Taiwán 2024: Una elección con impacto geopolítico global

Por Mladen Yopo H., analista internacional.

Con dos grandes guerras en curso y sin que asomen aires de una tregua o alto al fuego, por nombrar los que tienen cobertura medial (otros pasan desapercibidos como Burkina Faso, Somalia, Sudán, Myanmar, Nigeria, Siria, etc.), un panorama económico variado (crecimiento lento, países imposibilitados de pagar su deuda, problemas en la segunda economía, inestabilidad geopolítica, episodios climáticos, pero también caída de la inflación e impulso a disminuir las tasas de interés para una reactivación) y un enjambre de elecciones con incidencias globales y donde votarán más de 4.000 millones cruzadas (India, Pakistán, Indonesia, Unión Europea, Rusia, EE.UU., Sudáfrica, 6 países latinoamericanos, etc.), entre otras variables, marcan claramente un año 2024 más incierto e inseguro.

El riesgo de una escalada en el Medio Oriente con los últimos acontecimientos (particularmente, tras el asesinato del segundo líder de Hamás, el atentado terrorista en Irán y el ataque EE.UU. – Reino Unido a Yemen), es la última de una serie de crisis entrelazadas y multifacéticas (policrisis) que han ocasionado profundas heridas y debilitamiento de la institucionalidad internacional, de la economía, la democracia y la seguridad. A medida que el mundo sigue fracturándose en alianzas rivales, incómodas y flexibles que privilegian agendas particulares en medio de la pugna estratégica China-EE.UU., es probable que, la propagación multidimensional de los problemas, afecten aún más la convivencia mundial en la medida que se pierda credibilidad en sus marcos regulatorios.

A esta tormentosa realidad internacional con lluvia electoral incluida, se une la posibilidad de triunfos que lleven al poder y/o ratifiquen a líderes populistas (autocráticos, radicales y nacionalistas), como Donald Trump en medio de un frustrado EE.UU. o a un Vladimir Putin que vende el sueño de la grandeza rusa a través de su invasión, lo que podría fortalecer la tendencia negativa en donde los gobiernos impongan un control más estricto al comercio, la inversión extranjera y la inmigración, entre otros, aumentando las inseguridades y percepciones amenazantes al ver todo desde sus realidades tribales. India, por ejemplo, la mayor democracia del mundo (1.428 millones de habitantes) y único contrapeso regional de su expansionista vecino chino, también entra más devaluada en su elección de abril, al asentarse el iliberalismo y el poder personal de Modi (nadie cuestiona su futuro triunfo), bajo cuyo control se han ido debilitando las instituciones, desapareciendo los equilibrios de poder y restringiendo el pluralismo, al final en un contexto donde se ha debilitado la democracia.

Diane Coyle, profesora de la Universidad de Cambridge, señaló que políticas de ese tipo podrían inclinar la economía global hacia “un mundo muy diferente del que estamos acostumbrados”. Es decir, a través de efectos múltiples (ya sea cascada, bola de nieve o mariposa o todos) a uno más tribal y “agresivo” al haber un importante sentimiento de escepticismo de la globalización a partir de visiones excluyentes, de las inseguridades y las desigualdades (“una opción política” como la describen Lucas Chancel y Thomas Piketty en su Informe sobre Desigualdad Mundial 2022). Antes esto, Coyle dice que en “un mundo en el que se reduce el comercio es un mundo en el que se reducen los ingresos” y (yo agrego) con ello se aumentan las anomias. Un dato: al menos 1700 millones de trabajadores (as) viven en países en que la inflación crece por encima de los salarios (otra razón para la inmigración), mientras que, en la última década, los súper ricos han acaparado el 50% de la nueva riqueza (cifra que superan día a día a un ritmo de US$ 2.700 millones al día – Oxfam enero de 2023).

En este complicado contexto internacional, entonces, abre el calendario electoral mundial la elección presidencial en Taiwán del 13 de enero, la cual se da en un escenario muy delicado por las ambiciones anexionistas de Pekín y su intromisión en la campaña, con vulneraciones del espacio aéreo y marítimo de la isla, así como sus intensas operaciones de desinformación e intimidación en las redes sociales. Aunque encabeza los sondeos el candidato del Partido Democrático Progresista – PPD (entidad en la presidencia en los últimos 8 años) y actual vicepresidente, William Lai, los sondeos revelan una enorme incertidumbre (ej. el portal My Formosa da a Lai, un 35,2% frente a un 30,6% de Hou Yuih del Kuomintang – KMT).

Junto a los cursos de los dos grandes conflictos (test case para la ambición de las potencias), el resultado de esta elección determinará tiempos y futuro de las relaciones entre este gigante autoritario (segunda economía con 1.425 millones) y esta isla democrática con solo 23.5 millones de habitantes y mayor fabricante de semiconductores del mundo, marcando también la dinámica de las relaciones de China-EE.UU. y con ello las del mundo. Por lo mismo, no fueron sorpresa las palabras del año nuevo del presidente Xi Jinping al hablar una vez más sobre la reunificación con Taiwán, de que las personas a ambos lados del Estrecho de Taiwán son «miembros de una misma familia», reafirmando palabras anteriores en cuanto a que “la unificación es inevitable” y que se usaría la fuerza si era necesario.

