Una nota argentina imperdible: Por qué amamos y odiamos al Diego

Diego Armando MaradonaLa contratación para conducir De Zurda, por Telesur, junto a Víctor Hugo, volvió a dividir aguas entre maradonianos y argentinos que condenan sus decisiones y opiniones. Hasta dónde el ídolo representa al ser nacional.

Por Lucas Cremades (Revista Veintitrés)

La mole de hierro que representa el peso de la figura de Diego Armando Maradona en la Argentina nunca se oxida. Aunque sufra filtraciones por errores condenados desde sus detractores y se contradiga incesantemente, traicionado por esa oralidad intangiblemente maradoniana, El Diego de la gente es dueño de una inclasificable e interminable sucesión de encuentros y desencuentros con esos pueblos –el argentino, también el napolitano– que alguna vez festejaron sus goles como si se tratara del grito de guerra en una batalla dirimida.

Al momento de sacar las cartas astrales de este ídolo popular, la fantástica carrera deportiva de uno de los máximos referentes de la historia del fútbol mundial es presa de hazañas, pesares, júbilos, enfermedades, derrotas, frases, desencuentros, errores y acusaciones que no cabrían en la duración de una vida común. ¿O sí?

“Los hombres se dividen en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y deshacen”, supo decir el político y escritor cubano José Martí. Maradona podría perfectamente ser el estratega de cada uno de estos dos bandos y participar de un partido de fútbol jugando un tiempo para cada equipo.

Una de las últimas jugadas de Diego cayó con inusitada sorpresa en el intrincado escenario político latinoamericano. Fue tras anunciar su participación como conductor junto al periodista Víctor Hugo Morales en el programa De Zurda, que se emitirá por la señal venezolana Telesur, durante la Copa Mundial Brasil 2014.

Desde Dubai, donde se encuentra desempeñándose como embajador deportivo de los Emiratos Árabes y se prepara para un “reality” televisivo que se estrenará en marzo, un Maradona vestido para la ocasión con una camisa roja que llevaba las inscripciones “Chávez comandante, Maduro presidente y Cristina K 2015”, declaró: “Ha llegado un momento emocionante en mi vida de poder firmar este contrato, que me liga a mis amigos venezolanos, al presidente Maduro. Me siento muy, muy amigo del Comandante (Hugo) Chávez. Vamos a transmitir el Mundial para Telesur, porque así lo hubiese querido el Comandante”. Víctor Hugo agregó: “Nunca criticaría a Maradona. Se me caería la cara de vergüenza por todo lo que me dio”.

Para el periodista y psicólogo social Walter Vargas, “las idolatrías son contundentes y Maradona goza de eso. Cuando uno idolatra, está delegando parte de su independencia para pensar y sentir. Es tan grande la identificación que, un poco, se entrega al ídolo. No es casual que haya una Iglesia Maradoniana, los que dicen que es Dios o lo que afirmó Víctor Hugo. Me llama la atención que un tipo tan inteligente y con un espíritu crítico no lo tenga en este sentido”, esgrime el editor del diario Olé.

Bajo esta órbita política, el espaldarazo a la causa bolivariana del ex DT de la selección obliga a repasar lo que generan estas adhesiones para algunos de los miles de lectores de medios. Como comentario de la nota “Yo estoy dispuesto a ser un soldado de Venezuela” de clarin.com del 24 de febrero, el usuario Roberto Battista escribía: “Mirá a los argentinos, nos hacés un gran favor, ah, y no te olvides de sacarte la ciudadanía de allá, acá fuiste un gran jugador, ahora no servís ni como padre, es al pedo, fuiste y serás un negro con plata, la verdad que para mis hijos y nietos no sos nada de ejemplo, falopero”. En igual sintonía, Paola Ubell descargó: “Qué podés opinar vos, negro grasa, hacete cargo de tus hijos infeliz, y tanto que hablás, andá a dirigir la selección de Venezuela y andate a vivir a ese país o a Cuba, que recién el año pasado supieron lo que es Internet en pleno siglo XXI. Inútil, comunista, chupamedias. ¿Sos polenta? Parásito drogadicto, ya estás limado”.

En la mezcla de comentarios contra “El Diez”, los lectores suman lo que, al parecer, nadie le perdonaría a nadie: la actitud de Maradona con los hijos a los que sólo ha reconocido por las exigencias de la Justicia, y la versátil y difusa relación –reformulada una y mil veces en los programas de chimentos– con su ex pareja Verónica Ojeda, de quien se habría separado tras enterarse que estaba embarazada de Diego Fernando, de un año, y a quien vio en contadas ocasiones.

