A propósito de la «Ley Menstrual»

Cuando propuse, como un tema a estudiar y reflexionar, la llamada “ley menstrual”, no imagine la repercusión que tendría, cuestión que revela el muy escaso debate que tenemos sobre derechos reproductivos, sociedad y desarrollo.

Por Valeska Naranjo, Candidata a Diputada distrito 10*

La “ley menstrual” simplemente reconoce una realidad que la Organización Mundial de la Salud ya consagró: entre el 10 y 20 por ciento de las mujeres sufre dolores menstruales invalidantes, durante uno o dos días de su ciclo mensual. En países de Oriente esto ha significado leyes que están vigentes hace muchos años; en Occidente, algunos avanzan y discuten en sus Parlamentos: Italia, Argentina y Colombia.

Ahora bien, “la ley menstrual” es parte de una discusión más ancha y profunda, que tiene que ver con  raíces culturales que permean a buena parte de nuestras sociedades. La pregunta pura y dura es: ¿La responsabilidad de continuar la especie y reproducirnos, es un asunto de la sociedad en su conjunto o privativo de las mujeres? Dicho de un modo más economicista, como gusta tanto a muchos opinadores, ¿Quién debe asumir el costo de perpetuar la especie? ¿Todos o sólo las mujeres?

Puede parecer ruda la perspectiva, pero allí está el meollo del asunto. Ciertamente nuestro género es el que tiene las condiciones biológicas y, por tanto, juega el rol irremplazable de gestar y parir. Sin embargo, no resulta tan evidente que las consecuencias de esa circunstancia deba ser una carga exclusiva para las mujeres.

El avance civilizatorio supone ir construyendo mecanismos de convivencia que apunten más hacia la colaboración y el esfuerzo compartido. Por ejemplo, el derecho laboral se entiende como una legislación compensatoria, que busca equiparar una condición desigual entre empleador y empleados. ¿Por qué, entonces, no se puede pensar en normas que colaboren en disminuir brechas de desigualdad de la mujer en sus funciones laborales y reproductivas, como es el ciclo menstrual?

Creo que aquí se juntan prejuicios enormes que estancan una verdadera evolución de igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Por una parte, las visiones económicas estrechas, que sólo entienden el trabajo como un mecanismo productivo y de competitividad feroz. Y por otra parte el no reconocimiento de que este es un problema de la sociedad y el desarrollo y no un problema de mujeres.

A fin de cuentas se trata de reflexionar más del tabú, tratando de comprender la verdadera naturaleza de los argumentos e intentar evitar que predominen criterios más propios de la prehistoria, que de un mundo moderno y colaborativo. Por de pronto yo mantengo mi compromiso de impulsar la “ley menstrual” desde el Parlamento y colaborar a que los debates eleven la mirada y nos sirvan para ser una sociedad menos desigual.

*Antropóloga y Magíster en Comunicaciones

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