Aunque los taiwaneses están acostumbrados a estas vocerías, maquinaciones y amenazas, China ha presentado las elecciones en Taiwán como una entre la guerra (Lai) y la paz (Yuih) y ha rechazado múltiples ofertas de conversaciones de la presidenta Tsai Ing-wen al considerarla una separatista por su férrea defensa de la soberanía de Taiwán (ha primado la desconfianza mutua). Sin embargo, el actual candidato PPD es considerado aún peor por el PC chino, que lo denuncia como un “separatista” de línea dura por defender “abiertamente” la independencia formal de Taiwán. Así, por ejemplo, la Oficina de Asuntos de Taiwán del Comité Central del PC chino expresó en el marco del viaje de Lai a Paraguay al último cambio presidencial y de por sus reuniones con personeros estadounidense, que «las acciones de Lai han demostrado que es un auténtico alborotador que empuja a Taiwán al peligroso borde de la guerra y traerá graves problemas a los ‘compatriotas’ taiwaneses». El opositor KMT y su candidato Yuih, más próximos y carta de Pekín, han expresado temor a la ira China si gana Lai. Este último, sin embargo, retrucó que sus rivales “están repitiendo como loros la línea (del PC chino) como propaganda para obtener beneficios electorales”.

Así las cosas y cualquiera sea el ocupante de la Casa Blanca, EEUU reafirmará la política con algunos países, en especial en lo referente a las relaciones tensas y disputadas con China y su defensa a Taiwán. La presidenta Tsai Ing-wen ha dicho que las relaciones de Taiwán con China deben ser decididas por la voluntad del pueblo (taiwanés) y la paz debe basarse en la «dignidad», agregando que China debe respetar el resultado de las elecciones. Sin embargo, por otro lado, también ha hecho esfuerzos para fortalecer las capacidades nacionales en tres frentes. Por un lado, ha fortalecido los lazos con Washington. No solo distintos actores de la política estadounidense han viajado a la isla (recordamos el de Nancy Pelosi, entre otros) y un portavoz el Departamento de Estado reitero que “la política estadounidense sobre Taiwán seguirá siendo la misma independientemente del partido que esté en el poder”, sino que los dos candidatos taiwaneses en disputa visitaron EE.UU. el año pasado como signo de cercanía.

Por otro lado, y siguiendo el consejo de transformar a Taipei en un “puercoespín” contra una acción militar china invirtiendo en tecnologías rentables, móviles y activos militares más difíciles de destruir (estrategia para la defensa asimétrica), Tsai ha hecho del refuerzo y la modernización de la “obsoleta” defensa una prioridad, en este temeroso y difícil período en el Estrecho de Taiwán, donde las insistentes maniobras chinas han reforzados esta apuesta (incluido el impulso de un programa de submarinos autóctono). Taiwán, de hecho, ya tiene pedidos de equipamiento militar estadounidense equivalentes a US$14.000 millones y EE.UU. le acaba otorgar otros US$ 300 millones para gastar en equipos de defensa. También está el “Acta de Fortalecimiento de la Resiliencia de Taiwán” que busca ampliar la cooperación militar y que permitirá el entrenamiento de dos batallones en EE.UU., algo que no sucedía desde la década de 1970, todo lo cual ha causado el malestar chino en esta fina línea de ambigüedad estratégica que se mueve la relación (disuasión v/s lo contraproducente).

Por último, como parte de esta disputa y después de que China acusó a Taiwán de erigir barreras comerciales y puso fin a algunos recortes arancelarios para la isla (China amenazó con nuevas medidas económicas), la presidenta Tsai dijo que las empresas de Taiwán deben mirar globalmente y diversificarse ante el temor de apriete de tornillos de Pekín. «Este es el camino correcto, en lugar de volver al camino de depender de China, especialmente porque en el mercado inestable de China existe un riesgo impredecible». «Siempre hemos dado la bienvenida a interacciones sanas y ordenadas a través del estrecho, pero los intercambios comerciales y económicos no pueden convertirse en una herramienta política».

Limitantes para China como tener conflictos abiertos con varios vecinos y el impacto económico y geopolítico que tendría un intervención en Taiwán; las alianzas fomentadas para evitar el remodelamiento de la zona por parte de Pekín (el Quad: Japón, EEUU, Australia e India; y el Aukus: Reino Unido, EEUU. y Australia); los conflictos en Ucrania y Gaza que copan gran parte de los teatros operacionales de EE.UU. en este controvertido año electoral interno, limitando el apoyo a Taipei más allá de ser un interés estratégico bipartidista; entre otros, condicionan esta guerra de adivinanzas (cuando y si sucederá) y, en lo realista, amortiguan una anexión forzada o una independencia plena de Taiwán como lo sugirió Mike Pompeo (ex secretario de Estado de Trump). El mundo ahora tiene los ojos puestos en Ucrania y Oriente Medio, pero igual debe estar preparado para que no se produzca otra crisis en el Asia Pacífico, donde las elecciones en Taiwán podrían alterar el status quo en este complejo momento de enjambre electoral.

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