Alicia Gariazzo: Femicidio 2019

En 2019 en Chile fueron asesinadas por sus parejas más de 50 mujeres. El 19 de diciembre se celebró el día nacional contra el femicidio y según el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género se registraron a esa fecha 44 en 11 de las 16 regiones del país, entre las edades de 17 a 85 años.

Por Alicia Gariazzo (@agariazzog)

El socialista August Bebel escribía en 1867 refiriéndose a la mujer: “En la ejecución del amor será libre igual que el hombre. Enamorará o se dejará enamorar y cerrará el vínculo no por otras causas que las de su inclinación… En este aspecto, el socialismo no creará nada nuevo, no hará sino restablecer en un estado cultural superior y bajo nuevas formas sociales, lo que era generalmente válido antes que la propiedad privada dominase la sociedad… La satisfacción del instinto sexual es asunto personal de cada uno; lo mismo que la satisfacción de cualquier otro instinto natural”.

Jamás se ha podido aplicar en ningún lugar del mundo el pensamiento de Bebel. Por el contrario, desde antes que los socialistas utópicos agitaran sus ideas, las mujeres ya éramos asesinadas, mutiladas, golpeadas o despreciadas. Hemos sido consideradas como instrumentos de satisfacción personal, aún por pensadores contestatarios, posteriores a Bebel. Marx jamás se pronunció al respecto viviendo en una casa llena de mujeres mientras explotaba a su hija Eleonor como secretaria. Aun cuando su amigo Engels le demostraba que la familia nuclear y la exigencia de la fidelidad femenina surgieron solo por las necesidades de la propiedad privada. Luego, el marxismo-leninismo, en todas sus experiencias prácticas, ratificó el Código Napoleónico, en el que la mujer tenía la obligación de ser fiel y no así el hombre, siempre que no llevara a vivir a la concubina a la casa legal. Nunca los marxistas se pronunciaron acerca de las crueldades contra el género, aunque Mao, en 1950, suprimió la destrucción de los pies de las jovencitas chinas, requisito para encontrar marido (1).

Mijail Gorbachov, en pleno proceso rectificador post estalinista, al impulsar el ajuste económico, opinaba sobre las mujeres soviéticas: “Al ocuparse de investigaciones científicas, obras de construcción, producción y servicios, o aún a actividades creativas, a las mujeres no les queda suficiente tiempo para realizar sus tareas diarias en el hogar (…). Por tal motivo, hemos desarrollado acalorados debates sobre lo que deberíamos hacer para que puedan volver a dedicarse a su misión puramente femenina”.

Aunque la mujer en el mundo se ha liberado en muchos aspectos, aún existen aberraciones como la de los padres en países árabes que pueden casar a sus hijas adolescentes, como, la ablación, practicada en muchas regiones del África e incluso en tribus de América Latina (2) y otras que se destacan Asia y África (3).

Hoy, cada 1 hora son asesinadas por sus parejas seis mujeres en el mundo, al punto que este tipo de asesinato, cada vez más común, ha sido llamado femicidio y en algunas partes se ha sometido a una legislación especial.

Este fenómeno se ha desarrollado con fuerza en la civilización “occidental y cristiana” en los últimos 50 años, especialmente en América Latina, donde Chile no se queda atrás y donde el marxismo nunca jugó un papel contestatario respecto a los derechos de la mujer.

En Chile, en los años 20, se discutió el derecho al voto femenino, pero se opuso la izquierda y el radicalismo por las supuestas orientaciones conservadoras del sector. Pese a ello, en 1934 se aprueba el voto femenino para las elecciones municipales y en 1949 el voto femenino en general, inaugurado con la elección de Carlos Ibáñez como Presidente de Chile en 1952.

En los momentos más álgidos de la lucha política en Chile, en los años 60, no se observa en los partidos, ni en los grupos políticos de izquierda, ninguna preocupación por la discriminación de la mujer. Esta, gracias a la Reforma Agraria y la Alianza para el Progreso, ya estaba saliendo a trabajar fuera de la casa y a competir en ese plano con el hombre, hasta ese momento proveedor y, por tanto, Jefe de Hogar.

La mujer campesina pasa de inquilina a temporera agrícola o agroindustrial, librándose del derecho a pernada, o a trabajar como obrera. De esta manera, comienza a enfrentar mayores responsabilidades que el hombre, porque aunque trabaje asalariadamente, no se libra del trabajo doméstico y debe continuar, como hasta hoy, a cargo de los más débiles: ancianos, discapacitados, drogadictos, alcohólicos, enfermos mentales y crónicos. La que no labora por un salario, lo hace a destajo realizando trabajos temporales, desde la venta de ropa usada en ferias callejeras al teletrabajo. Ello, junto a la presencia incalculable de las múltiples tarjetas de crédito entregadas a sola firma, ha llevado a un número importante de mujeres de sectores populares a no depender del marido proveedor. Este extraña ese rol e intensifica sus celos, lo que ha significado que en el mundo una de cada tres mujeres haya sido víctima de violencia física o sexual, en la mayoría de los casos de parte de sus parejas. Este cambio ha sido inevitable, puesto que con la precariedad en el trabajo y los bajos salarios, cada vez son más necesarios los ingresos de la mujer para financiar a la familia.

