Two Wrongs: jugando al empate nunca vamos a avanzar

Producto de la interpelación que se llevó acabo en la Cámara de Diputados al ministro Andrés Chadwick y respecto al crimen de Camilo Catrillanca, pudimos asistir nuevamente como sociedad a uno de los recursos discursivos más nefastos en lo que a argumentación se refiere: la famosa falacia de Two Wrongs. A saber, una mala acción se corrige con otra de igual calibre. En buen chileno, el triste ‘juego del empate’.

Por Miguel Reyes Almarza*

Y es que al Ministro del Interior no se le ocurrió nada mejor que recordar el asesinato del matrimonio Luchsinger-MacKay –en circunstancias absolutamente distintas- para zafar de la responsabilidad del gobierno sobre la pregunta de la diputada socialista Emilia Nuyado con relación al pleno respeto que supuestamente el oficialismo tributa a los Derechos Humanos de los pueblos indígenas.

Two Wrongs. Como falacia es una de las más burdas y evidentes en las interacciones dialógicas, no requiere gran reflexión y considera un impacto persuasivo importante, sin embargo cuando la idea es pensar una sociedad mejor y avanzar con la recursividad de la que hablaba Humberto Maturana, este argumento inválido solo entorpece el escenario político y confunde a la opinión pública.

¿Por qué empatar? Al parecer desde lo recóndito de nuestra mente nos asiste una especie de derecho natural de equilibrio constante sobre las malas acciones, algo así como una la Ley de Talión a nivel de ADN que nos blinda para ser elásticos a la hora de asumir responsabilidades y ajustar la ética con la cual nos desenvolvemos. En una sociedad que adora la competencia y se burla de la colaboración, el empate, es siempre mejor que perder aunque no resuelva absolutamente nada.

Pero no es solo el Ministro. En el eterno discurso polarizado heredado de la dictadura la gente asume ‘Two Wrongs’ de forma espontánea. “Los militares debían matar a todos los comunistas ya que ellos estaban hundiendo el país”. De ser válida la segunda sentencia esto habilita a la destrucción de los primeros, no entendiendo que siempre es posible una tercera vía -si existe la voluntad para pensar fuera de la patológica bipolaridad- para así evitar torcer la realidad hacia una falsa bifurcación que como ejercicio intelectual es pobre y facilista.

Nos quedamos con un saldo a favor en nuestra cuenta de banco, que no nos pertenece, porque sentimos que la institución abusa cobrando intereses –legales-, toleramos errores en el Gobierno de turno ya que en el anterior también existieron. Aceptamos que la sociedad lapide a los criminales en los espacios públicos porque el Estado es incapaz de controlar la seguridad. Una mala acción nunca será una solución, es más, justificar malas acciones con precedentes similares implica una desafección enorme respecto a la voluntad de resolver, construir y avanzar hacia una sociedad mejor con absoluta convicción.

Y es por tal razón que esta falacia es famosa, por su simpleza, por su democrática torpeza. La gente la ama ya que pone al corrupto a la altura del hombre honesto, al vago en igualdad de condiciones con el trabajador. No existiendo la perfección en la raza humana siempre encontraremos -sobre todo aquellos que no buscan cooperar- algo que pueda reprocharse del otro para evadir la realidad, como en un mal partido de fútbol, jugamos al empate ya que nuestro interés es simplemente mantener las cosas como están. Renunciamos al diálogo y la razón porque es mejor no perder que sumar a la resolución de los conflictos ¡Fin del partido! Lamentablemente todo sigue igual.

*Periodista, Investigador en pensamiento crítico.

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