Detención de Pinochet en Londres y la estatua sonriente

Ese sábado por la mañana, después de que un amigo me impuso de la noticia sobre la detención de Pinochet, tenía que ir a Providencia con Lyon. Fui acompañado por mis hijos. Lo que le ocurría al ex capitán general aún no era sabido por todos.

Por Ignacio Puelma

Cuando llegamos al lugar, entre vendedores callejeros, Hare-Krishnas y transeúntes, se veía brillar el color rojizo, propio del cobre, en el rostro y ropa de una persona, que simulando ser la estatua de un minero, con picota y todo, exhibía su magistral inmovilismo llenando de dudas a todos quienes lo veían sobre de su condición humana viviente. Tal era el realismo que mis niños no se convencían, cuando les advertí, que no fuera un monumento.

-Pero papá si es una estatua…
-No. Es una persona.
-Pero mira, no se mueve -dijeron casi al unísono.
-Les voy a demostrar que es una persona- dije, con una sonrisa socarrona.
-Es más, voy a hacer que se ría- insistí ya más tajante.

Me puse frente al «monumento», que continuaba esta vez más inmóvil luego de escucharme y sentir el desafío. Con calma y remarcando mis palabras le dije:

-Detuvieron a Pinochet en Inglaterra.

De pronto, dentro del estrecho margen que le brindaba su pétrea estampa, levantó el ceño con dejo malicioso y dibujó una breve pero elocuente sonrisa en sus labios.
Los niños se desgañitaron riendo tras la sorpresa que les deparó la súbita transformación de la estatua en persona humana, a través de esa reacción tan humana frente a una noticia que nos reconcilia, quizás por cuanto, con la humanidad.

La noticia, el hecho histórico, el precedente contra la impunidad, quedó así registrado en las vidas de Renata y Fabián.

Cuando transiten por quizás qué senderos y tiempos futuros, los acompañará ese mágico recuerdo: aquel en que ellos y su padre hicieron feliz con una noticia también a una estatua.

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