México en la piel (y en el paladar)

¿Qué harías si te dijera que no puedes dejar de visitar el DF? Probablemente lo primero que se vendría a tu cabeza sería: ¡pero qué peligroso! ¡Error! Si bien es cierto que en toda gran ciudad hay que tener ciertas consideraciones, es un hecho que el país de Frida Kahlo, Octavio Paz y Sor Juana Inés de la Cruz no pasa de moda.

 Por Montserrat Martorell*

«México me atormenta», dice un verso de una canción de Sabina. ¿Qué habrá inspirado al madrileño para escribir esa frase, pienso, mientras me pierdo por las callecitas de La Condesa? Quizás le parecía un delirio que su tráfico no diera tregua o se acordó de la mágica sensación de los tacos al paso, sus mesas de bar repletas mientras se pone el sol o de la Torre Latina y su vista en 360 grados.

Pienso en la Plaza Hidalgo, sus metros antiquísimos, el Mercado de Flores de San Ángel y sus iglesias y sus letreritos de colores colgando y sacudiéndose con el viento.

Pienso en el barrio de Polanco y en Las Lomas y en su mestizaje. Pienso en el Museo Tamayo y su guacamole y hasta en Roberto Bolaño que se sentía tan mexicano. Pienso en sus autopistas, en noches y sabores que te rompen la boca.

¿Cómo conocer? ¿Cómo adentrarse en una ciudad que parece tantas? Mi idea del viaje es siempre un zumbido en el oído, una urgencia movilizadora, un rayo que como diría Cortázar te parte los huesos. Esa idea, esa noción, la refuerzo mientras paso por Insurgentes o por Reforma, contemplo las ruinas del centro histórico en Plaza Constitución, deambulo de aquí para allá mirando los murales antiguos y coloridos y mexicanísimos del Palacio de Bellas Artes, cruzo el umbral de la catedral (cuya primera piedra fue puesta en 1524) o entro en la Casa Azul de Frida y Diego que, enmarcado en letras blancas, me recuerda que la pareja de pintores vivió allí por veinticinco años.

Me sigo perdiendo, pero esta vez en la historia que supone cada uno de los salones del Museo Nacional de Antropología y el verde/tan verde del Castillo de Chapultepec y vamos que el día no termina y se necesitan una y dos horas en alguna de las “cafebrerías El Péndulo”.

México te atrapa, te envuelve y no te suelta. Puedes alquilar un auto, si quieres, o pedir un uber (porque funciona a la perfección) y disfrutar de los mitos y leyendas en un paseo en barco por Xochimilco.

Y yo. Yo me quedo con La Roma, con el barrio de Coyoacán, con las canciones de Chavela Vargas y con su gastronomía. ¿Quieres saber a dónde no puedes dejar de ir a comer? ¡Aquí un imperdible de mis mejores paradas culinarias!

Bechamel

“La bechamel es una salsa, algo espesa, cuyo significado se vincula a la cocina francesa o italiana”, eso es lo que pienso mientras me dirijo a este rinconcito emplazado en la calle 16 de septiembre #61.

Cuando llego a la puerta las definiciones se me olvidan y decido subir la escalera de esta antigua casona que separa el mundo de esta encrucijada. Mientras voy adentrándome en este pedazo de Madrid en el DF, me acuerdo de que Nicanor Parra decía sobre él que era un embutido de ángel y bestia. Bechamel, si siguiéramos el juego del antipoeta, es la mejor conjugación de España y México. Ubicado a pocas cuadras de El Zócalo, colgando del balcón de un segundo piso, sorprende con una vista que te transporta a Europa. Es famoso por las croquetas (carne, camarón y queso de cabra y manzana y salsa miel), ya sea empanizada o frita, la sangría, sus papas bravas, gazpacho y exquisitas tapas. Como decimos en Chile, ¡un siete es poco! ¡Un aporte en cuanto a fusión y calidad!

 Aitana

El barrio de Lomas, a pesar de estar fuera de la ruta turística tradicional, merece una visita. Con su modernidad sin nada que envidiar a otras capitales, pareciera ser un símbolo de un nuevo México que no sabe de problemas y prefiere competir de igual a igual con Londres o Nueva York. En este sector destaca la torre Virreyes, un edificio osado estructuralmente en un país con memoria sísmica, que sin embargo parece amable al rodearse de parques y estaciones de bicicletas compartidas, pero la verdadera joya es la que guarda en el segundo piso, Aitana.

Con una decoración que recuerda Madrid (el proyecto arquitectónico estuvo a cargo del mismo grupo que creó el Mercado de San Ildefonso), este restorán destaca por la calidad de sus platos y por un servicio de primer nivel. Si hubiera que definir la experiencia en una sola frase, sería elegancia directa al paladar.

