Daniel Ramírez: el fenómeno del coronavirus no es epidemiológico sino político-mediático

Lo que está ocurriendo con el virus proveniente de China (Sars Cov-2), que puede dar lugar a una neumonía (cov-19) es ciertamente alarmante. Sólo que la "alarma" no viene de donde se podría suponer.

Por Daniel Ramírez, doctor en Filósofía

En general desestimo totalmente las “teorías conspirativas”, signo de la pereza intelectual que muchos quisieran ver crecer en el mundo. Pero, en este caso, hay algo que decir. Primero que nada, no creo en absoluto que se trate, ni de un virus “fabricado” e introducido con fines de guerra económica o política (ya algunos lo han dicho), ni siquiera un acuerdo entre gobiernos o poderes del mundo (estas son las dos constantes de las teorías de conspiración).

Pero la reacción, tanto de los medias como de las autoridades estatales y de la salud, son, por lo bajo, sospechosas.

Sólo en Francia, la gripe anual (influenza) mata promedio 10 mil personas al año (claro, personas ancianas o inmunodeprimidas, lo cual hace difícil el cifrado y la etiología precisa) y enferma a unos 4 millones. A nivel mundial mueren de gripe entre 290 mil y 650 mil según la OMS. Además el virus de la gripe muta, lo que hace poco eficaces las vacunas.

Si se comparan estos datos con los del Coronavirus (por ejemplo, 2 muertos en Francia y unos 100 contaminados, hasta ahora; un solo caso en Brasil) y la inmensa cobertura mediática; eventos públicos que ya comienzan a suspenderse, no queda más que emitir ciertas hipótesis.

Para evitar las teorías conspirativas, primero hay que decir que no es necesario “fabricar” nada; la naturaleza propone cada año una serie de mutaciones, bacterias resistentes, nuevos virus. Si se tratara de una “intervención”, nadie haría tantos esfuerzos ni correría tantos riesgos para inculcar algo cuyos estragos son más o menos la centésima parte que los de la gripe.

Sin embargo, basta con un mínimo de reflexión para darse cuenta que, en estos tiempos, los gobiernos de muchos países tiene gran interés en dramatizar la situación. En efecto, desde mediados del año pasado, una ola de vastos movimientos sociales muy importante recorre el mundo, intensificándose de manera espectacular en el mes de octubre, como en Chile. La aparición de este virus, aunque no sea para nada tan peligroso, cae como una “divina sorpresa” para los poderes confrontados a dichos movimientos sociales y crisis políticas.

Una mezcla entre paranoia, hipocondría, miedos apocalípticos, frustración y credulidad, hace particularmente fácil la difusión en gran escala del pánico. Incluso hay una forma de patología de la inteligencia actual, que hace que personas solas y de-socializadas, que pasan sus jornadas en internet, desarrollan un cierto gusto por el catastrofismo y teorías del colapso; como se aburren en vidas frustradas, sería tanto más vibrante si un desastre global se viniera encima.

Todos los ingredientes están reunidos para el gran miedo: el ‘enemigo poderoso’ es invisible, se reproduce silenciosamente, y… ¡es chino!

Los gobiernos no tienen ni siquiera que ponerse de acuerdo en oscuras oficinas, lo que sería arriesgado; basta con proceder de manera mimética: hacer lo mismo que los otros. Ni siquiera es necesario hacer alguna llamada a periodistas amigotes para ampliar el efecto: la prensa lo hace por sí sola; tiene gran necesidad de eventos espectaculares para vender papel y conexiones, y se precipita sobre la primera oportunidad.

En resumen, ninguna necesidad de tragarse necias teorías para ver que hay simplemente un aprovechamiento oportunista. Mientras más miedo se difunda, más fácilmente se permitirá prohibir reuniones, eventos públicos, y con mayor razón, manifestaciones, ocupaciones. Permitirá aislar regiones, prohibir desplazamientos, decretar cuarentenas desestabilizadoras sicológicamente, generar desconcierto; en resumen, controlar. Además de ocupar la atención, las conversaciones, los debates, las horas de antena. Y cuando las manifestaciones mismas no se prohíban, desalentará a muchos. Mientras más máscaras clínicas aparezcan en fotos y videos, menos gente saldrá a las calles o a cabildos, asambleas, reuniones, convocaciones. Beneficio suplementario: permite a las autoridades presentarse en todo momento delante de los medias, como administrando eficazmente la amenaza, ocupar el terreno y recuperar un poco de su legitimidad perdida en los últimos tiempos.

Esto no es un complot pero sí es un engaño. Merece su corona, como “real” manipulación.

Sin embargo, ante una avalancha mediática es, tan sólo, un poco más difícil informarse, y ni tanto; hay que conservar el espíritu crítico. No está en absoluto prohibido verificar informaciones, leer artículos científicos, publicaciones de agencias especializadas; “apagar la tele”, como se dice. Pero sobre todo, no ser cómplices, no difundir información alarmista (por aburrimiento) y sin verificación (por pereza) que se volverá tarde o temprano contra nosotros.

Estos tiempos son importantes. Son tiempos de reestructuración política, de transformaciones ideológicas, de cuestionamientos fundamentales. Tiempos para avanzar, época de evolución y crecimiento. Tenemos desafíos inmensos que afrontar. No permitamos que una manipulación burda nuble la lucidez, nos distraiga y enfríe el ardor y la valentía, que necesitamos más que nunca.

2 Comentarios
  1. JORGE LASSO dice

    Interesante su artículo, lo que se olvida mencionar es que la mortalidad por «gripe» en predecible y cada país en la estación invernal programa sus medidas (vacunación, aumento de consultas en atención primaria, incrementar camas para adultos, etc etc) el problema del coronavirs actual es que contagia diez veces mas que la gripe común, permanece asintomático transmitiendo durante dos semanas y la mortalidad del menor 20 años 1%, promedio de 20 a 50 años 3% y desde los 50 es exponencial llegando a 28% personas mas de 70 años con enfermedades crónicas. Los datos oficiales están en la pagina de OPS, y no es político o mediático, creo que uno debe ser responsable sobre lo que comenta.

    1. Daniel Ramírez dice

      Señor Jorge Lasso,
      Lo que Ud. dice tiene toda la razón. Fue un error de mi parte subestimar el impacto real (epidemiológico) del virus. Lo reconozco en mi última columna del 1° de abril. https://www.elperiodista.cl/daniel-ramirez-cuidar-nuestra-inteligencia-tambien-es-necesario/
      La única excusa es que a comienzos de marzo no había mucha información disponible, y apate de una provincia en China, no había confinaùmiento en ninguna parte del mundo.
      Pero reconozco mi error y Ud. tiene doblemente razón cuando indica que uno debe ser responsable de lo que publica.

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