Cambio Climático: se acaba el tiempo!

Al mundo le quedan solamente dos años para actuar contra el cambio climático si quiere evitar “consecuencias desastrosas”, advirtió el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, llamando a la sociedad civil a pedir “cuentas” a los líderes del planeta.

El pingüino Adelia, que habita en la Antártida, está en riesgo de desaparición masiva por el calentamiento global y la captura de kril, que constituye su principal alimento, informó hace unas semanas la representante de Rusia en la Coalición Antártica y del Océano Austral (ASOC), Yelena Zharkova.
La noticia, que casi no fue recogida por la prensa, daba cuenta que el año pasado apenas nacieron dos crías en una población de 40 mil ejemplares.

Días antes que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, dijera que el tiempo se estaba acabando y que el cambio climático “va más rápido que nosotros”, el gobierno chino anunció que consiguió poner en órbita un satélite de observaciones e investigaciones oceanográficas HY-1C para vigilar los mares, océanos y, especialmente, el cambio climático.

Es que el tema preocupa, de ahí que durante septiembre estuviera presente en foros pequeños y enormes, como en el 73 período de la Asamblea General de la Naciones Unidas.

“Si no cambiamos la dirección de aquí a 2020, corremos el riesgo de cruzar el umbral en el que podemos evitar el cambio climático desbocado, con consecuencias desastrosas para los seres humanos y todos los sistemas naturales que nos sostienen”, dijo Guterres.

Su discurso en la ONU tuvo lugar tres días antes de una cumbre mundial sin precedentes para la acción climática que reunió a miles de funcionarios electos, alcaldes, líderes de ONG y empresas en San Francisco, EEUU, nación que aún está convulsionada por la decisión de su presidente, Donald Trump, de retirarla de los acuerdos de París.

Es que a diferencia de Guterres, quien hizo el llamado a la sociedad civil a presionar a líderes como Trump para que “rindan cuentas” porque el mundo enfrenta “una amenaza existencial directa”, para el mandatario estadounidense el cambio climático es una farsa, en la que no cree y no está dispuesto a disminuir su producción (o economía) para combatirlo.

Guterres, desde la simbólica presidencia del mundo, habla de que el cambio climático es el mayor desafío de la época y que, rápidamente, se debe “romper con la parálisis” de hoy. “Tenemos las herramientas para hacer nuestras acciones eficaces, pero carecemos, incluso después del acuerdo de París, del liderazgo y la ambición para hacer lo que tenemos que hacer”, dijo el secretario general de la ONU. Y agregó: “debemos detener la deforestación, restaurar los bosques deteriorados y cambiar la forma en que cultivamos. Revisar, además, la forma de calentar, enfriar e iluminar nuestros edificios para desperdiciar menos energía”.

Para el 2019, a un año del plazo fatal que impuso Guterres, la ONU realizará una cumbre climática global para que los signatarios del Acuerdo de París, del que se excluyó EEUU, cumplan sus compromisos. Está por verse cómo llegamos a la antesala del plazo fatal.

Antes, sin embargo, los líderes deberán verse las caras en Katowice, una ciudad polaca, que será la sede -como antes lo fue Lima y después París- de la Cumbre del Clima o COP24, donde se adoptarán las reglas de juego del Acuerdo de la capital francesa. “Esperamos alcanzar en Polonia una serie de logros clave”, dijo Patricia Espinosa, Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), al conocer el nombre de la ciudad sede.

“Entre esos hitos está terminar las directrices para hacer que el acuerdo sea plenamente operativo, así como hacer balance sobre los logros que los países están haciendo de manera colectiva para lograr los objetivos de París y alcanzar el nivel de ambición necesario en los años y décadas venideros”, añadió.

Para la ONU, una forma de enfrentar la amenaza del cambio climático es la protección forestal. “La expansión y un mejor manejo y conservación de los bosques va a ser fundamental para lograr los objetivos del Acuerdo de París. De hecho, vamos a necesitar ver avances en todos los sectores de la economía si queremos aprovechar todo el potencial del Acuerdo de París en este siglo”, dijo la funcionaria.

A pesar de los anuncios de Trump, de retirar su país del Acuerdo, estos no han tenido una repercusión, gracias a que en EEUU se mantiene un escenario mixto y posee muchos actores comprometidos con la lucha al calentamiento global. Además, el mismo acuerdo estableció una espera de tres años para que un país inicie su retiro formal, cosa que recién ocurrirá en 2020, quizá cuando el actual mandatario no esté.

«Estamos dispuestos a trabajar para tratar de atender las preocupaciones del Gobierno estadounidense; esperamos que sinceramente haya una reconsideración de su parte, pero más allá de eso, el objetivo es seguir impulsando esta agenda de cambio climático aunque haya un cambio de posición por parte del Gobierno de EEUU», declaró Espinosa.

La funcionaria internacional, que antes fue canciller en México, destacó que América Latina y el Caribe viene «avanzando bien» en la reducción de los gases de efecto invernadero y afirmó que en el continente se ve una clara tendencia hacia las energías renovables, la diversificación de la matriz energética y la implementación de impuestos al carbono.

Chile, incluso, es mostrado como un ejemplo en cada foro por las energías renovables. Pero, sin duda, el gran problema que enfrenta la región es que para realizar los cambios y cumplir los compromisos se requiere apoyo financiero. “Ese es el gran desafío”, planteó hace pocos días en Uruguay Morgan Doyle, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo.

¿Y SI DEJAMOS DE CRECER?

