Argentina: Los días K del Bicentenario

Foto argentinaPor Carlos Abel Suárez (desde Buenos Aires)

Los multitudinarios festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo consiguieron atemperar el clima de irritación política, que sofoca a los liderazgos de la sociedad argentina. La República llega a los 200 años de su ruptura con el viejo régimen del Virreinato con múltiples fragmentaciones y la ausencia de un debate sobre proyectos de país.

Ciertamente, mirando hacia atrás, cualquiera puede decir que se conocieron numerosas etapas de la historia argentina de  fragmentaciones y confrontación. Muy evidentes cuando el Centenario. La diferencia, según diversos analistas, está en advertir que por abajo, la sociedad es más homogénea que en otros momentos de su pasado. Pero la dirigencia política, empresaria, social y hasta cultural, vive en medio de una conflictividad pocas veces conocida.

Al mirar hacia atrás, en cualquier otro momento de la vida política de los argentinos, era más sencillo definir los campos para el análisis. Contra o a favor de Menem, peronismo o antiperonismo, democracia o dictadura. Hoy hay tantas variedades de peronistas y de radicales como uno quisiera, también de socialistas y derechistas variopintos.

Luego de la derrota oficialista en las adelantadas elecciones de medio mandato del 28 de junio del año pasado, pocos apostaban al futuro del kirchnerismo. Sin embargo, en el año transcurrido, el gobierno logró frenar el declive, mientras la oposición parece dividirse sin remedio. De modo que al tratar de pensar el escenario de las elecciones generales de octubre de 2011, el único candidato, ya en carrera, es Néstor Kirchner.

No obstante, según la mayoría de las encuestas, un nuevo triunfo de Kirchner es tan difícil como anticipar, por lo menos esta semana, quién estará en la final del próximo mundial de fútbol. Tanto la presidenta Cristina Fernández como su esposo, el ex presidente Kirchner, deben remontar una fuerte imagen negativa. Al punto que de existir una segunda vuelta, según los números, cualquier candidato razonable de la oposición podría derrotar la fórmula de Kirchner. Pero falta todavía mucho tiempo para las elecciones y las sorpresas de las argentinas y argentinos suelen dejar mal parados a los vaticinios.

Una mejor posición del gobierno vino por la recuperación de la economía, particularmente de la campaña agrícola. La cosecha de cereales y oleaginosas (principalmente gracias a la soja) alcanzará este año las 92 millones de toneladas, una cifra récord. Las terminales automotrices también incrementaron notablemente la producción y las exportaciones, pero con una matriz muy fuerte de insumos importados. Una mayor demanda de naftas, gasoil y gas, como consecuencia del crecimiento de la economía, encenderá las luces de emergencia en cuanto llegue el frío invernal. La ecuación energética sigue con pronóstico reservado, como dicen los partes médicos.

Pero los mejores vientos a favor de  la estima del gobierno soplaron de la implementación de las políticas sociales. Particularmente la asignación de 180 pesos mensuales para los menores de 18 años, cuyos padres no tienen empleo registrado, fue indudablemente un instrumento exitoso. La medida constituía una vieja demanda de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y otras organizaciones sociales, al punto que antes del estallido del 2001 se realizó una consulta popular que superó las 3,5 millones de adhesiones.  En las elecciones pasadas varias fuerzas políticas, por convicción o por oportunismo, la incorporaron en su programa. Finalmente la Pastoral Social de la Iglesia Católica la agitó como una medida eficaz contra la pobreza.

Con el decreto que estableció la asignación, que aun cuando no es totalmente universal, el gobierno marchó en dirección a dejar atrás los planes focalizados, que manejan a su gusto intendentes y punteros políticos. Y el cambio, instrumentado al comenzar el año, ha comenzado a dar sus frutos en los indicadores del consumo de los sectores populares.

Sin embargo, esta mejora puede licuarse por la inflación. Éste es tal vez el principal escollo que enfrenta el gobierno desde la economía. Y la paradoja está en que el polémico secretario de Comercio, Guillermo Moreno, rompió el termómetro cuando intervino el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censo) en octubre de 2006. Desde entonces hasta los funcionarios kirchneristas descreen de los números oficialistas. “Si el gobierno no quiere medir la inflación real, se agravan los problemas, porque la gente conoce perfectamente cuál es el precio del consumo de cada día”, afirmó días pasados  Robert Boyer, el padre de la teoría de la regulación, invitado por las autoridades para dar un curso en Buenos Aires.

También por el lado del comercio exterior, la picardía criolla del secretario Moreno, provoca las iras de los importadores y la protesta formal de algunas cancillerías amigas, por la existencia de trabas no arancelarias a las mercancías que son retenidas en las fronteras. Un mal comienzo para el flamante titular del UNASUR.

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