¿Puede sobrevivir el socialismo?

La indecisión respecto a diferenciarse claramente del llamado socialismo “real”, como las dudas sobre asumir claramente el hecho de ser social-demócratas, fueron empantanando a los partidos socialistas en una confusión ideológica que no les permitió hacer frente a la grande, la decisiva alternativa, que sin embargo debió haberse visto claramente desde los años 80: el neoliberalismo.

Por Daniel Ramírez, *Doctor en Filosofía (La Sorbonne)

Desde hace ya tres décadas, los partidos socialistas vienen retrocediendo en influencia, en claridad y en liderazgo en diversos países de Europa. Coaliciones de derecha tradicional populista o neoliberal ganan terreno, al tiempo en que nuevas formaciones de izquierda que no utilizan la apelación de “socialistas” se abren terreno. Es el caso de Francia, particularmente en las últimas elecciones, donde el partido socialista que otras veces ganó con importantes mayorías obtuvo un modestísimo 6,3%. La izquierda de la France Insumise de Jean-Luc Mélenchon obtuvo el 19,6%.

Sin duda es parte de un largo proceso de descomposición en el cual la imagen del Partido Socialista francés se ha ido desdibujando en la consciencia de los electores. Como otros en Europa, desde hace muchos años, se trata de un partido social demócrata. Pero por no haber realizado una revisión clara de sus fundamentos ideológicos a raíz de la caída del terriblemente mal llamado “socialismo real”, ha evolucionado entre lo no dicho, lo supuesto y el eufemismo. El giro de la década de los 90 con la caída del muro y como conclusión del proceso de aceleración de la economía mundial de libre mercado neoliberal de los 80, dejó en un cierto desamparo ideológico a los partidos socialistas. Algunos, como en Francia, ni siquiera quisieron pasar a llamarse social-demócratas.

Pero ¿qué es el socialismo? Si remontamos a la larga tradición, a partir de Saint-Simon o Emile Durkheim, se trata de un sistema en que las relaciones sociales resultantes de la división del trabajo se organizan por el bien de todos. Un sistema de colaboración en el cual los ciudadanos obran en conjunto para la realización del bienestar de la sociedad. Por ello se puede decir que es casi un sinónimo de la democracia. La versión inspirada en una caricatura del marxismo que implica que un partido único impone a todos un régimen pisoteando las libertades individuales, no tiene nada que ver con el socialismo, es simplemente una tiranía. Por ello la caída del “socialismo real” no debería haber menoscabado en nada las ideas socialistas. 

Pero no fue así. La indecisión respecto a diferenciarse claramente del socialismo “real” soviético (aunque fue peor en el caso de los partidos comunistas) como las dudas sobre asumir claramente el hecho de ser social-demócratas (lo que no tiene nada de un retroceso, la naturaleza del socialismo es la democracia social) fueron empantanando los partidos socialistas en una confusión ideológica que no les permitió hacer frente a la grande, la decisiva alternativa, que sin embargo debió haberse visto claramente desde los años 80: el neoliberalismo.

Sin un pensamiento político y económico consistente, los socialistas comenzaron a convertirse poco a poco al liberalismo económico, al mercado globalizado, a la ideología del crecimiento. Muy tardíamente se forjó el término “social-liberal” para llamar a esta evolución no confesada de los dirigentes socialistas. Las sociedades se orientaban en una evolución aparentemente ineluctable hacia una disminución gradual y constante de la dosis de social-democracia que, aunque insuficiente, era real e importante en las sociedades europeas como la francesa.

El término “reforma”, por ejemplo, en boca de una derecha liberal sin complejos que ha gobernado en alternancia, vino a significar desreglamentación, es decir liberalización, y ello aplicado a vastos sectores de la vida social, acompañados de la privatización consecuente. La palabra “progreso” pasó a significar facilidades para el mercado y el enriquecimiento de las empresas. Cuando los socialistas a su turno han gobernado no han sido capaces de oponerse a esta impostura semántica, continuando las “reformas” neoliberales, como la destrucción de los derechos del trabajo en el gobierno del presidente Hollande, acompañándolas de medidas vagamente sociales, ciertos temas de importancia simbólica y cultural, como en favor de las minorías sexuales y una decorativa inclusión de ciertos tópicos ecologistas.

