Política exterior ¿Pública?

cristián fuentes«Urge abrir puertas y ventanas, en un país que está cambiando de piel como actor internacional, construyendo nuestra política exterior como una política pública moderna y participativa, que sume esfuerzos y proyecte el liderazgo de Chile en el mundo del siglo XXI».

Escribe Cristián Fuentes/Director del Programa Internacional Fundación Chile 21

La política exterior vale por sus resultados. Un nuevo tratado o un viaje con mucho glamour llena las expectativas de la opinión pública. Por el contrario, problemas con otros países, sobre todo vecinos, llaman negativamente la atención de una ciudadanía muy poco informada.

Todavía nuestros gobiernos tratan los temas internacionales desde el secreto y la reserva, más allá de toda prudencia. Esta visión antigua, casi monárquica, se aleja del ethos fundamental de la democracia, de la transparencia y la rendición de cuentas (accountability), características intrínsecas del Estado moderno.

Por eso se habla de políticas públicas, es decir, de un curso de acción estable, definido abiertamente por el gobierno, para resolver materias de interés no sólo del aparato estatal, sino del conjunto de la sociedad. Y aquí nos referimos a actores sociales que van más allá de la empresa privada, que consigue lo que quiere mediante lobbys o acuerdos de pasillo, esquema privilegiado en el Chile actual y que corresponde a formas aún más oscuras de hacer política.

En realidad, no se sabe cómo, ni quienes disponen en la práctica de los asuntos internacionales del país, más allá de lo indicado en la Constitución. Los candidatos a la presidencia de la república ofrecen programas que una vez en el poder se convierten en meras referencias y la ciudadanía carece casi por completo de representación.

Tampoco son públicos los objetivos y la mirada es siempre de corto plazo, limitándose a reaccionar ante la emergencia. Tal situación no permite preveer, ni evaluar, ni debatir en profundidad.

En suma, el gobierno parece practicar discrecionalmente sus prerrogativas y ofrece a las elites acuerdos a los que se acostumbra llamar “consenso”, o de manera más ambiciosa “política de Estado”, ninguno de los cuales supera una discusión lejana, muy determinada por vetos, poderes fácticos y burocracias mustias que hacen pensar más en una imposición que en un compromiso.

Por eso urge abrir puertas y ventanas, en un país que está cambiando de piel como actor internacional, construyendo nuestra política exterior como una política pública moderna y participativa, que sume esfuerzos y proyecte el liderazgo de Chile en el mundo del siglo XXI.

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