Rafael Gumucio desde Nueva York: Una carta desde el futuro

Queridos amigos de chile, les escribo desde Nueva York que en cuanto a infectados y muertos de COVID-19, es el futuro, su futuro. Mucho de lo que van a vivir ya lo vivimos acá, y aunque estemos muy lejos de la salida algo de la experiencia aquí sufrida quizás les sirva.

Por Rafael Gumucio, escritor

Nueva York es como Santiago una cuidad altamente segregada con un sistema de salud privado engorrosamente caro. La única diferencia es que los pobres no viven a kilómetros, y no lo separan jardines de los ricos (como en Chile) lo que explica la velocidad con el virus se propagó y cobró vidas en ambas ciudades (algo que cualquiera más o menos informado hubiese podido calcular).

Nueva York nunca se encerró en cuarentena vigilada, pero si cerró todo lo esencial y esperó lo peor y lo peor ocurrió.

Por semanas las noticias fueron espantosas. El gobernador Andrew Cuomo tuvo la fuerza de comunicarla fríamente, sin dar ninguna falsa esperanza. Nueva York sanamente dejo de oír a Trump y enojarse con sus delirios criminales. Se concentró en salvar a los que podía y despedir sin sentimentalismo extremo a los que no pudo hacerlo.

Esperó y sigue esperando con cierta rudeza, con cierto coraje también, porque sin él es imposible vivir esto. Se blindó contra las noticias falsas y las esperanzas ilusorias. Cavó fosas comunes y fue mirando las cifras día a día, sin hacer de las naturales vacilaciones de un día u otro un motivo de esperanza o desesperanza. Millones de empleos se perdieron, la ciudad no sabe cómo, ni cuándo resucitará, pero espera apretando los dientes, porque es lo único que puede hacer.

Adiós a las guerras twitteras, adiós al placer exiguo de tener o no la razón. Ahora hay que sobrevivir, saber que viene lo peor, pero que tener Covid-19 no es ni muchos menos, si cuidamos las camas de los hospitales, una obligada sentencia de muerte. Son más, mucho más los que no van a morir, por eso debemos dejarle todo el lugar a los que podrían morir y saber a ciencia cierta cuántos son y dónde están.

Todos los países que han aplicado sentimientos a la lucha contra la infección (Italia) han fracasado, todos los que han aplicado inteligencia, lo han logrado (Corea del Sur).

Tenemos que saber también que la muerte es parte de la vida y que la dignidad que le damos a esta depende de nosotros. Seamos dignos, seamos valiente, seamos fríos, fijémonos en los datos y no en los deseos.

No pongamos todos nuestros miedos en la cuenta de Covid-19. Cuidémonos también de no volvernos locos.

Este es un virus peligroso, pero no es ni de lejos el más peligroso que nuestra civilización ha enfrentado (viven algunas personas que nacieron en plena gripe española de 1918). Seamos sabios, no esperemos milagros, ni Armagedón. Espero con paciencia.

Este virus no tiene remedio, pero hemos aprendido a manejarlo y predecirlo. No lo estamos eliminando, sin embargo, sí domesticándolo. Confiemos en esa infinita capacidad humanas de domesticar.

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