Nuestro esfuerzo abre un siglo

A la “oposición” y al “oficialismo” ―en jerga binominal― se les terminó el mundo. Su idea disfrutó de realidad en la medida que este mundo presentó sus condiciones. Ya no las presenta. Todo lo que les queda es intentar salvaguardar sus escaños, empujados por una generación que los corrió del centro de la discusión. Se acabó la racionalidad que hizo consistentes sus lógicas. Hoy, ser razonable es querer cambios estructurales.

David Rojas Lizama, Estudiante de Filosofía, Usach

Mientras la Ley de Presupuesto es legislada dentro del Congreso, todo Chile palpita afuera. Adentro sigue el espectáculo de gallitos por los recursos para un sector en crisis. Afuera estamos nosotros, los estudiantes, la ciudadanía y una desazón de años que sigue madurando.

En la toma de la Usach, por ejemplo, cuando hacíamos turnos de guardia, nos preguntábamos sobre qué pasaría si todo reventara. “¿Cómo afrontaría la ciudadanía una revuelta?”. La discusión terminó por ser sólo ficción política. En las asambleas, la respuesta era sabia y antigua como un árbol: jugar con una revuelta sólo con los espontáneos, es un peligro para el mundo que queremos construir. Aunque ya no estemos en toma, queda el aprendizaje, queda la subjetividad.

Pero el frenesí en el parlamento no cesa. Como una selva en escala de grises, con un ruido que ensordece y una sordera que genera más ruido, sigue funcionando detrás de los relojes, las corbatas-zancadillas, y la vetusta escarapela del partido (la que en honor a la concordia, en algunos casos, junta sombra en la guantera de algún vehículo parlamentario). Todos los que anteayer ni por asomo quisieron solucionar nada, los que nos ningunearon el 2006-08, hoy se enfrentan al gobierno desde una oposición política castigada a cohesionarse por ser su propio salvavidas, con abrazos de paz armada, repartija de mundos posibles y puñales.

La naturaleza de estas coaliciones ya la conocemos. No hace falta más muestra que un flashback al teatro de “la vuelta a la democracia”. Este eufemismo de nuestra élite nació torciendo la razón soberana, excluyendo a quienes gastaron sus vidas en darle posibilidad histórica a su propio triunfo, e imponiendo el respeto a una Constitución que todavía vela por la continuidad del modelo. Esa es la verdad de esta “oposición” que ya estuvo en el gobierno.

A la “oposición” y al “oficialismo” ―en jerga binominal― se les terminó el mundo. Su idea disfrutó de realidad en la medida que este mundo presentó sus condiciones. Ya no las presenta. Todo lo que les queda es intentar salvaguardar sus escaños, empujados por una generación que los corrió del centro de la discusión. Se acabó la racionalidad que hizo consistentes sus lógicas. Hoy, ser razonable es querer cambios estructurales.

Creo en que veremos, en pocos años, a todos los que aludo sin nombrar junto a sus lobistas e intelectuales afiliados, nadar aferrados a una tabla para irse a confinar a una isla-museo. Caen en nuestros hombros todas las tareas largas y pendientes: el fortalecimiento de la educación pública, el rescate de los recursos naturales y la recuperación de la plusvalía de la mesa de los poderosos de Chile, para valorizar las vidas, sueños y jornadas.

Los historiadores dicen que los siglos comienzan, a nivel local o global, con su primer suceso trascendente. Que una Ley de Presupuesto esté adentro de un Congreso de miembros deslegitimados, mientras Chile está palpitando afuera, es otro síntoma de una sola cosa: nuestro esfuerzo está abriendo un siglo.

1 comentario
  1. Nelson Bello dice

    Buena columna. Muestra la fotografía de lo que vivimos aunque no proyecta el cómo debemos desarrollar este nuevo siglo abierto. Si esa pregunta no logra respuesta pronta los mismos deslegitinados cobrarán fuerZa y nueva legitimidad y volverán al usufructo quiZas aumentado. El retorno a la democracia no fue una torsión a la razón, fue más bien la razón transformada en voluntad y coraje. Que pasó después? Ya lo sabemos. Los dirigentes sociales se transformaron en dirigentes políticos (maldita metamorfosis) y se constituyeron en Clase Política como fatuamente se llaman. No es acaso lo mismo que inicialmente experimenta Camila con esta reelección? Un gran abrazo a todos los que aspiramos a una democracia participativa sin parasitismo político.

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