Destaco los ceviches de pescado con mango y polvo de tortilla, el tártaro de atún con puré de aguacate y cristales de alta nori y el tiradito con salsa ponzu, pomada de aguacate y salsa criolla. Si lo tuyo son las carnes, opta por el costillar de cordero con tabule de cuscús y pesto de menta. Apunta también los ravioles de hongo, los tacos de pulpo y los ostiones. ¡No te vas a arrepentir!

Un espectáculo fue cuando me sirvieron el gazpacho de jitomates y dandis orgánicos de la chinampa volcán y el solomillo con salsa de oporto. Una delicia fue también el sabayón de limón con merengue francés.

Otro detalle inolvidable: ¡algunos platos los preparan frente a los ojos! El pescado, por ejemplo, es un espectáculo a la vista. ¡Bien por la cocina mediterránea! El chef Alberto Ituarte ya tiene siete restaurantes, pero sin duda Aitana es uno que da que hablar. ¡Aplauso cerrado para él!

Azul Histórico

Vicente Huidobro decía que el adjetivo cuando no da vida, mata, pero con Azul histórico dan ganas de llenarse la boca con palabras bonitas. La primera vez que pasamos por fuera era de noche y nos llamó la atención este boulevard emplazado en el Hotel Downtown, antigua casa y patio colonial remodelado. Nos pareció diferente, vanguardista y mágico. “Mañana venimos”, nos dijimos, porque ya era cerca de la medianoche.

Rodeado de árboles iluminados, supimos que su dueño, Ricardo Muñoz Zurita, es uno de los chefs más importantes de México, uno de los 24 top de Latinoamérica por la Revista Gatopardo y entre los siete más importantes del país según la Revista Siete.

La comida fue una experiencia del corazón y de los sentidos pues rescatan los más exquisitos platillos preparados en diversos rincones del país. ¡Hasta chapulines con guacamole me comí! Me quedo con el ceviche Mar de Cortés, la clásica crema de flor de calabaza (se necesitan 18 flores para hacer un tazón de esta crema), los tacos de lechón, las tortillas dibujadas y un postre inolvidable: el tamalito que nos recuerda que en las tradiciones antiguas de los valles centrales en Oaxaca, cuando nace o se bautiza a un niño, los tamales son de chocolate. (Si es niña, fresa).

Destaco los mezcales y la lluvia que cayó mientras comíamos y que inmediatamente hizo que un cielo de vidrio se abriera sobre nosotros mientras escuchábamos el clac clac de las gotas. Un lugar para volver y enamorarse.

Guzina Oaxaca

En zapoteco, Guzina significa precisamente “cocina”. Eso fue lo primero que aprendí de la propuesta del Chef Alejandro Ruiz que hacen de su carta algo extraordinario.

Ubicado en pleno barrio de Polanco, es un lugar elegante y al mismo tiempo familiar que permite compartir, andar de aquí para allá y desconectarse. Aún estoy saboreando los taquitos de pato en mole colorado (queso, crema de rancho, perejil y cebolla morada), el guacamole preparado en un mortero en la misma mesa, las flores de calabaza rellenas de requesón, los ceviches de pescado, el pulpo zarandeado y los camarones parrillados.

Excelente atención, excelente mezcal, y la coctelería basada en él, mezclando picante, dulce y ácido (el gasolinazo no falla). ¡Excelentes cervezas artesanales! Un acierto llevar a tal sofisticación la comida típica de una de las regiones más importantes de México.

La Vie en Rose

Si te gustan los lugares escondidos, íntimos, con ambiente retro y que ponen en primera fila una cocina que no es la del país donde uno está, no puedes dejar de darte una vuelta por La Vie en Rose, un rinconcito francés en Roma Norte (Avenida Álvaro Obregón 275) que te atrapa y te hace sentir que estás cruzando cualquier calle de ese París de antaño (sus dueños son precisamente Céline Perrot y Clement Nowark, dos franceses que apostaron por abrir una sucursal de su país en tierra mexicana).

Sobra decir que puedes quedarte horas degustando sus más selectos vinos y quesos franceses, e incluso escuchar música en vivo por las noches.

Nosotros apostamos por la sopa de cebolla (gratinada con queso Emmental), el foie gras de pato casero, el boeuf bourguignon, el puré de papa a la trufa, y la sinfonía de mousse de chocolate. ¡Una delicia!

Recomiendo también pasar cualquier día de la semana a la hora de almuerzo (martes a viernes) y dejarse tentar por su menú ejecutivo. ¡Te vas a llevar una sorpresa!

