¿Cómo lo harás?

holzmanGuillermo Holzman

Cientista Político

Se quiera o no, y aún en sus mas diversas expresiones, la política es una actividad dinámica y cuya predecibilidad depende de la correcta y asertiva interpretación que se realice en la conjunción de actores e intereses y la forma en que se expresan y actúan en un escenario determinado.

De allí que el análisis político acepte diversas aproximaciones conforme sea el enfoque a desarrollar estableciendo un marco lógico de interpretaciones de acuerdo al objetivo del análisis.

A partir de allí se puede plantear un análisis que se oriente a identificar las variables que definen un escenario futuro o, por otro lado, identificar el impacto que tal o cual acción puede tener en un momento político determinado. Esta cualidad dinámica y, en cierta forma, impredecible conlleva el supuesto que todo lo que sucede en ella está motivado por un razonamiento orientado a la búsqueda de determinados intereses, los que suelen ser coyunturales o de más largo plazo.

Para que ello tenga sentido es necesario considerar que un número limitado de actores está actuando de la misma forma, por lo que la complejidad, entre otras cosas, está en la selección que se haga de ellos.

En nuestro caso, los principales actores son aquellos que logran encontrar la fórmula para definir la agenda política que, como todos sabemos, se ha centrado en un escenario presidencial preelectoral, aún cuando las candidaturas están a tres meses de formalizarse conforme lo dispone la legislación.

A su vez, se percibe que los discursos y propuestas van orientadas a mantener encantados a los partidarios tradicionales y, por otra, evitar que emigren frente a la aparición de otros candidatos que dan cuenta de un discurso atractivo para potenciales votantes e, incluso, para quienes habían decidido no inscribirse.

También están aquellos que se sienten y asumen como minoría pero dispuestos a apoyar a sus candidatos en una muestra de coherencia ideológica y protesta contra un sistema que no les acomoda.

A lo anterior se suma el Gobierno y la Presidenta, individualmente considerados, lo que permite distinguir entre la gestión gubernamental y la adhesión personal lograda por la ella. Como bien sabemos, esta última supera con creces al primero, imponiendo un liderazgo y reconocimiento relevante pero donde aún se desconoce la capacidad de traspasar en votos parte de él.

En este sentido, los candidatos enfrentan la dificultad de hacer campaña a cuesta del gobierno, estando limitados a reconocer logros junto a una estabilidad política y morigerando las criticas y una oposición confrontacional.

En este escenario, los candidatos consolidados así como los emergentes y minoritarios optan por una estrategia de confrontación, intentando instalar ideas fuerzas, propuestas y, especialmente, descalificando de distintas formas a sus adversarios. Este esquema cuenta además con el entusiasmo, a veces desmedido, de los medios de comunicación, los cuales acreditan una agenda definida por la competencia directa por el poder político, encantando a la ciudadanía con las distintas visiones e interpretaciones de los liderazgos en disputa.

Analizando desde otra perspectiva, cabe considerar el hecho de que las ideologías tradicionales, en términos prácticos, están superadas por la dinámica política y social. Existe una evidente obsolescencia de las propuestas ideológicas asociadas a modelos de sociedad excluyentes.

Hoy en día, los problemas suelen ser transversales. No es posible sostener que una mejor educación por ejemplo, sólo se resuelve con más elementos o redefiniciones educacionales, lo mismo sucede con la energía, el medio ambiente y los derechos humanos.

No resulta plausible sostener, entonces, que el liberalismo o el socialismo, por si solos lograrán identificar adecuadamente los problemas que preocupan a la ciudadanía ni menos que serán capaces de brindar una solución que satisfaga a los
ciudadanos.

La ciudadanía está exigiendo propuestas de buen gobierno más que reformas estructurales. Se equivocan aquellos que plantean cambios sustantivos como respuesta a la eclosión ideológica. Más bien, lo que se precisa es definir con precisión qué se ofrece como buen gobierno y luego propender a los cambios necesarios.

Desde esta perspectiva, los liderazgos políticos al competir por el poder en una estrategia confrontacional dejan de lado la definición de los problemas concretos y con ello las propuestas especificas (viables y creíbles) para solucionarlos.

En la realidad, existe un distanciamiento entre la sociedad y los partidos que cadavez es más evidente.

El reflejo de ello es la fragmentación política, es decir, la subdivisión creciente al interior de los partidos, donde cada grupo y subgrupo es articulado por un líder.

Nuestra democracia, bajo el pretexto de cautelar su estabilidad, propende bajo el actual escenario electoral a una erosión de su legitimidad y, junto con ello, a una artificiosa manera de ideologizar las propuestas cuando en realidad bastaría mostrar y demostrar cuestiones concretas y propuestas específicas.

El mundo está en una etapa de ultracambio o si se prefiere de postglobalización, los socialismos puros, así como los liberalismos puros o cualquier otro “ismo”, exige integrar de distinta forma a los demás. Lo fundamental es saber cómo se relaciona Estado, Mercado y sociedad en torno a temas específicos.

Ya no basta con plantear, por ejemplo, mejorar la “calidad de vida”, sino más bien establecer qué se entiende por ello y aclarar cómo se gobierna bajo incertidumbres globales.

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