Esta nueva realidad ha puesto en crisis al matrimonio patriarcal y la familia nuclear. El hombre no acepta que la mujer salga al mercado, ni que muestre más capacidades que él. Muchos de ellos dejan el peso de la familia a las esposas para sentirse más libres y dedicarse a los vicios y la infidelidad.

Es notable ver “casos de familia” en nuestra TV, en canales venezolanos, mexicanos y los que trasmiten temas de parejas de la población hispana en EEUU. En estos se concluye fácilmente que el amor de pareja está desapareciendo después de un par de años de convivencia.

La legislación no ayuda. En 29 de los 143 países, que garantizan la igualdad de género, el hombre es designado cabeza de familia por ley. Pese a las políticas de apoyo a la mujer impulsadas por los gobiernos y las campañas educativas, la CEPAL ha constatado que la violencia contra las mujeres continúa golpeando a nuestra región de manera dramática. El 18 de diciembre de 2010 se promulga en Chile la Ley 20.480 contra el femicidio, pero, desde esa fecha a hoy ya ha habido 515. A noviembre de 2018 hubo 47 y 104 frustrados. En 2017, dos mil mujeres denunciaron haber sido víctimas de violación.

En 2019 en Chile fueron asesinadas por sus parejas más de 50 mujeres. El 19 de diciembre se celebró el día nacional contra el femicidio y según el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género se registraron a esa fecha 44 en 11 de las 16 regiones del país, entre las edades de 17 a 85 años. Dieciséis de estas habían denunciado previamente a los maridos por violencia, once de los asesinos se suicidaron después de cometido el acto. Veinticinco fueron cometidos por la pareja y 19 por la ex pareja. La mayor parte en la Región Metropolitana. Hay un número similar de desaparecidas o asesinadas sin que se conozcan las razones del asesino, como informa la prensa nacional hasta el cansancio. Al parecer, tanto en Chile como en el mundo, el femicidio aumenta.

Hoy, en el mundo, salvo en Chile, se acepta el matrimonio igualitario, autorizándose en países como Brasil las uniones legales de a tres y se habla del poliamor. Ya la virginidad no es obligatoria, el cuerpo desnudo no es tabú, las madres solteras no son despreciadas y se desarrolla un profundo proceso liberador sexual entre las generaciones jóvenes. Sin embargo, la represión del macho se mantiene en las parejas tradicionales.

Es por eso que ha sido tan importante que un grupo de jovencitas chilenas se haya destacado en el mundo por la denuncia a los violadores y la justificación machista que los apoya.

Debemos seguir defendiendo nuestros derechos y la igualdad de los géneros. Al propio hombre le hace mal sufrir, tener celos y especialmente envidiar que la mujer pueda triunfar en la vida sola y golpeada. La situación en que vivimos es inaceptable y debemos insistir unidamente en que ello cambie.

Mientras tanto, confiemos que en un futuro no muy lejano, el matrimonio actual lleno de violencia, represión e infelicidad, dé lugar a comunidades andróginas, donde formas de amor más avanzadas y plenamente solidarias con la diversidad, compartan las necesidades reales del ser humano y donde las mujeres seamos nuevamente respetadas como lo fuimos antes del surgimiento de la propiedad privada que todo lo pervierte.

[1] Estos exigían a sus futuras esposas una forma de caminar moviendo las nalgas con pasos cortos con suecos y pies pequeños. Las que mantenían los pies grandes no encontrarían marido y tendrían que dedicarse al trabajo en el campo. Por ello, las madres, cuando sus hijas cumplían siete años se encerraban con ellas y les quebraban los dedos de los pies. A veces lo hacían pateándoselos en el suelo y las mantenían caminando por días sobre las heridas hasta que dejaban de sangrar. Las uñas se les enterraban en la parte superior de las plantas de los pies y los huesos se les soldaban solos. Una gran mayoría moría por gangrena o por no resistir el dolor.

[2] Los varones de esas sociedades no aceptan que sus mujeres pierdan el himen o que hayan tenido placer sexual, incluso masturbándose, por lo tanto exigen un tratamiento que está a cargo de las abuelas. Cuando la niñita cumple cierta edad la abuela le debe cortar el clítoris, extirpar los labios menores y parte de los mayores de la vulva. Debe coser los labios de la vulva de manera de tapar la entrada de la vagina para proteger el himen, quedando abierta solo la parte de los labios que deja salir el orín y la menstruación. Las cosen con alambre, hilo de pescar o un pegamiento casero. En Colombia lo practican las tribus EMBERA-chami, le llaman curación y se encuentran en Choco, Risaralda, Cauca y Nariño. Las niñas que sobreviven quedan severamente dañadas sicológicamente.

[3 ]En las guerras en el Congo, sea por el coltan (Columbia y Tantalita), mineral imprescindible en la industria digital, o los diamantes, los soldados manifiestan explícitamente que la violación de las mujeres del enemigo les da fuerza en la lucha. En especial si lo hacen con sus bayonetas. Los esposos expulsan de sus casas a las violadas, embarazadas o heridas por el enemigo, por no soportar la vergüenza y las dejan abandonadas a su suerte en los montes.

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