La cambiante vida amorosa del autor del gol más lindo de la historia de los mundiales es siempre caldo de cultivo para las proverbiales mesas de debate televisivas. Justo a tiempo, tras la oficialización de su nueva pareja Rocío Oliva, una nueva bomba maradoniana detonaría el mapa moral de los argentinos, instantes después de que Ojeda anunciara que otro hijo de Maradona estaba en camino. “Su historia fuera de la cancha hace que todo sea posible: le puede decir al Vaticano que venda las joyas y después ver al papa Francisco”, sostiene el periodista de Intrusos Adrián Pallares. “Es su forma de ser. Es Maradona. Es tan sanguíneo, dice lo que le viene a la cabeza. La mayoría de las personas filtramos y él nunca tuvo filtro. Siempre le chupó un huevo todo. No está pensando que si habla bien de Chávez va a salir en la tapa de Clarín. Mucha gente dice que lo hace todo por plata. Obviamente, si tiene un sponsor o va a un evento es por plata. Pero lo que tiene que ver con sus convicciones, sean erradas o acertadas, no. No sé por qué tenemos que andar señalando si tiene una contradicción. Es como Charly, gente que pone el cuerpo”, opina Pallares.

Así como hubo “un barrilete cósmico” para muchos, hay un ser acomodaticio y rastrero para otros. “Maradona es un encantador de serpientes. Hay millones de argentinos que le dieron un cheque en blanco extrafutbolístico –continúa Vargas–. Uno puede decir ‘no nos metamos con la vida privada de la gente’: yo jamás lo voy a cuestionar, mientras que no joda a otros, porque se drogó, porque le gustan las orgías o estar con muchas minas. Me podría resultar cuestionable un tipo tan veleta políticamente, que estuvo con Menem, Cavallo, pero hay un Maradona ligado al fútbol que sí puedo cuestionar: su grandeza se terminó cuando dejó de jugar. Es un mal entrenador que no aportó nada para la selección. Sólo ofrece incontinencia verbal, arrogancia y soberbia. Es el mejor jugador de fútbol que he visto, pero eso no me lleva a aplaudirle el ‘que la siguen chupando’ o ‘la tenés adentro’. Me corrí del lugar del que idolatra”.

Sin embargo, Vargas acepta que “Maradona abraza la complejidad de lo que somos los argentinos. No sé si es un retrato, un calco o un espejo. Refleja lo bueno y lo malo”.

Amor y odio. Verdad y mentira. Diego Armando Maradona recibe las críticas con la misma irreverencia con la que insultó a los italianos que silbaban el Himno argentino en la final de la Copa del Mundo de Italia 1990, minutos antes del partido contra Alemania. Pero también sintoniza las alabanzas de las millones de personas que veneran los pasos que va dando por el mundo. Ariel Prat, músico y poeta, esconde una época dorada junto a Diego Armando en el barrio de La Paternal. “Durante dos años y medio fui suplente en Los Cebollitas. Lo vi crecer, no sólo como persona sino como un jugador maravilloso. No tuve una relación personal, venía de otro barrio y él ya estaba con su grupo, pero me considero un agradecido de haberlo visto crecer. Haber compartido sándwich y vestuarios fue muy lindo. Pero ahora estoy tan cerca de él como el Riachuelo de los delfines. A veces me causa pena que opine tan diversamente sin esperar a que maduren las cosas aunque hoy, políticamente, lo siento muy cercano”, sostiene Prat.

Y acerca de las fascinaciones y contradicciones que despierta el genio de la pelota, Prat considera que “representa a lo argentino, lo que no significa que sea imitable, pero tampoco tiene por qué ser un faro. Esta es una sociedad que necesita tener a alguien de referente, bien arriba, para después poder bajarlo. Pero muchos se llenan la boca con eso de ‘el jugador del pueblo’ y a la hora de vivir desprecian al pueblo en lo diario: no me gusta ponerme del lado de esa gente”. Desde otra perspectiva, la periodista deportiva Alina Moine destaca: “Maradona como futbolista es de lo mejor del mundo. Su época de deportista es intachable. En su vida personal, deja mucho que desear, pero lo separo”, dijo la conductora.

Hernán Aisenberg, “Cherno” en Facebook, creó La Nación Maradoniana: “Es más que una religión –explica este joven de 28 años, “argentino, chavista y maradoniano”–. Detrás de Diego hay una identidad, un lenguaje y una cultura propia. Hablar del Diez es uno de mis caballitos de batalla en las redes sociales: trato de ser contestatario como él. En general, la gente de mi generación a Diego lo ama, y el que no lo ama, no entendió nada. No hay moral que valga con él. Lo querés o no. El tipo sale y banca y dice que es soldado de Venezuela. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a Maradona por los hijos o la familia? Todos nos hemos mandado cagadas o hecho cosas que están mal. Lo dijo Manu Chao: ‘Si yo fuera Maradona, viviría como él’. Hay que sostenerse como el tipo más importante del planeta y entrar a cualquier lugar y que todo el mundo te mire. No digo que está bien; no es fácil. Por eso, es Maradona y se termina la discusión. Maradona no se discute, todo lo demás si”, dijo Cherno.

Ídolo y Dios. Oprobioso y blasfemo. Tallado según la escala de sus hazañas, la fascinación por Diego, el amor y el odio siguen ahí, aun a fuerza de repetir goles y errores.

Informe: Bruno Lazzaro y Leandro Filozof

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