Al mismo tiempo una tendencia inveterada a reproducirse al interior de una casta política y económica privilegiada comenzó a quedar cada vez más en evidencia.

Otros embates vinieron por parte de una derecha nacionalista, recalcitrante y xenófoba, representada por el Frente Nacional, que sin que la izquierda pudiera comprender cómo, empezó a ganar el apoyo de las clases populares. La asociación fácil, aunque poco rigurosa de esta tendencia con el fascismo tradicional permitió a los socialistas continuar ganando ciertas elecciones en Francia, paralizando a la derecha (obligada a tomar distancias con esta tendencia), así como consolar a su electorado con la ilusión de una supuesta lucha anti-fascista. Todo eso se ha terminado. Ya no funciona, ya nadie cree; votar por la misma casta para que continúe la desreglamentación neoliberal y la precarización del trabajo ya no tiene sentido.

Por ello el tsunami liberal centrista del movimiento “En Marcha” del nuevo presidente Macron pudo apoderarse tanto del deseo de modernización de la sociedad (que era otro privilegio del socialismo), de renovación generacional como del rol de protección contra la ultraderecha.

¿Puede el socialismo sobrevivir a este proceso de desintegración tanto ideológico como organizacional? Yo diría que el socialismo sí; el Partido Socialista no.

El socialismo como alternativa, como proyecto de participación de todos en los destinos de la sociedad, en la medida en que se crea que sí es posible revertir el sentido de la historia asumiendo plenamente la realidad de la política. Esta última se ha visto demasiado desvirtuada y puesta al servicio del mercado y los intereses de multinacionales que imponen sus propias reglas.

Sólo una clara propuesta de cambio de sociedad, con una clarísima opción democrática –una democracia profundizada, participativa, liberada de la reproducción de castas–, una apertura real a las nuevas formas de pensar, de vivir y de producir ecologistas, feministas, antirracistas, que no las utilice para disimular la renuncia a la justicia social, puede asegurar una nueva vida del socialismo. La exigencia de justicia debe poder formularse claramente como una social-democracia avanzada y solidaria, que proteja a los ciudadanos y sus bienes comunes, que resocialice aquellos que han sido privatizados y que proteja tanto la vida política como la cultura y la esfera privada de las arremetidas salvajes del mercado neoliberal, que ponga la economía al servicio del ser humano y no el ser humano al servicio de la economía (o las grandes fortunas).  

¿Quién podrá encarnar el socialismo? Sin duda formaciones nuevas. Ellas emergen aquí y allá, crecen e incluso se consolidan. Curiosamente ninguna utiliza la apelación “socialista”: Occupy, Indignados, Syriza, Podemos, Die Linke, Nuit débout, France Insumise. En todas ellas, el mismo deseo de renovación de la vida política, de superación de la sociedad de mercado, de liberación del ser humano del trabajo alienado y del consumismo, de participación, de horizontalidad, de verdadera ecología, de invención, de igualdad de géneros, de libertad, de inclusión y de fraternidad.

5 Comentarios
  1. Milena Melig dice

    Muchas gracias por este artículo clarísimo sobre algo que a tantos nos parece un misterio: ¿qué pasa con la izquierda? ¿por qué el socialismo parece que ya no convence a nadie? En realidad, puesto así en perspectiva, se entiende, si ya los socialistas mismos no están para nada convencidos de que se pueda cambiar el modelo neoliberal, es normal alejarse de ellos para que el ideal socialista pueda seguir existiendo. Recomiendo el articulo precedente del autor: “Pensar una nueva sociedad no es imposible”. Con su lectura se ve claramente lo que serían proposiciones verdaderamente de izquierda. Por cierto esperamos con grande interés el libro anunciado sobre ese tema.

  2. Carlos Krom dice

    Un artículo luminoso y lleno de reflexiones importantes. en la campaña que se inicia, luego de las primarias, debería ser un elemente de reflexión central. En todo case de gran utilidad.

