Feminismo y 8M: la emergencia de un metarrelato necesario

Este 8M no ganaron ellas, ganamos todos. No murió el hombre, murió la hipocresía, y comenzó a renacer la humanidad en su conjunto.

Por Miguel M. Reyes Almarza, periodista*

Este 8 de marzo marcará un antes y un después en el desarrollo histórico de nuestro país y por qué no, del continente y el mundo. Asistimos a una de las expresiones populares más elocuentes y necesarias de los últimos tiempos y más allá de las malas voluntades que se puedan encontrar cuando el miedo asiste a la ignorancia, lo que pasó este viernes quedará en la retina de todos quienes creen que el mundo puede ser un mejor lugar para vivir con otros, no de otros.

            Miguel Reyes

Más allá de la especulación cuantitativa, de cuántos miles de almas fueron reunidas para la ocasión, lo relevante es el sentido de tal reunión que supera lo imaginable, lo predecible que toma por sorpresa al conservadurismo cínico, a la fe perversa, a la invisibilización que promueve el Estado y que suscribe lo que ellos creían un relato segmentado en una narrativa general imposible de contener. No fue una huelga más, ni siquiera una conmemoración de calendario. Este día asistimos a un cambio en el imaginario colectivo, a una nueva forma de mirar el mundo y de paso de recuperarlo de tanta incomprensión.

Porque pienso que eso es el feminismo, aquella expresión humana cargada de vida que se encumbra sobre la persistente falta de sentido, y gracias a su valor y esfuerzo auténtico descarta los miedos por la esperanza concreta y posible. Y no es cualquier anhelo, es un afán social, científico e histórico -reinterpretando a Lyotard- que termina por horadar la dura capa de ignorancia, misoginia y desprecio construida fundamentalmente por las iglesias de turno y sostenida por el mercado que usufructúa de tales etiquetas.

Como tal, el feminismo no solo agrupa mujeres -aunque su razón de ser es necesariamente femenina- no es un discurso antagónico a la orientación clásica de la heteronorma y el patriarcado, sino una narrativa globalista muy singular, de esas que son temidas por los grandes dictadores, porque antepone el bienestar del conjunto por sobre la exaltación del individualismo que es solidario únicamente a la competencia, al abuso y el consumo. El feminismo –e insisto, es mi parecer- convoca a todo el espectro de grupos postergados y es un paradigma amalgamador y fecundo en relaciones entre pares que pone en agenda aquellos temas forzosamente olvidados por los medios y los grandes grupos de poder visibilizando a todos quienes han sufrido en carne propia el desprecio de una forma de crear realidad.

Mujeres y hombres violentados por su color, identidad de género, expresión política, tendencia religiosa, edad y capacidad productiva, todos cuerpos abyectos como amplifica Judith Butler, pueden orientarse desde el feminismo para encausar luego sus propias urgencias, no obstante, y esto es una realidad brutal, difícilmente podrían aparecer sin la incidencia de mujeres empoderadas, de convicción única y pasión perenne.

Luchar contra el otro no es su consigna, el otro es una víctima también, a veces ignorante otras consciente y escasamente empática, por tanto, su objetivo no es una vendetta social, por más que los medios intenten amplificar tal situación para intentar detener su imparable ascenso. El feminismo es legitimidad del otro, cualquiera que este sea como adelantaba Humberto Maturana, ese otro necesario que complementa y contribuye en igualdad de condiciones y derechos, en posición de crear y crecer sin ningún tipo de traba ideológica. El feminismo es una condición necesaria del hombre posmoderno, de la revolución y el cambio hacia una sociedad madura.

Este 8M no ganaron ellas, ganamos todos. No murió el hombre, murió la hipocresía, y comenzó a renacer la humanidad en su conjunto. Porque no hay crecimiento social significativo sin la mirada transversal que solo el feminismo pudo sostener, año tras año víctima de violenta represión, más allá de la magia y los lugares comunes, considerando en sí un metarrelato poderoso que desde ayer, aquel hermoso 8 de marzo de 2019, está aquí para quedarse, para el bien de toda persona justa y solidaria. Ya no hay miedo, ya es una realidad construida y sedimentada a fuego para el bien de la humanidad. El punto de no retorno fue superado a cabalidad y estamos –de verdad lo pienso- ad portas de una nueva forma de coexistir.

*Periodista e investigador en pensamiento crítico.

1 comentario
  1. Ricardo Reyes Hurtado dice

    ¡ Excelente artículo el M8 ! ,como nos tiene acostumbrado Miguel Marcelo por lo demás.- A todos nos sirve ,para poder formar opiniones en temas «invisibles» los que no estamos muy acostumbrados y otros .-

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