 

Miralto en 360 grados

En pleno centro histórico, sobre el piso 41 de la Torre Latinoamericana –que con sus 182 metros de altura, medio siglo y varios terremotos en el cuerpo se alza como uno de los edificios más emblemáticos de Ciudad de México-, nace Miralto en 2007. Un bar y restaurante con el gancho adicional de una vista ininterrumpida hacia todos los extremos de la ciudad.

Su menú busca conjugar el sabor de la cocina mexicana con elementos internacionales. ¿Qué les recomiendo pedir? Yo volvería por el carpaccio de trufa, los camarones al tequila, el filete Wellington con puré de papa y salsa de queso azul y el fondat de chocolate.

Aplauso por la vista, por la puesta de sol, por sus cocteles coloridos, por la magia de estar recorriendo un edificio histórico y absolutamente moderno.

¿Dónde dormir en el DF?

Recomendamos alojar cerca del Zócalo y así tener más tiempo para caminar sus calles y empaparse de la cultura del México tradicional.

Por comodidad, fácil acceso y excelente relación precio-calidad, el Hotel City Express Ciudad de México Alameda es una de las mejores opciones para el bolsillo de cualquier viajero. Todo queda cerca y la buena ubicación (Revillagigedo, a una cuadra de Avenida Juárez y la Alameda Central) nos permitió ir caminando ida y vuelta sin darnos cuenta al Palacio de Bellas Artes o sumergirnos en pleno barrio histórico. Además, las habitaciones son cómodas, confortables y la seguridad está ciento por ciento garantizada. ¡Imperdible su desayuno!

 Xochimilco: Patrimonio de la Humanidad

No conocía la historia de las Trajineras de Xochimilco. Solo sabía que desde 1987 era Patrimonio de la Humanidad y, por ende, una obligación darnos el tiempo de ir si estábamos en Ciudad de México. Así que no lo pensamos dos veces y nos tomamos un uber desde el centro capitalino (una hora de trayecto).

Desde 1930 existen estos paseos turísticos por más de 184 kilómetros de canales y en general cuando uno va se sube a los botes de colores donde abunda la música, el alcohol y la gente (no por nada existen cinco tipos diferentes de tours). El ambiente, dicen y advierten, es festivo. Sin embargo, nuestra experiencia fue absolutamente diferente porque llegamos más tarde (existen incluso paseos por la noche) cuando ya casi no quedaban personas navegando y optamos por subirnos a una embarcación privada (tienen capacidad para hasta veinte personas) con un hombre que nos contó cada una de las historias y leyendas que inundan este mágico lugar mientras deambulábamos por los canales y nos daba escalofríos la réplica de la Isla de las Muñecas.

Mi sensación, a diferencia de tantos otros relatos que quizás pueden encontrar, es el de paz absoluta y de esos momentos que te quedan para la vida: un instante, una palabra, una conversación, una mirada.

¡Un imperdible hacer este recorrido por la Venecia mexicana!

La Casa Azul de Frida y Diego

Londres 247. Desde que supe que iría a México me obsesioné con una sola idea: “quiero visitar la casa de Frida Kahlo”, así que me aprendí esa dirección y la busqué durante el primer día que me vi caminando por las calles del antiguo barrio de Coyoacán.

Sabía que la artista había vivido durante treinta y cinco años (su padre la mandó a construir en 1904) con Diego Rivera y que valía la pena darse una vuelta por un universo que había sido también testigo de una época histórica con personajes de la talla de León Trotsky, André Bretón o María Callas.

Destaco la biblioteca, el cuadro “Viva la vida” y “Frida y la cesárea”, los jardines tan exactos e inexactos, la escalera imponente, su cama, el espejo, la cocina de cerámica, las fotografías antiguas, su dolor físico y emocional y el estar en el espacio íntimo, en la habitación propia, como diría Virginia Woolf, de una de las mujeres más importantes del siglo XX que vivió y nació en esta casa.

Recomiendo llegar temprano o comprar las entradas por Internet para no llevarse la sorpresa de que una fila interminable de turistas obligue a quedarse durante más de dos horas esperando entrar al rincón de la Kahlo.

Cómo moverse

Uber está fácilmente disponible en toda la ciudad, es económico y seguro. Sin embargo si quieres ir con calma apreciando cada uno de los barrios y aprendiendo de su historia, te recomendamos el Turibus, donde desde su segundo piso abierto podrás visitar cada los lugares más importantes de la ciudad. Como en la mayoría de los países, andar con la pulsera en tu muñeca te permite subir y bajar cuantas veces quieras (09:00 a 21:00 horas) y disfrutar de una panorámica vista desde la parte superior del vehículo.

*Escritora, autora de las novelas La última ceniza (Oximoron) y Antes del después (Lom ediciones)

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