Kast y Jara frente a frente: las coincidencias y profundas diferencias de los candidatos presidenciales

Ambos llegan a la segunda vuelta con biografías y proyectos de país opuestos, pero comparten un diagnóstico: la crisis de seguridad, la migración y el estancamiento económico marcan la agenda de un Chile que llega cansado al cambio de mando.

A horas del balotaje, José Antonio Kast (Partido Republicano, ultraderecha) y Jeannette Jara (Unidad por Chile, centroizquierda) encarnan dos caminos nítidamente distintos para Chile. Él, hijo de inmigrantes alemanes, abogado de derecha dura y defensor del legado de la dictadura. Ella, abogada comunista de origen popular, marcada por su paso por el Ministerio del Trabajo y por reformas sociales emblemáticas.

Pese a las diferencias, ambos se mueven en un mismo escenario: un país atravesado por el miedo a la delincuencia, el desgaste económico y la desconfianza en la política tradicional.

Origen social y biografías: élite conservadora versus ascenso popular

Kast, 59 años, proviene de una familia acomodada. Es el hijo menor de Michael Kast, exsoldado del ejército nazi que llegó a Chile tras la Segunda Guerra Mundial. Estudió Derecho en la Universidad Católica, fue dirigente estudiantil conservador y construyó una larga carrera parlamentaria en la derecha tradicional, primero en la UDI y luego como fundador del Partido Republicano.

Jeannette Jara, 51 años, nació y creció en una población pobre de Conchalí. Hija de mecánico industrial y dueña de casa, empezó a trabajar como temporera a los 13 años, estudió Administración Pública y Derecho y se forjó como dirigenta estudiantil y sindical. Militante comunista desde las Juventudes en 1989, ha ocupado cargos de alta responsabilidad en el Estado: subsecretaria de Previsión Social y ministra del Trabajo.

La biografía de ambos ha sido usada en campaña como símbolo: Kast como representante de la “verdadera derecha” que promete orden; Jara como la dirigente que “se hizo desde abajo” y dice entender la precariedad de la mayoría.

Seguridad y migración: coincidencia en la prioridad, choque en el enfoque

En diagnóstico, hay coincidencia: la seguridad y la migración irregular son hoy los temas que más preocupan a los chilenos. Allí terminan los puntos en común.

Kast ha construido buena parte de su capital político en torno a un discurso de mano dura: propone tipificar la migración irregular como delito, levantar cárceles especiales para extranjeros, endurecer penas vinculadas al crimen organizado y aumentar fuertemente el gasto en seguridad. Su relato se apoya en el auge de bandas internacionales como el Tren de Aragua y en el explosivo aumento de los homicidios en la última década.

Jara, en cambio, intenta combinar persecución penal con intervenciones socio-territoriales. Ha prometido 100 operativos policiales en los 100 barrios más peligrosos durante sus primeros 100 días de gobierno, perseguiendo prófugos, narcos y propiedades tomadas por el crimen organizado. En migración, no propone criminalizar, sino empadronar a los cerca de 330 mil extranjeros irregulares para saber quiénes son y dónde viven; quienes no se registren, advierte, serían expulsados.

Estado y modelo económico: reducción versus expansión del rol público

En economía, las diferencias son estructurales.

Kast defiende un Estado más pequeño y subsidiario. Su programa promete recortar 6.000 millones de dólares de gasto público en 18 meses, vía auditorías masivas, cierre de programas considerados ineficientes y reducción de “derroche estatal”. Plantea abrir más espacio al sector privado en agroindustria, minería, turismo, construcción y energía y bajar impuestos como las contribuciones a la vivienda. Sus críticos advierten que ese ajuste sólo es posible afectando beneficios sociales.

Jara propone el camino inverso: fortalecer el rol del Estado en sectores estratégicos, con mayor protagonismo público en litio y cobre, y expansión de la provisión estatal en vivienda, cuidados y derechos sociales. Su idea bandera es un “sueldo vital” de 750 mil pesos, junto con la construcción de 360 mil viviendas y la implementación de Sala Cuna Universal gratuita. Economistas y pymes han cuestionado los costos de estas medidas; el oficialismo las defiende como inversión social para reducir desigualdad y dinamizar la demanda interna.

Derechos sociales y agenda de valores

La distancia ideológica se acentúa en temas de derechos y libertades.

Kast representa al bloque conservador: ha sido crítico del aborto y de las expansiones recientes en agenda de género y diversidad, y reivindica la “familia tradicional” como núcleo del orden social. Su base más dura se siente cómoda con la figura de Augusto Pinochet, que vuelve a aparecer entre los personajes mejor evaluados en las encuestas.

Jara, por el contrario, ha explicitado que impulsará la legalización del aborto libre hasta las 14 semanas, se alinea con el feminismo y con las agendas de redistribución y cuidados. Aunque militante comunista de larga data, ha marcado distancia de los sectores más ortodoxos de su partido, al afirmar que Cuba “no es una democracia” y al anunciar que, si es electa, renunciará al PC para “ser presidenta de todos los chilenos”.

Política y sistema de partidos: outsider de derecha y heredera crítica del oficialismo

Kast llega a esta elección como la figura que capitaliza el desgaste del sistema político y del gobierno de Gabriel Boric. Pasó de ser un “lobo solitario” de la derecha a liderar un partido propio y desplazar a la derecha tradicional. Se presenta como el candidato capaz de “poner orden”, contra una “derechita cobarde” y una izquierda “responsable del caos”.

Jara, en cambio, carga con el peso de continuidad del oficialismo. Su base electoral está anclada en quienes aún respaldan al gobierno, más que en un liderazgo personal consolidado. Su campaña ha sido acusada de poco propositiva y reactiva frente a Kast, y ha debido lidiar con tensiones internas en el Partido Comunista, donde sectores tradicionales han criticado sus reformas y su tono moderado.

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El Periodista