Power to the people

SilvaViendo los resultados de Syriza en Grecia y luego de Podemos en España me parece que el debate de lo que algunos han dado en motejar como populismo, no puede disociarse de la discusión acerca de los diversos modelos de democracia existentes.

Por Matías Silva Alliende, abogado

“Populismo» es un término que al igual que «liberal» o «conservador» puede significar casi cualquier cosa. Varía de acuerdo a quien lo expresa. La más exacta definición sería la de un movimiento del pueblo que se oponen al gobierno y a las élites corporativas. Para el populismo, el capitalismo y las élites burocráticas son vistas como elementos alógenos que no comprenden las verdaderas necesidades e intereses del pueblo.

El populismo está basado en elementos de ideologías políticas más formales que entran en diálogo con el populismo. Así, uno de sus elementos es enfatizar la descentralización en favor de la democracia directa.

El núcleo del populismo es una actitud crítica hacia el poder, que viene perfectamente expresado en el viejo slogan revivido por la Nueva Izquierda de los años sesenta: «Power to the People» Otro de sus elemento centrales es la insistencia en que existe un trama de concentración de poder político y económico. Su objetivo, por tanto, sería ampliar la distribución hacia abajo de ese poder, hacia el pueblo.

Aclarado lo anterior, el populismo, y en particular la forma que dicha expresión, según algunos puede tomar en Chile, es más parte de una política del terror que una verdadera expresión política chilena. Por eso creo que la discusión sobre el populismo en Chile debe enmarcarse dentro de un debate más general sobre cómo entender la democracia. El ideal populista debe ser confrontado con otras versiones de democracia a fin de determinar cuál de ellas está más cerca de realizar la promesa normativa contenida en la idea misma de democracia. En particular, es importante distinguir y comparar la idea democrática populista con su forma liberal representativa, puesto que la identidad política populista se piensa como una alternativa superadora del déficit de la última.

Tanto Syriza, como Podemos, y creo también los movimientos ciudadanos chilenos-no populistas-que han venido a rejuvenecer la política actual desde 2011 en adelante, no persiguen suprimir la tensión que inevitablemente existe entre la lógica liberal y la democrática a través del debilitamiento de la institucionalidad representativa liberal. Muy por el contario, sostengo que todos estos movimientos consideran como indispensable esta tensión para el correcto funcionamiento de la democracia. El liberalismo, reconocemos facilita el funcionamiento de las democracias contemporáneas porque provee el cimiento sobre el cual se establece el edificio institucional de las mismas, e impone simultáneamente límites a la voluntad popular (Beetham así lo explica). Si bien se puede pensar en democratizar el orden actual, este proceso no puede estar fundado en la supresión unilateral de todos los componentes liberales del orden institucional.

Debemos preservar aquellos elementos que permitieron la limitación y constitucionalización del poder estatal, y que aseguran la autonomía política de la ciudadanía: los derechos fundamentales, el principio de separación de poderes, la existencia de mediaciones representativas como el parlamento y el espacio público, y la separación entre público y privado. Todo esto, sirve como garantías que evitan que la democracia como método de gobierno se convierta en la simple decisión arbitraria de un gobierno.

Cuestionamos aquellos elementos que limitaron históricamente el control popular del gobierno a través de una definición de la idea de gobierno representativo, que lejos de fomentar la participación y el control ciudadano, buscan aislar el proceso de tomas de decisiones políticas de la influencia ciudadana. Este ha sido el caso del modelo minimalista de democracia -y de su variante local, la democracia protegida-, que percibe la representación como una actividad fundamentalmente a cargo de las élites políticas. El papel de la ciudadanía en el modelo minimalista se restringe a elegir entre élites que compiten electoralmente por posiciones de liderazgo político.

Lo que se demanda es una profundización democrática que se traduzca en una forma representativa de democracia que, a diferencia del modelo minimalista, no solo establezca mecanismos efectivos de rendición de cuentas horizontales, sino también defina un amplio campo de política mediada a fin de mejorar la receptividad del sistema político a las demandas y preocupaciones ciudadanas.

La profundización de la democracia, por tanto, implica la introducción de un concepto más fuerte de rendición de cuentas, que no se limite solamente a una combinación horizontal y electoral, sino que además incluya la noción ciudadana. Es necesario avanzar en la construcción de un campo de política mediada que permita fortalecer los canales de comunicación entre ciudadanía e instituciones representativas.

La política de accountability social, aunque relevante y novedosa, es insuficiente sin el establecimiento de un modelo fuerte de nuevos y mejores partidos políticos. Esto implica desarrollar iniciativas orientadas a fortalecer la dimensión política del concepto de accountability, de manera que se cree una alternativa progresista frente a las propuestas de salida a la crisis de representación. Lo que está ausente en los modelos minimalistas de democracia es la existencia de una compleja trama de mediaciones formales e informales que permita procesar la pluralidad y diversidad de voces que caracterizan a las sociedades contemporáneas.

En este sentido, lo que da valor a la democracia representativa sobre otras formas de democracia es que permite y asegura la existencia de un vital y extendido campo de política mediada. Esto último implica romper con los modelos meramente electorales de la representación. Las elecciones no son el rasgo distintivo de la democracia representativa, ya que las mismas pueden convivir con distintos modelos de democracia. Precisamente, lo que distingue a la democracia representativa es el carácter y extensión de su política mediada. Esto nos obliga a pensar la representación democrática como una institución compleja que involucra distintos niveles de acción política durante los intervalos electorales, y que por lo tanto se prolonga más allá del momento electoral, extendiéndose a lo largo del período de un gobierno. En dicho intervalo se sucede una multiplicidad de iniciativas, por medio de las cuales diversos grupos, organizaciones y públicos buscan influenciar el proceso de toma de decisiones políticas.

La política representativa es compleja, y cualquier intento de reducir su complejidad a través del establecimiento de un vínculo único y personalizado conspira contra el propio dinamismo de la vida democrática. La idea de política mediada rompe con la visión individualista de la representación en tanto vínculo que se construye entre el líder y pueblo, pensado este último como un actor único y homogéneo (Schmitt).

La noción de mediaciones políticas subraya en cambio la dimensión asociativa y plural de los procesos políticos democráticos. La tarea de representación democrática no puede ser reducida a un momento específico de agregación electoral de voluntades individuales o a un proceso de identificación de un colectivo con un líder, sino que involucra una variedad significativa de instituciones y organizaciones. La noción de gobierno representativo se refiere a un proceso público e institucionalizado y por lo tanto no puede comprenderse como una mera relación entre dos agentes. La representación política, como argumenta Pitkin, supone el funcionamiento de una maquinaria institucional compleja orientada a establecer una situación de receptividad por parte del sistema político a las demandas e inquietudes de la ciudadanía. A medida que se expande la democracia y se incorporan nuevos sectores a la vida pública, dicha maquinaria crece en complejidad y densidad.

La profundización de la democracia, por lo tanto, no puede ser comprendida como un proceso homogeneizante orientado a establecer un escenario más simple organizado alrededor de una relación personalizada que suplanta la política. Por el contrario, la ampliación de la representatividad del sistema inevitablemente incrementará la complejidad del sistema de mediaciones a fin de reflejar la creciente heterogeneidad social. La solución a la crisis de representación, por tanto, es el establecimiento de un sistema de mediaciones lo suficientemente complejo con el fin de permitir la expresión de la mayor cantidad de voces.

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