O el Asilo o la Nacionalización…

12650805_10209242098596323_1812301248467996104_nLos últimos triunfos y títulos han dejado de lado uno de los temas recurrentes hace un tiempo que versaban sobre la necesidad de iniciar una seguidilla de nacionalizaciones forzadas para potenciar a la que ahora es la selección Bicampeona de América.

Por Juan Luis Iglesias, periodista

Luego de ese criminal tiro de Pinilla, en ese último suspiro del alargue del partido en donde Chile casi entra a la gloria dejando eliminado a Brasil, los chilenos caímos en una profunda depresión. Sin duda alguna habíamos quedado con el sabor asqueroso de estar más cerca que nunca de derribar a una de las tantas bestias negras que teníamos en nuestras retinas. Ese golpe en el palo que casi derriba el arco nos hizo llenarnos de dudas y de pensar en qué nos faltaba para ser concretos, cuál era la chaucha para el peso, cuál era la tabla que nos faltaba en este puente para que el cruce fuera definitivo y maravilloso.

Nuestro propio entrenador de turno, Jorge Sampaoli, inició de motu proprio una incesante búsqueda de algún futbolista que no perteneciera al medio nacional y que además no tuviera ni intención de tener nuestra nacionalidad. Su búsqueda fue más específica, él salió a buscar jugadores que tuvieran algún lazo sanguíneo con Chile en cualquiera de las instancias que la Ley lo permitiera. Si era hijo, hermano, sobrino, nieto, bisnieto tataranieto, vecino amigo o lo que fuera que le permitiera obtener la nacionalidad chilena, casi por gracia, con el objetivo final de defender a Chile y ser el goleador del equipo.

No aparecieron muchos, en Europa debe haber varios descendientes de chilenos, pero al parecer sus gustos no estaban cien por ciento orientados al deporte, por tanto, no se trajeron muchos nombres desde allá, a decir verdad, ya tenía uno quera Mikko Albornoz, viviendo en Suecia y que ya había participado del proceso. Finalmente, luego de mucho dar vueltas se dieron cuenta que en Argentina estaba la posibilidad más cierta, entre otras cosas la cercanía geográfica podía haber permitido un intercambio étnico cultural que pudiese haber traído consecuencias en un país futbolizado como el argentino en donde al menos uno de esos mestizos pudiese haber dedicado su futuro al balompié.

Aparecieron varios nombres, se invirtió dinero en visitarlos, realizar seguimientos, ofrecer importantes propuestas económicas, en fin, se hizo un trabajo que con el correr del tiempo incluso involucró a la opinión pública, la que víctima de la pomposa publicidad comenzó a pensar que estos nuevos jugadores de la roja eran necesarios, y muchas veces cuando no se llegó a acuerdo con ellos o cuando presentaron algún tipo de lesión, se les consideró una baja. Una baja cuando nunca habían jugado un minuto por la selección chilena, cuando no había vivido un doble proceso eliminatorio ni menos una eliminación traumática como fue la de Brasil.

Pedro Pablo Hernández, fue el único convocado a la selección de Chile que no nació en Chile y que tiene un acento que no es chileno. El hombre es de Tucumán, nieto de una señora chilena, la cual, versa la leyenda, le dijo a su nieto que su sueño lo podía cumplir él y su sueño era que él jugara por la selección nacional de Chile y le diera los triunfos que no se tuvo en el pasado.

El “Tucu” como se le conoce a Hernández, jugó en Chile, en O’Higgins, hizo el gol del triunfo en el último título obtenido por esa institución, luego se fue a España y hace tiempo que ya no vive en Chile. Sin embargo, al momento que Juan Antonio Pizzi lo llamó a un lado en un entrenamiento y le dijo que había posibilidades de ingresar, el tipo le cambió la cara, se lo tomó en serio el tema de la responsabilidad de vestir la camiseta roja de los que vivimos en el culo del mundo, se tomó un aire de agradecimiento por lo vivido en estas tierras y se aprendió el himno, el que alguna vez le tarareó su abuela, quizás para entretenerlo o quizás para darle calma en alguna noche complicada. El Tucu cantaba el himno y miraba hacia el cielo, quizás saldando una vieja deuda con la vieja.  El Tucu, corrió metió y celebró los goles, hasta que la jugada, con algo de mala intención de parte de un par de jugadores colombianos, lo dejaron fuera de carrera y lo hicieron salir. El Tucu quiso volver y con la rodilla al borde del colapso ingresó un par de minutos hasta que no pudo más. La deuda estaba salvada.

Nadie imaginó, de todos los nombres que se dieron en la desesperación de la eliminación, que el elegido lo teníamos viviendo y jugando en nuestro país, que tenía historia real ligada con Chile y que de por medio tenía pendiente una promesa que su talento y su empuje lo ayudaron a cumplirla. Nadie por supuesto reconoce que se cayó en una exacerbada desazón que no tenía mucho asidero en lo futbolístico, porque finalmente contra Brasil, en el mundial organizado en ese país, se cayó jugando a muy buen nivel y sometiendo al pentacampeón del mundo. Nadie por supuesto hizo el Mea Culpa, que al hablar de nacionalización para representar al país debe existir una cuota de sentimiento involucrado porque de lo contrario no resulta…

Con la Copa en casa, perdón, con las dos copas América en casa, la calma se ha tomado nuestro fútbol, esperemos que también eso afecte a las decisiones y no sigamos dando palos de ciegos en las determinaciones y que por el contrario la razón se imponga con el objetivo final de que quien esté contento sea el corazón.

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