguardas de privacidad y opción de opt-out donde corresponda.

Ciberseguridad y resiliencia

Digitalizar sin seguridad es agrandar el riesgo. Un enfoque “zero trust” ayuda: verificación continua de identidad, segmentación de redes, mínimos privilegios y monitoreo en tiempo real. Hay que probar planes de continuidad operativa, respaldos inmutables y ejercicios de respuesta ante incidentes. La regla es que un ataque no detenga funciones críticas ni ponga en peligro datos personales. También se requiere gestión de vulnerabilidades en software legado y criterios de adquisición que exijan parches y soporte.

Inclusión y accesibilidad

GovTech no sirve si deja a personas fuera. La política debe considerar accesibilidad desde el diseño, lectura sencilla y compatibilidad con lectores de pantalla. Los canales presenciales y telefónicos siguen siendo necesarios, pero conectados al mismo back-office para evitar duplicidad. Programas de alfabetización digital y conectividad en territorios menos atendidos sostienen la adopción. La traducción a lenguas indígenas y formatos comprensibles refuerza legitimidad.

Compras públicas que fomenten calidad

Las compras de tecnología pueden priorizar valor y no solo precio. Es útil exigir resultados medibles (por ejemplo, reducción de tiempos de tramitación) y penalidades por incumplimiento. Contratos modulares, con hitos y pruebas de concepto, reducen el riesgo. Requisitos de portabilidad evitan el bloqueo por proveedor. El código financiado con fondos públicos, cuando sea posible, debería quedar disponible con licencias abiertas, lo que facilita auditoría y reutilización.

Datos abiertos y rendición de cuentas

La publicación de datos abiertos permite control social y economía basada en información. No se trata de subir cualquier planilla, sino de liberar datos con calidad, documentación y periodicidad. Paneles públicos con indicadores de desempeño—tiempos de respuesta, tasas de aprobación, disponibilidad de plataformas—alinean incentivos y ayudan a corregir. La ciudadanía necesita ver avances y detectar cuellos de botella.

Talento y cultura

La transformación depende de personas. Chile puede fortalecer equipos mixtos de servicio público con profesionales de datos, producto, diseño y desarrollo. Carreras digitales con trayectorias claras y salarios competitivos retienen talentos. La capacitación continua en metodologías ágiles, seguridad y regulación tecnológica reduce fricciones entre áreas técnicas y jurídicas. Compartir aprendizajes entre instituciones acelera la curva.

Hoja de ruta 2025–2030: cinco movimientos

  1. Marco legal de identidad digital y datos: reglas de autenticación, atributos, consentimiento y auditoría, con énfasis en protección de derechos. 
  2. Catálogo nacional de trámites y APIs: inventario público, responsables y niveles de servicio; cada nuevo trámite debe ser digital por defecto. 
  3. Arquitectura de interoperabilidad: estándares, bus de servicios y sandbox para pruebas entre organismos. 
  4. Programa de servicios proactivos: pilotos por evento de vida con metas de cobertura y evaluación independiente. 
  5. Mecanismo de compras y talento: contratos por resultados, reutilización de soluciones y carrera digital estatal. 

Cada movimiento debe tener metas trimestrales, métricas simples y responsables visibles. Lo que no se mide no mejora.

Conclusión: un Estado usable

“GovTech a la chilena” no es copiar modelos externos, sino construir una experiencia estatal usable, segura y responsable, centrada en eventos de vida y sostenida por identidad confiable e interoperabilidad. La ciudadanía sentirá el cambio cuando el trámite se resuelva en minutos, el dato no se repita y el servicio llegue antes de que lo pidan. Con reglas claras, métricas públicas y cuidado de la inclusión, la agenda deja de ser discurso y se convierte en servicio. Esa es la vara: menos papeleo, más soluciones que funcionan.

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El Periodista