Black Mirror 6: de la idea original al cliché descartable

Por Miguel Reyes Almarza, periodista e investigador en pensamiento crítico.

★☆☆ ☆ ☆ (1 sobre 5)

Cuatro temporadas le valieron a Charlie Brooker para convertirse en una especie de Rey Midas de la distopía televisiva. Cuatro temporadas llenas de originalidad y fascinación pocas veces vista en el servicio de streaming. Sin embargo, luego de Bandersnatch (2018) la película que ponía en lo más alto la expresión creativa de la franquicia y de paso, nos ponía en aprietos decidiendo los destinos de la trama desde la comodidad del control remoto, el espejo, parafraseando el título de la serie, se fue a “negro”.

Con una quinta temporada para el olvido, fundamentalmente porque la tecnología y los intrigantes relatos sobre su incidencia en nuestras vidas, dieron paso a narrativas evidentes de amor y odio con contenido pensado para una audiencia mayor. La tecnología apenas valió de pretexto. Atrás, muy atrás, quedó el Emmy a la mejor película de televisión (2012).

Hoy, ya disponible en su totalidad la sexta temporada, el sabor de boca es más amargo aún. La obviedad y el recurso gastado se hacen cada vez más evidentes. La salvedad, entre los cinco episodios disponibles, es “Beyond the sea”, donde, en un mundo alternativo, precisamente en 1969, un par de astronautas se ven implicados en una lamentable tragedia. Allí reconoceremos al gran Aaron Paul, Jesse Pinkman en el éxito sin precedentes de Breaking Bad (2008-2013) y que en esta ocasión encarna a un astronauta, Cliff, de costumbres bastante ortodoxas, muy lejos del personaje delictual que le precede. Vale la pena ver a Paul en este tipo de personaje que le aporta madurez a su desarrollo actoral. En la historia propiamente tal, encontramos un guiño a Charles Manson, o mejor dicho un “guiñazo”, lo que aporta mayor sazón a esta experiencia retrofuturística. Es el único episodio que vale la pena.

El resto, un déjà vu agotador, un mantra sin matices, monotonal, evidente y de una obviedad pasmosa acerca de todo lo que alguna vez provocó la anuencia de las grandes audiencias y el ambiente especializado y hoy se ha convertido en el cliché descartable de la narrativa distópica, coqueteando ruidosamente con los thrillers de bajo presupuesto.

Cuatro años que esperamos en vano.

Disponible en Netflix.

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