Rojas es un provocador y montajista profesional

Al hoy ministro de Piñera, no se le conocen trabajos relacionados con cultura y arte ni en Suecia, ni en España, ni en Chile.

Por Patricio Salinas A.*

Toda la carrera política de Mauricio Rojas, nuevo ministro de cultura, está construida en base al montaje y la provocación. Debe estar riéndose con toda la polémica que se ha producido en torno a sus declaraciones sobre el Museo de la Memoria en Santiago.

En Suecia, construyó primero, la imagen de un ultra revolucionario obligado a autoexiliarse a raíz del golpe militar en Chile. Años más tarde, renunciado ya a su «legado» ideológico, estuvo «buscando» partido durante varios años que lo acogiera. Primero coqueteó con la socialdemocracia, luego con los conservadores y finalmente con el partido liberal, siendo representante de este partido en el parlamento sueco entre el 2002 al 2006. Se convirtió en experto en políticas de inmigración e integración. Son muchos los ejemplos en que Rojas hace propuestas y afirmaciones en el parlamento sueco, que allanan el camino para que el pensamiento xenófobo de la ultraderecha ganase tantos adeptos. En diciembre del 2005 afirma por ejemplo que, la mayoría de los actos delictivos que los inmigrantes comenten se debe a su «tradición cultural» y por tanto poco o nada tenían que ver en la sociedad sueca. Solo queda el camino de la expulsión. No había que «gastar» recursos con meterlos en la cárcel. Las continuas declaraciones controvertidas y provocativas de Rojas llevaron incluso a reaccionar a la juventud de su propio partido que exigió su expulsión en enero del 2006. Para la juventud del Partido Liberal, Rojas no representaba ni respetaba la tradición humanista de esa corriente política.

Con sus afirmaciones xenófobas, Rojas «criminalizó» a toda la inmigración en Suecia, incluso, las de los chilenos. De ello se ha servido la ultraderecha de ese país para ayudar a sembrar la duda entre la población. Las estadísticas afirman que, al menos, el 95% de la población inmigrante son personas de trabajo, algunos sencillos pero todos dignos. Pagan impuestos y colaboran en mantener un Estado de bienestar, aunque esté algo empobrecido y desgastado en el día de hoy. Rojas, se olvida de los miles y miles de trabajadores de origen turco, griego, italiano, finlandés y también, chilenos, que ayudaron a levantar la industria de Suecia y mantienen servicios vitales para la población. Para no hablar, de la segunda generación de inmigrantes, muchos de ellos connotados profesionales, investigadores, técnicos y que aportan mucho a la sociedad sueca. Sin duda alguna, para la ultraderecha, las declaraciones de Rojas venían como «anillo al dedo»

En el 2008, Rojas decide nuevamente «autoexiliarse», esta vez de Suecia, ya que se sentía perseguido por los «ultraizquierdistas» de la televisión y radio sueca que lo tacharon de xenófobo y racista. Muchos dudan de este montaje de Rojas, en un país donde se respetan los derechos básicos y donde existe tolerancia, aún hoy cuando la ultraderecha ha crecido. Su nuevo destino fue España, donde comenzó a cooperar en políticas de inmigración con los sectores «duros» del Partido Popular, de allí su relación cercana con José María Aznar.

A Rojas no se le conocen trabajos relacionados con cultura y arte ni en Suecia, ni en España, ni en Chile. En Estocolmo estuvo a cargo de una editorial, Timbro, financiada por la patronal sueca y su labor era editar textos ultraliberales y que tenían como finalidad desmontar todo el legado socialdemócrata de la sociedad del bienestar de “un hogar para el pueblo” (Folkhemmet) que llevaron a cabo, entre otros, Per Albin Hansson y Olof Palme

Periodista y fotógrafo, recientemente publicó el ensayo visual «Los últimos días de Walter Benjamin» . Ver en www.saposcat.cl.

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