Todo es imposible

holzmanEscribe Guillermo Holzmann

Analista Político

Esta elección no presenta mayores novedades, aparentemente. Entramos a la recta final de una larga campaña, cuyo único sentido pareciera ser el haber asegurado que el comportamiento electoral beneficiase a cada pacto de manera histórica, tratando de dejar a un porcentaje mínimo en la categoría de indecisos o en situación de definir la elección.

En esta perspectiva, la estrategia de la Alianza de sumar a grupos más cercanos a la centro izquierda, con el fin de aumentar sus votos y acercarse al 50 por ciento, se enfrentó a la de la Concertación, que sacando cuentas matemáticas optó por una alianza con el PC, con tal de asegurar un piso de un 4 por ciento en la presidencial, entregando distritos al Juntos Podemos donde tenga mayores posibilidad de triunfo (pero no blindándolos).

Lo que suponía eran dos estrategias ganadoras se encontraron con la sorpresa de una no-estrategia, que fue el inicio de la campaña de Marco Enríquez-Ominami y que hoy día se consolida como una estrategia integradora, donde incluso se pretende se traspase la adhesión de la Presidenta.

En la práctica, Marco impide el crecimiento de Frei y retiene el alza de Piñera. En estas condiciones el primer análisis depende del supuesto de que efectivamente el electorado se comporte como lo ha hecho. Si es así, Frei tiene mejores posibilidad de triunfo que Piñera, no obstante que el ex Presidente va segundo en las encuestas.

El segundo análisis parte del supuesto de que un porcentaje del electorado modifica su comportamiento y está dispuesto a dar un voto castigo a la Concertación y distribuirse entre Enríquez-Ominami y Piñera, lo que le da mejor opción de triunfo a este último.

En ambos casos, y sería el tercer análisis, ME-O queda con las mejores posibilidades para el 2014, condicionado a que logre estructurar una plataforma partidista y una visibilidad política que le permitan vigencia en las próximas elecciones.

Si usted lee con acuciosidad lo anterior, se dará cuenta que el enfrentamiento entre estrategias, parte de la interpretación que se tiene del comportamiento de los votantes, lo cual se acerca a una ingeniería electoral y las propuestas perfectamente pueden ser un elemento secundario, presentadas en PowerPoint, y sin necesidad de darle contenido, puesto que al electorado le da lo mismo, pues ya sabe por quién votar.

De hecho, en este escenario, los debates pasan a ser parte del Show Business Voting, pues su incidencia en las preferencias ciudadanas resulta ser mínima.

Ahora bien, todo esto sucede en un país ad portas de ingresar al circuito de los desarrollados, donde se asume una sociedad más comprometida con su futuro, de mejor calidad de participación política, lo cual implica que si no vota, tiene una intensa actividad sociopolítica que equilibra su no participación, dado que logra influir en los procesos decisionales asociados a las políticas públicas que le importan.

Si esto último no sucede, y lo anterior tampoco, no queda más que concluir que nuestra sociedad está entregada a la inercia de su propio comportamiento electoral. Y en esa perspectiva, da lo mismo quien gobierne o quien sea candidato o lo que se ofrezca.

Sería un error llamar a esto apatía. Más bien tenemos una actitud de desidia que, probablemente, sea la peor forma que una ciudadanía tiene para rechazar la democracia.

Es imposible no pensar en la encuesta Latinbarómetro de hace unos años, cuando nos sorprendía respecto de la poca adhesión democrática de los ciudadanos y la relativamente alta adhesión a los regímenes autoritarios.

Resulta sorprendente que luego de más de un año de pseudocampaña presidencial, nos encontremos en donde pensamos que íbamos a estar, y que si usted conversa con sus amistades o compañeros de oficina, no hay modificaciones respecto a lo que pensábamos podía pasar. Creo que la democracia no puede estar basada en la retórica, ni en el terror, ni en la demagogia, pero para que ello no sea así, significa un compromiso democrático activo que parte por nuestros líderes. Y hoy día no logramos niveles que nos permitan hablar de calidad democrática en nuestro país.

Las elecciones tienen la virtud o el defecto de trasladar las responsabilidades políticas a los ciudadanos. Y ello, necesariamente, nos lleva a plantearnos cómo vamos a actuar frente a las estrategias ya reseñadas. Quien sea el que gane invocará ese apoyo para gobernar, pero todos tendremos claro que hemos sido unos peones en un juego, donde no hemos sido partícipes, al menos en el caso de muchos de nosotros, y cuyas consecuencias definirán parte importante de las próximas décadas.

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