Crisis alimentaria, recesión y cambio climático

tatianaEscribe Tatiana Benavides

Es pavoroso, difícil de imaginar. Más de mil millones de personas han sido empujadas a la hambruna por la crisis alimentaria, la recesión económica y los cambios climáticos durante el 2009. Pero, ¿cuántas son mil millones de personas?

La semana pasada se conmemoró el Día Mundial de la Alimentación en Chile. Con el consabido discurso sobre “…debemos erradicarla” –refiriéndose al hambre en el mundo. Es el grito de guerra de la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas), esta vez voceado por José Graciano da Silva, representante Regional de ella. Un coro de alerta le da urgencia a su llamado: FAO y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) declararon que este año, el número de personas que sufre de desnutrición es el más elevado en cuatro décadas. Y es pavoroso, difícil de imaginar. Más de mil millones de personas han sido empujadas a la hambruna por la crisis alimentaria, la recesión económica y los cambios climáticos durante el 2009. Pero, ¿cuántas son mil millones de personas? En World Vision Chile tenemos 45 mil niños patrocinados y nos sentimos bien, sentimos que abarcamos a muchos niños, si sumamos a ellos sus familias que también se ven beneficiadas en los proyectos podemos hablar de 180 mil personas –una gota en un océano. Mil millones de personas equivalen, en realidad, a la población total –hombres, mujeres, guaguas, ancianos– de América del Norte, del Sur y América Central. Pero todavía falta: para enterar los mil millones hay que agregar toda la población de Oceanía –que incluye a Australia además de 21 otros países. Igual nos quedamos cortos, y para llegar a los mil millones hay que agregar la población total de España y Suecia. Todas estas personas han sufrido hambre durante 2009, entre ellas hay millones de niños desnutridos, expuestos a morir por enfermedades que no matan a niños bien alimentados. Salvarlos representa una tarea gigantesca, una tarea que implica la participación activa de estados, empresas –grandes y pequeñas– de organizaciones no gubernamentales, de la sociedad civil toda y de individuos con visión y generosidad. Implica sobre todo la voluntad política de los estados, y la independencia de estos frente a las grandes empresas. La actual crisis alimentaria no es una crisis de escasez de alimentos, a pesar de las reiteradas sequías e inundaciones, sino de precios excesivos. Sin embargo, los cambios climáticos pueden a llevar a la escasez verdadera de alimentos y a una subida de precios que harán del pan un lujo. Si bien es cierto que la recesión está en retroceso, los indicadores miden las cifras grandes, de cuan bien le va a la banca internacional por ejemplo, y no si la legendaria señora María ha podido agregarle un poco de pollo a la sopa de sus hijos. Los cambios climáticos, con sus Apocalípticos efectos, podrán paliarse solamente cuando los estados se quiten la venda de los ojos. Esperemos que Copenhagen le dé una respuesta al mundo en diciembre.

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