El concepto de «descrecimiento» propone una civilización diferente a la impuesta globalmente, una libre elección de vida frugal que rechaza el «espejismo» del eterno crecimiento económico, señaló Miguel Valencia Mulkay, organizador de la primera conferencia sobre «Degrowth», celebrada en México.

«El descrecimiento es un rechazo al espejismo del crecimiento económico y un llamamiento a favor de una repolitización del debate público, colonizado por el lenguaje economicista; sostiene la hipótesis de que podemos vivir bien con menos y en común», explicó Valencia Mulkay, portavoz de la Red Ecologista de la Cuenca de México en el foro que se celebró en México.

Valencia Mulkay, ingeniero químico que se define como «ecologista radical», señaló que el «descrecimiento» se tradujo al español del concepto original en francés, «décroissance» para distinguirla del decrecimiento estrictamente económico.

Es un concepto que «se resiste a una definición simple, es un marco en el que coinciden diferentes líneas de pensamiento, imaginarios o propuestas para actuar y vivir», describió.

Con más de 300 expositores de 35 países, los asistentes a una semana de conferencias fueron invitados a reflexionar sobre nuevos debates filosóficos, antropológicos y sociológicos «contra la colonización del imaginario social, el patriarcado y la idea de la escasez (…) frente a la lógica destructiva del culto a la ciencia y la técnica, la economía y el Estado».

En 2007, en el marco de un coloquio ambiental, Valencia Mulkay participó en la primera reunión contra la visión economicista del mundo, «con llamamientos a consumir menos y destruir menos, acuñamos el término descrecimiento», relató.

Entre los antecedentes de ese pensamiento está el no gubernamental Club de Roma, fundado en 1968 por un pequeño grupo de científicos y políticos que buscaron trazar el futuro del mundo de manera «interdisciplinaria y holística».

Inspirados en las ideas del ideólogo francés Serge Latouche, de la Universidad de París Sur, los partidarios del «descrecimiento» consideran que «hay que reducir radicalmente los consumos, porque acaban con el planeta», explicó el ingeniero mexicano que se resiste a utilizar telefonía celular y automóvil desde hace 18 años, porque «degradan la vida».

«Los fundamentos teóricos son muy radicales, pensamos que las herramientas del progreso, hasta el transporte y la medicina moderna, terminan por limitar la autonomía del ser humano moderno; parecen ideas que no son válidas, hasta que suceda la catástrofe», advirtió.

Las ideas que hoy no parecen viables «de repente suceden, como el triunfo electoral de Donald Trump en EEUU; también el cambio climático va a exigir medidas radicales», añadió.

UNA VIDA CONTRA LA MODERNIDAD

Valencia Mulkay, con tres décadas de activismo que comenzó contra la central nuclear mexicana de Laguna Verde, celebró que la conferencia haya permitido actualizar ese pensamiento y recorrer la práctica del «descrecimiento» en el mundo, entre «críticos del crecimiento, el desarrollo y la modernidad globalizante».

Los activistas tratan de adaptarse e interactuar con un abanico de luchas sociales diferentes en marcha.
«Nos unimos a campesinos e indígenas, a las luchas contra megaproyectos de desarrollo, contra los expertos, contra la fractura hidráulica en la industria petrolera, contra la energía nuclear y contra las tecnologías cada vez más dañinas y destructivas», reseñó.

En el mundo actual «casi todo se hace por dinero, la gente tiene colonizada la mente, por eso condenamos la tecnología que produce Estado y del mercado para crear riqueza por motivos banales», enfatizó.

Los partidarios de ese enfoque consideran que el crecimiento económico «ha sido idolatrado, pero no significa más felicidad: mientras más crece la economía, más infelicidad hay en el mundo, hace más ricos a los ricos, más pobres a los pobres, como en México, donde perdimos la calidad de vida por la violencia», describió.

El «descrecimiento» también proclama «la reducción voluntaria del nexo económico entre individuos o entre comunidades, el rechazo a la influencia otorgada al poder económico y tecnocrático sobre la vida social y colectiva, para eliminar nuestra dependencia de los mercados y del dinero», reza su definición.

El objetivo último es «eliminar la autonomía de la que goza la economía», y reemplazarla por «un gran esfuerzo social por la relocalización de la producción y el consumo», para subordinarlos a los «imperativos sociales basados en la convivialidad, la autonomía, la solidaridad, la reciprocidad, la diversidad y el buen vivir».

Sobre la base de las conclusiones de la conferencia de Budapest 2016, el foro continental se celebró en torno a siete ejes transversales.

Primero, la distinción entre el decrecimiento económico en el Norte y el «descrecimiento» en el Sur; segundo, la «descolonización del imaginario social», mediante «la crítica de la sociedad del espectáculo y el sueño americano» en los estilos de vida. Tercero, la conexión entre «pensar globalmente y actuar localmente»; cuarto, los «enlaces y conexiones con movimientos relacionados», como feministas, indígenas, campesinos, ecologistas, anarquistas, ecosocialismo, comunalismo, agroecología y derechos de los animales, entre otros. El quinto es la «recuperación del sentido y la proporcionalidad en la ciencia y la técnica», producidas en instituciones privadas y estatales; el sexto es examinar el dilema entre «autonomía versus heteronomía» de comunidades que hacen cambios radicales. Finalmente, el séptimo, la creación de «una alianza de alianzas contra el pensamiento único» de la globalización.

El Periodista/Agencias

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