Miseria

behnkeEscribe Ernesto Behnke

«La capacidad de sorprenderse, es una clara y primaria manifestación de inteligencia, por tanto lectores inteligentes ¡sorprendámonos!

La lengua castellana, no abunda en palabras que diferencien conceptos parecidos pero no idénticos.

En tal sentido, siempre ha llamado mi atención la confusión que existe en el uso de los conceptos pobreza y miseria. Incluso algunos lo utilizan como sinónimos y otros lo consideran como un grado superlativo de pobreza.

La definición de pobreza evidencia una condición comparativa. Siempre habrá algunos que serán menos o más. Los menos serán clasificados de indigentes y los otros de ricos. La humanidad en su historia ha sido conducida por quienes representan las distintas facetas del poder: el dinero, el linaje, los dogmas, la fuerza o aquellas formas de organización política que radican el poder en el pueblo.

Si se quiere relativizar a algo o a alguien, se le adjetivisa. Así por ejemplo podemos afirmar que alguien es inteligente, pero es pretencioso; o emprendedor pero codicioso. También decimos de un paraje que es tranquilo, pero muy lluvioso y de un buen gobernante, pero mal político.

No quiero cansarlos con ejemplos, pero es interesante observar como también adjetivamos la Democracia. Así entonces tenemos democracias populares (¿?) democracias protegidas (¿?), democracias representativas (¿?), democracias modernas (¿?). Dejo a la imaginación otras alternativas. Todo ello envuelve, la negación en reconocer que todos esos apelativos contaminan el ámbito de su definición. La democracia es la democracia, donde todos tienen el derecho a expresarse, en forma directa o indirecta, no hay minorías mudas, se garantiza el acceso a la información y la equidad de recursos para ser representante de una parte de la sociedad: “Gobierno del pueblo, con el pueblo y para el pueblo”.

Las adjetivadas no lo son: hablemos en esos casos, de dictadura, monarquía, plutocracia, oligarquía, teocracia. Son regimenes distintos a los democráticos.

La confusión conceptual hace que pasen desapercibidos los atisbos, de teñir nuestra democracia de un poquito de todo lo que caracteriza a los otros sistemas: algo de oligarquía, de teocracia, de plutocracia. La carta Magna de los países modula las expectativas de los ciudadanos respecto de la Democracia y he aquí una de las curiosidades de nuestro País: la Constitución que rige nuestros destinos desde 1990, fue realizada 10 años antes por los gobernantes de una dictadura. ¿No les resulta sorprendente? Pero así es y no se genera ninguna reflexión al respecto, 20 años después, cuando la transición que muchos declaran terminada, cuando las aventuras golpistas ni siquiera son sostenidas por los propios administradores del golpe.

La capacidad de sorprenderse, es una clara y primaria manifestación de inteligencia, por tanto lectores inteligentes ¡sorprendámonos! Y de la sorpresa, pasemos a la acción y discutamos la vigencia de la Constitución que nos rige y más allá del articulado, observemos cómo en forma velada regula las tres fuerzas relevantes en el mundo, las Políticas, las Económicas y las Ideológicas y en cada una de ellas establece modelos que son inmutables, avalado por la propia Constitución.

Pero volvamos al título de esta columna y dejemos en claro que la miseria no es atributo de la pobreza y muchas veces es fiel compañera de la riqueza y observemos que la democracia, no es la fiel compañera de muchos que hacen gárgaras con su nombre, respaldándose en un texto configurado por ellos mismos y para ellos mismos. Para aquellos que admiran al País del Norte, recuerden que el encabezado de su Constitución, que en su esencia los acompaña desde los albores de la Independencia, es: “Nosotros el Pueblo”.

Nosotros el Pueblo

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