  3. Michael Muszlak dice

    Cher Daniel, tu m’a encore fait souffrir en me faisant lire de l’espagnol…
    Je veut tout de même te remercier de cet article qui pose bien le problème que nous vivons – et qui se révèle chaque jour de plus en plus.
    Très paradoxalement, la chute du système soviétique a causé un mal bien mérité aux parti socialiste en le privant d’un horizon qui bien qu’étant totalement illusoire, lui donnait une part de rêve….(sans parler de l’ultra -défunt PC). L’extrême droite a un idéal (le chacun chez soi raciste, etc.) . La gauche n’arrive apparemment pas à formuler une direction, un rêve….La réduction des inégalités, pourtant mérite notre désir.
    Sur le fond, nous «de gauche», savons ce que nous voulons (liberté égalité fraternité, c’est déjà pas si mal).
    Manque le fond idéologique. Il y a du pain sur la planche !
    Pour que tous les citoyens se sentent concernés, il me semble que l’axe de l’égalité est celui qu’il faudrait attaquer en premier.
    Peut-être…
    amicalement Michael

  4. s paz md dice

    Los llamados socialismos no han sido otra cosa que capitalismos de estado, dirigidos por una casta burocrática militar que ha terminado por apoderarse de los bienes estatizados, incorporándose así a la globalización.
    Es de la esencia del capitalismo ser un sistema que exige producción sin límites ni control, así como consumo sin límites y desperdicio sn límites, lo cual fue posibilitado por el uso de la energía fósil barata el ultimo siglo. Sin embargo vivimos en un mundo de recursos limitados, de tal modo que el sistema capitalista (privado o estatal) ha desembocado en una catástrofe ecológica de tal magnitud, que debe ser llamada apropiadamente Sexta Gran Extinción, la que vemos claramente en nuestro país: enormes incendios, desertificación, muerte masiva de especies marinas, temporales destructivos, desaparición de la fauna y flora nativas, deshielo de la Antártica y de los glaciales. El sistema capitalisra ha sido, pues, el cáncer incontrolable del planeta. Por lo tanto la humanidad y la biósfera se encuentran ante una situación de crisis terminal, o la humanidad se da otro sistema compatible con la supervivencia de la biósera, o desaparece junto con ella, a corto plazo.
    Debemos entonces pensar en ese sistema.
    Producción limitada.
    Consumo limitado.
    Desperdicio y envenenamiento del globo terráqueo, limitado.
    Población humana limitada.

  5. Osvaldo Rodríguez dice

    La necesidad de sobrevivencia del Socialismo es más que urgente y lo mismo para el Comunismo, o mejor dicho para la Izquierda. La captura universal de las diferentes tendencias de izquierda por parte del Capitalismo ha sido tan exitosa y profunda, que ha creado una gran zona indefinida donde todos conviven de mala manera y muy comprometidos con el modelo, lo que ha destruido las confianzas y con eso todo se derrumba. Esta urgencia no es trivial, puesto que para la sociedad entera ya no quedan alternativas que los representen en sus necesidades de buen vivir, de manera honesta y comprometida no en intereses personales, sino en un objetivo de bien común. Este es el objetivo que la Izquierda perdió por dejarse comprar por el Capitalismo y lo que es peor, a bajo precio. Ahora se requiere revolucionar el pensamiento (tal vez volver a hacerlo como se logró hacer en los años 70′), pero entendiendo que varias de las antiguas prácticas ya no generan resultados, por lo que la revolución del pensamiento debe sustentarse en referentes que hayan sido exitosos, incluso en contextos más horrendos y difíciles de los que hay ahora (como las dictaduras y tiranías latinoamericanas por ejemplo), y también en nuevas propuestas de desarrollo social. Sin embargo, lo que venga luego de esta revolución será algo más difícil aun, porque significará romper los cimientos del capitalismo y éstos son muy poderosos. La «retroexcavadora» a la que el Capitalismo tanto le teme y con razón, es necesaria y fundamental, y eso sin duda que causará mucho impacto, sin duda mayor que el que causó la Reforma Agraria en Chile. Por lo tanto, a trabajar, a unirse a pensar y especialmente, a prepararse porque lo que viene es tal vez lo más difícil que nos ha tocado vivir.

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