
La independencia invisible de 2017 y otros cuentos catalanes
Por Gonçalo Bermudez, historiador.
Hay columnas históricas, hay columnas de opinión… y luego están las columnas como la de Jordi Oriola Folch: textos que, si uno no los conoce, podrían pasar por fan fiction político alternativo.
Según su relato, Cataluña declaró la independencia en 2017 y sigue políticamente libre, solo que —detalle menor— nadie la ha visto, nadie la reconoce y nadie la ejerce. Una independencia estilo Schrödinger: existe y no existe al mismo tiempo, dependiendo del nivel de fervor identitario del observador.
Si Netflix busca ideas para series sobre universos paralelos, ya tiene guion.
España: ese imperio malvado que nadie notó
Oriola describe a España como una potencia ocupante, un ente colonial casi imperial, que ha “absorbido” pueblos y culturas como si fuera el Reino Unido del siglo XIX, solo que sin colonias, flotas, ni actas de anexión recientes, y con elecciones, autonomías, financiación regional y eurocopas de por medio.
La tesis es creativa: Cataluña sería una nación obligada a convivir con España, a pesar de tener
- parlamento,
 - policía propia,
 - lengua cooficial protegida,
 - televisión pública en catalán,
 - y un gobierno que incluso organizó un referéndum ilegal transmitido en HD.
 
Colonialismo versión soft, digamos.
“Votó el 90%”… de quienes votaron
El texto recuerda que en 2017 un 90% votó la independencia. Dato correcto, claro, siempre que omitas pequeños detalles como que
- votó menos del 50% del censo,
 - hubo ausencia de garantías,
 - no participó buena parte del electorado contrario,
 - y observadores imparciales… bueno, no hubo muchos.
 
Pero ya sabemos: contexto es lo que el enemigo usa para arruinar un buen relato épico.
10.000 policías y un ejército fantasma
El autor habla de 10.000 policías enviados por Madrid y menciona la amenaza de un “baño de sangre”.
Lamentablemente para su historia, ni la ONU, ni Amnistía Internacional, ni la prensa mundial mencionan este pánico militar invisible. Debieron esconderlo mejor que la independencia misma.
La independencia “vigente” que nadie ejerce
Según Oriola, Cataluña sigue independiente… excepto por:
- impuestos estatales,
 - legislación española,
 - jueces españoles,
 - fondos europeos gestionados por Madrid,
 - policía estatal,
 - elecciones nacionales,
 - y diputados catalanes debatiendo en el Congreso español.
 
¡La independencia más discreta de la historia!
Si algún día llega el reconocimiento internacional, recuerden agradecer a este nivel de stealth mode.
El malo de la historia siempre es Madrid
La columna nos descubre que todos los problemas son culpa de Castilla, que viene imponiendo su voluntad desde hace tres siglos sin descanso… pese a haber tenido:
- una restauración borbónica,
 - una dictadura militar,
 - una república federal fallida,
 - un golpe de Estado,
 - una Guerra Civil,
 - una dictadura que prohibió el catalán,
 - una transición democrática,
 - autonomías,
 - y una Constitución aprobada también por catalanes.
 
Pero todo encaja si uno cree que el guion político español es una versión ibérica de Juego de Tronos, solo que con más churros y menos dragones.
Conclusión provisional
La columna de Oriola es apasionada, épica y emotiva. Es, sobre todo, una excelente pieza de literatura nacionalista, pero en rigor histórico y factual… deja la vara donde la dejó ese referéndum: muy alta en
- creatividad,
 - épica de resistencia,
 - y citas para redes sociales,
 
y muy baja en
- datos comprobables,
 - contexto,
 - y contacto con la realidad institucional.
 
Cataluña puede —y debe— debatir su futuro. La identidad se respeta, la democracia también.
Pero si la independencia depende de relatos como este, lo único realmente emancipado será la ficción.
Postdata: Si algún día la independencia “vigente” sale de la clandestinidad y se presenta formalmente al mundo, ojalá llegue acompañada de una mayoría real, un reconocimiento internacional y un plan económico que no dependa de Bruselas y Madrid.
Mientras tanto, seguiremos conviviendo entre la historia verdadera y las sagas que algunos prefieren contarse antes de dormir.
			
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