Día de la Madre y sustentabilidad

En tanto no se adopten políticas que desarticulen tal malformación económica de desarrollo, muchas madres llorarán las desventuras y tristezas que sus hijos e hijas padecerán por creer en tal espejismo.

Por Marcelo Saavedra Pérez, Biólogo

La semana pasada escuchaba las expectativas que tenía un entrevistado asociado a la Cámara Nacional de Comercio respecto de las positivas cifras que alcanzó en el mes de marzo el índice de actividad de comercio (IAC), señalando su confianza que dicho indicador se estabilizara e incluso creciera al alero del círculo virtuoso de un mayor consumo –mayor producción– mayor crecimiento-mejores ingresos-mayor consumo-etc.-etc.

El tenor de dicho mensaje es una cantinela repetida que se escucha en boca de la mayoría de los economistas que desfilan por noticieros centrales, matinales, programas de radio, periódicos de circulación nacional y local. Se escucha tanto que, de verdad, creo que es cierto. Más aún, cuando fui al supermercado cercano a mi hogar y vi las innumerables “ofertas” por el próximo Día de la Madre, promocionando electrodomésticos de distinto tamaño y función, así como celulares y televisores super HD de 50 o más pulgadas, me sentí en Jauja. Sólo debía adquirir alguno de esos productos y traducirlo en el cariño que siento por mi progenitora.

Después me enteré que en el concierto internacional no existe un “Día de la Madre”, sino que existe un día mundial de las madres y los padres, que se debería celebrar el 1 de junio. Pero en este país se conmemora el 10 de mayo y que por algún extraño motivo se traslada para el domingo que más acomode al Retail criollo.

Mayor consumo-mayor producción-mayor crecimiento. Constituye al parecer la triada perfecta aceptada sin matices, por políticos de profesión, economistas neoliberales de corazón y empresarios por convicción. Así, las políticas públicas desarrolladas en este país desde hace más de 40 años y que tienen que ver con el desarrollo de esta comarca con vista al Pacífico, exudan por sus cuatro costados este círculo, que de virtuoso no tiene nada. Por el contrario, promueve de una manera desenfrenada el consumismo vano y el endeudamiento superlativo. Dicho triángulo perverso atenta contra el corazón de cualquier esfuerzo genuino por transitar en una senda de sustentabilidad y bienestar social.

En tanto no se adopten políticas que desarticulen tal malformación económica de desarrollo, muchas madres llorarán las desventuras y tristezas que sus hijos e hijas padecerán por creer en tal espejismo.

 

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